La dulce Ariel, protagonista de la Sirenita, se enfrenta a la cruel realidad de los océanos, mares, ríos y lagos del mundo
España.— Hace ya un tiempo que circulan por internet estas fotos “trucadas” en las que puede verse a los personajes de Disney en situaciones bastante duras, conmocionados ante la visión de lo que los seres humanos han hecho con el “mundo real”.
La dulce Ariel, protagonista de la Sirenita, se enfrenta a la cruel realidad de los océanos, mares, ríos y lagos del mundo, donde la polución y la contaminación son la moneda corriente y los animales que los habitan, cada día sufren este mal impuesto por la desidia y la ambición de una parte de los seres que habitamos este planeta.
Que muchos lo nieguen no es óbice para ignorar la realidad de que los hielos se derriten a un ritmo mucho más rápido de lo que lo venían haciendo en los últimos milenios. El calentamiento global está acá y las consecuencias ya las estamos sufriendo hoy, en vivo y en directo y no solo es Frozen quien se lamenta de ello.
No hay ninguna duda de que Tarzán querría cambiar la “selva de cemento” por su antiguo hogar. Y no solo es por causa de la indiferencia absoluta de la gente ante el prójimo. Cada persona parece vivir en un mundo propio sin tener en cuenta que su aporte, su implicación y su compromiso con los problemas que enfrenta el mundo hoy, serían decisivos para cambiar las cosas.
Existen infinitos motivos para dar a los animales el derecho a la libertad y tenerles el respeto que se merecen. Y eso implica no más zoos con jaulas minúsculas y malolientes, no más espectáculos en los que se abuse de los animales y se los denigre y no más circos con animales “domesticados”. Dumbo y su mamá tampoco lo merecían.
A Mowgli le talaron la selva, pero no conformes con ello, construyeron ciudades, destruyeron miles de hábitats, desequilibraron los ecosistemas, atentaron contra la naturaleza y contaminaron las aguas. Es entendible el desconcierto pintado en la cara de un niño que se supone no está “civilizado”, ante los desmanes cometidos por nuestra desenfrenada y consumista civilización.
Winnie the Pooh ya no tiene dónde hallar una buena colmena de rica miel que sacie su apetito. El sitio fue deforestado sin piedad para satisfacer las ingentes necesidades de consumo de los humanos. Pero con cada árbol se acabó una fuente del vital oxígeno, se degradó el suelo y se rompió el delicado equilibrio de la biodiversidad local. Sus lágrimas deberían ser las nuestras.
El comercio con animales es una manera más de no respetar sus derechos, desde el momento que una vida puede tener un precio. Solo le faltaba esto a los 101 dálmatas, vivir en jaulas procreando sin parar, en condiciones lamentables y confiando en que su próximo dueño no sea víctima de un capricho momentáneo y termine vagando por las calles, una vez superado el entusiasmo inicial de tener un “lindo perrito”. No compres, ADOPTA y hazlo responsablemente.
Quién no derramó una amarga lágrima cuando Bambi perdió a su mamá en manos de un cazador. Si no se toma conciencia de que matar por diversión no puede ser considerado un deporte, este será el triste fin de otros tantos Bambis, Simbas, Dumbos y muchos más animales salvajes.
Pekín tiene uno de los mayores índices de contaminación en el aire. Los niveles son a veces tan altos que es casi imposible respirar. Mulán lleva tapabocas, pero ella es un dibujo. Los pekineses deben hacerlo cada día y aun así las enfermedades respiratorias y las afecciones como el asma y las alergias, se han disparado de manera alarmante entre la población de la antigua “Ciudad Imperial”.
La experimentación con animales sigue practicándose en miles de laboratorios de todo el mundo. Que lo hagan con Rèmy, un entrañable personaje animado causa una pena enorme, pero ¿qué hay de los millones de anónimas ratas, conejos, gatos, perros, monos y cientos de especies más que son inoculados cada día con las más variadas enfermedades y medicamentos?
Una reflexión final
La realidad puede ser mucho más cruel que la fantasía. El ser humano parece no querer tomar conciencia de que no queda tiempo para lamentaciones, sino que es el momento de actuar y de comenzar a revertir los efectos del cambio climático, de terminar con las atrocidades que se cometen con los animales, de detener la destrucción sistemática de selvas o de combatir con efectividad los increíbles niveles de contaminación medioambiental que padece nuestro planeta. Estas fotos, si bien pueden resultar chocantes y hasta herir alguna sensibilidad, lo que intentan es ser una forma más de concienciar, para que de una vez por todas cada cual decida qué parte de culpa le toca, la asuma y comience a hacer algo con el fin de remediarlo.
