Legislación Ambiental

Organizaciones campesinas ¿Producción agrícola o de votos?

Ancladas al viejo sistema priista de Estado que les brindó privilegios políticos y económicos, las organizaciones campesinas, aglutinadas en el Congreso Agrario Permanente (CAP), arrastran una historia marcada por pugnas internas, escisiones y oportunismo político. La mayoría se ha caracterizado por responder a intereses particulares y por respaldar políticas de los gobiernos en turno.

Y es que su lucha ha estado más orientada en captar el “voto verde” y ganar posiciones en las cámaras legislativas y cargos de gobierno, que en resolver los problemas reales del campo.

En un principio ignoradas y menospreciadas por el gobierno de Vicente Fox, las organizaciones campesinas recurrieron a la movilización para recuperar espacios de negociación y plantear demandas frente al foxismo, que no ha sabido cómo relacionarse con estas viejas estructuras del Estado.

“El gobierno de Fox no sabe cómo relacionarse con estas organizaciones, porque llegó convencido que todo lo anterior estaba mal e implicaba corrupción y quiso hacer tabla rasa, pero sin dar opciones”, reflexiona Hubert Carton de Grammont, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (IIS-UNAM).

Añade que esto “fue un error muy grave”, ya que la administración foxista creyó que todas las organizaciones campesinas eran dañinas y que había que trabajar sólo con productores, con individuos, empresarios en su terminología, organismos de tipo empresarial o asociaciones productivas. No tuvo la capacidad de hacerlo, porque no es fácil trabajar directamente con cientos de miles de pequeños productores; hay que pasar por aparatos intermedios y esta tarea la desempeñaban las organizaciones campesinas frecuentemente. “Hay una especie de vacío tremendo, que es parte de la crisis que vivimos”, subraya.

El especialista, quien ha dedicado gran parte de sus estudios a las organizaciones campesinas, manifiesta: “ignoraron a las organizaciones y se dieron cuenta que no tenían capacidad para resolver los problemas y, bien que mal, tenían que pasar a través de éstas para medio arreglarlos. Entonces, dijeron que siempre sí”.

El secretario de Agricultura, Javier Usabiaga Arroyo, pasó del menosprecio al “perdón” frente a las organizaciones campesinas. El funcionario reveló que entre 1998 y 2000 la dependencia que ahora encabeza otorgó 600 millones de pesos sin justificación a las organizaciones campesinas del país, cuyo destino final se desconoce. Incluso, reconoció que el nuevo gobierno no había podido terminar con ese subsidio. Los foxistas entregaron este año al CAP dos millones 200 mil pesos para pagar el salario de dos secretarias, un asistente y el sueldo de su presidente, además de los gastos de teléfono, papelería y gasolina. Con los priistas este subsidio ascendía a siete millones de pesos. (Cambio, julio de 2001.)

Fuerza conyuntural

Luego de la numerosa manifestación a que convocaron el pasado 31 de enero, en la que estuvieron representados diversos sectores, las organizaciones campesinas retomaron fuerza y obligaron al gobierno a sentarse para negociar una “salida” para el campo. Empero, las diferencias internas dentro del CAP afloraron nuevamente, ya que organizaciones como el Consejo Nacional de Sociedades y Unidades de Campesinos y Colonos (Consucc), la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), la Alianza Campesina del Noroeste (Alcano), y de la Coalición de Organizaciones Democráticas de Unidad Campesina (CODUC) habrían negociado con Usabiaga no asistir a dicho acto de protesta contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

“No hay que dejarse llevar demasiado por la resonancia política que tiene el movimiento, que es importante y no está mal; pero la fuerza de este movimiento no está ahí, sino en la coyuntura política concreta”, señala Carton de Grammont.

Tras la desaparición de su papel como gestor económico y ya sin la bandera política de la lucha por la democracia, las organizaciones entraron en una crisis muy profunda, porque ya no lograron captar los financiamientos necesarios para apoyar a sus agremiados, lo cual creó un escenario propicio para establecer una relación clientelar. Eso ha puesto en dificultad a todas las organizaciones campesinas, incluso a la Confederación Nacional Campesina (CNC) que recibía de manera preferencial los apoyos del gobierno, expone el investigador.

Ahora, la nueva bandera de las organizaciones campesinas es la renegociación del TLCAN en su capítulo agropecuario, aunque “no veo posibilidades de una revisión a fondo del tratado comercial y me pregunto si las organizaciones campesinas tienen la capacidad de movilizar a sus bases en el largo plazo, para empujar al gobierno a hacerlo”, manifiesta Hubert Carton.

Luego de una serie de negociaciones con las secretarías de Gobernación, de Agricultura y Economía, las organizaciones lograron la instalación de una Comisión Organizadora de Acuerdos, que coordinaría las mesas de trabajo para discutir los problemas del campo. Sin embargo, el secretario de Agricultura insistió en que el lunes 10 de febrero iniciaran los trabajos del Diálogo por una política de Estado para el campo.

Las dirigencias de la CNC, la UNTA, CIOAC, El Campo no Aguanta Más y El Barzón mostraron su desacuerdo y acordaron no asistir a esa convocatoria “unilateral” de Javier Usabiaga. Empero, sí asistieron el Consucc, Alcano, la UGOCM, la Confederación Agrarista de México (CAM) y algunos miembros de la CNC, que dijeron acudir como “observadores”. También estuvo la disidencia cenecista encabezada por Nabor Ojeda. Todas ellas de corte priista.

José Durán, dirigente de la UCD, asegura que no hay división. “Tomamos un acuerdo que el CAP no haría presencia al inicio de esta mesa y dejamos en libertad a las organizaciones que querían asistir. Sentimos que es un trabajo que está haciendo el secretario de Agricultura, que está en la lógica de crear conflicto interno entre las organizaciones, sin embargo no lo ha logrado y no lo va a hacer porque tenemos un mecanismo que nos permite la flexibilidad necesaria para tomar acuerdos globales y para que cada organización pueda hacer algunas acciones que no rompan con éstos. Usabiaga quiere jalar a sus posiciones algunas organizaciones que le son más afines.”

Los líderes asistentes negaron una y otra vez haber “traicionado” al movimiento y ser “esquiroles”. El martes 11 de febrero, cuando todas las organizaciones se incorporaron a la mesa de diálogo, todos los dirigentes insistieron en que no hay división entre las centrales campesinas.

Empero, un día antes, en un desayuno con los secretarios de Gobernación, Santiago Creel; de Economía, Fernando Canales, y de Agricultura, Javier Usabiaga, se les impidió la entrada a los dirigentes de la Consucc, UGOCM, UGCP, Alcano y de la CODUC. Sólo ingresaron el coordinador del CAP, Rafael Galindo; el representante de la CNC, Diódoro Carrasco; el dirigente de El Barzón, Alfonso Ramírez, y el diputado federal del Partido del Trabajo, José Narro. Hubo incluso reclamos a Rafael Galindo por parte de los dirigentes excluidos, quienes además intentaron destituirlo como coordinador del CAP.

Estira y afloje

Para Carton de Grammont entre las organizaciones campesinas y el gobierno va haber muchos “estira y afloje”. Entre los diferentes dirigentes habrá quien trate de jugar de manera más coherente y quienes actúen pragmáticamente y traten de sacar “tajadas políticas”. En El Campo no Aguanta Más hay gente “más consecuente”, pero la CNC va a jugar “bastante cochino”, considera. El PAN no tiene bases en el campo, por lo que tiene forzosamente que llegar a una alianza con alguien, obviamente con el PRI, para lograr “manipular el movimiento”.

No estoy seguro –reflexiona Carton de Grammont– si la CNC se va a salir con la suya, porque el PAN le tiene miedo a esta central campesina y no quiere volver a darle poder. No sé cómo se resolverá, pero sí se va a “jugar sucio”. El problema que tiene el gobierno es lograr establecer canales de negociación con algunas organizaciones sin darle mucho poder a alguna de ellas. Si le da poder a la CNC, que es una organización todavía con mucha capacidad de movilización, es muy peligroso para el gobierno. Creo que éste está jugando a mantener equilibrios entre la CNC y las otras organizaciones, lo cual es muy complicado.

“No van a renegociar, creo que no; pero sí van a soltar dinero, de alguna forma, van a crear canales institucionales para canalizarlo a las organizaciones”, subraya.

La coyuntura política

La coyuntura electoral va a meter mucho ruido y de alguna manera esta situación va a beneficiar al movimiento campesino, porque los partidos políticos están interesados en ganar votos, y va a haber mucha resonancia, pero eso será en el corto plazo, pronostica Hubert Carton.

En los próximos meses –agrega– el movimiento estará en pleno proceso electoral y eso le va a dar un sesgo particular en el tipo de negociación con el gobierno, que estará entre la espada y la pared y va a tener que ceder en algunos puntos.

Fuera de la coyuntura electoral, después vendrá la “cruda” otra vez, augura Hubert Carton.

Por otra parte, el investigador anota que muchas organizaciones campesinas buscan más votos que producir alimentos, cuando su papel debería ser inverso. “Algunas de las organizaciones que antes se decían independientes, autónomas o democráticas, hoy en día han caído en el juego de la CNC, que busca más votos que producción.”

–¿Dejaron las organizaciones de pensar en la producción y se dedicaron más a la política?

–No, por eso estamos jodidos –responde Max Agustín–, porque no nos hemos dedicado plenamente a la actividad política en serio, la hemos abandonado, se la dejamos a las elites y burocracias partidarias. Hemos sido desplazados, sustituidos y falsamente representados. Los campesinos no hacen política, de ahí el manipuleo en cada elección, porque no han generado plenamente una conciencia política.

–¿Sigue siendo una reserva para los partidos el llamado voto verde?

–Quien diga eso no conoce nada del campo y de los campesinos –dice Ignacio Irys–. Los campesinos somos políticamente un sector inteligente y consecuente, contrario a lo que piensan muchos. Cuando dicen que vendemos el voto por Procampo o una dádiva del Estado hay poca autocrítica de los partidos.

Los campesinos votan por quienes los atienden y utilizan a las organizaciones para objetivos concretos. Por eso hay oficios para gestionar créditos o servicios donde se encuentran sellos de todas las centrales.

La relación clientelar entre las organizaciones y los partidos se está dejando a un lado. Generó la usurpación de la representación, eso le sucedió sobre todo a la CNC, que cada día se fue alejando de sus planteamientos en sus acciones legislativas y de lo que decían representar, expresa Max Agustín Correa.

Al respecto habla Álvaro López: “No creo que haya un voto verde cautivo, lo habrá en la medida de que haya candidatos que ofrezcan una plataforma clara, real, atractiva para los electores de campo, pero no en función de que medie la ignorancia.”

En meses pasados, algunas organizaciones trataron de impulsar un partido campesino, pero no lo lograron.

Los retos

De acuerdo con los propios dirigentes, el reto de las organizaciones es lograr espacios de diálogo y que el gobierno los considere interlocutores válidos, ya que había una actitud de desdén y de menosprecio, toda vez que se ha pretendido operar sólo con fundaciones y organizaciones no gubernamentales.

También se deberán construir acuerdos y consensos con el gobierno para que se reorienten las políticas agrícolas y se otorgue un mayor presupuesto al sector, que permita enfrentar rezagos, como el agrario que tiende a traducirse en focos de violencia y enfrentamiento entre campesinos e indígenas.

Un reto más será dejar de ser organizaciones más político partidarias para consolidarse como organizaciones gremiales y de productores.

Hubert Carton, también coordinador de la Unidad de Estudios sobre Empresas, Migración y Empleo en el Campo (Uesemec) del IIS-UNAM, expone que el actual movimiento campesino es débil, aunque hay que reconocer que es más fuerte que el movimiento social en general, especialmente el obrero. Hoy en día se acabó con el corporativismo priista, pero hay peligros de caer en nuevas formas de corporativismo.

Considera que las organizaciones campesinas son “un mal necesario”, porque sí tienen muchos problemas en su orden interno y habría que tratar de asegurar que hagan realmente el trabajo de organización productiva; muchas sí lo hacen, pero otras sólo se dedican a la política.

La crisis de las organizaciones en el largo plazo continuará –analiza Carton de Grammont– hasta que surjan otras que tengan un sustento social renovado, ya sea de las que actualmente existen y logren fortalecer su trabajo u otras nuevas. Tienen que readaptarse frente al nuevo escenario y redefinir cuál debe ser su papel hoy en día.

Hay un conjunto de actitudes que las organizaciones tienen que corregir para convertirse en órganos no burocráticos, sino ágiles y eficientes en pos de superar los problemas que plantean sus agremiados. La central que no lo haga tenderá a desaparecer, apunta Álvaro López, dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas UNTA. (Ernesto Perea)

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