Galería

Los últimos pulqueros

En Singuilucan, Hidalgo, don Bernardo y sus hijos se resisten a abandonar la producción de pulque. A sus alrededor de 70 años, este viejo corre con el vigor de un joven a raspar cada maguey.

En Singuilucan, Hidalgo, don Bernardo y sus hijos se resisten a abandonar la producción de pulque. A sus alrededor de 70 años, este viejo corre con el vigor de un joven a raspar cada maguey.

Cerca del lugar se localizan los Llanos de Apan, principal zona productora de pulque durante el porfiriato, que ahora luce árida, seca y sin magueyes.

El auge que alcanzó la producción del “néctar de los dioses” lleva a la nostalgia, a tiempos remotos. El pulque para los prehispánicos era sagrado. Sólo lo bebían ancianos y sacerdotes en ceremonias. Quienes se excedían eran castigados hasta con la muerte.

En la época prerrevolucionaria, 40 por ciento de la carga ferroviaria diaria era pulque. La actividad generó un polo de desarrollo económico en la parte central de México.

Aunque don Bernardo no sabe de historia, se aferra a una actividad en peligro de extinción y nos recuerda que los mexicanos alguna vez tuvieron una diosa del maguey y el pulque: Mayahuel. Este hombre es uno de los últimos pulqueros.

Fotos y texto: Ernesto Perea

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO