Nacional

Los riesgos de la política ambiental de Donald Trump

Redacción Teorema Ambiental

trumpLa administración de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, buscó dejar a su país con un avance importante para cumplir con los compromisos hechos en la COP21, la cumbre sobre cambio climático celebrada en París en 2015, que concretamente buscan que los países reduzcan sus emisiones contaminantes de un 26 a un 28 por ciento para 2025, para limitar los efectos del calentamiento global en la temperatura media anual de la Tierra por debajo de 2 grados centígrados y llevarla lo más cerca posible de 1.5 grados.
Sin embargo, el arribo de Donald Trump a la presidencia estadounidense supone una amenaza al cumplimiento de estos acuerdos no solo en su país, sino en otras naciones cuyas actividades son altamente nocivas al medioambiente, como China o la India, pues podrían también abandonar estos acuerdos.

Según Trump: “El concepto de calentamiento global fue creado por los chinos para que la industria de EU dejara de ser competitiva.” Esta afirmación fue publicada en Twitter el 6 de noviembre de 2012 y posteriormente afirmó: “El cambio climático es un mito que no nos conviene porque tenemos que ser ambientalmente más sostenibles, lo que conlleva menos puestos de trabajo.”

Como consecuencia, el entonces presidente electo prometió cancelar el acuerdo climático firmado por Obama en París y derogar toda la regulación ambiental promovida por su antecesor, pues defiende la creencia de que el cambio climático no ha sido provocado por el hombre y, por lo tanto, no tiene sentido reducir las emisiones provenientes de los combustibles fósiles.

Su primera medida fue nombrar a Myron Ebell como líder del equipo de transición de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y a Scott Pruitt como el próximo encargado del funcionamiento de la agencia reguladora del medioambiente en Estados Unidos. Finalmente, Trump anunció que retirará el apoyo presupuestal a la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) para continuar las importantes investigaciones que ha hecho sobre el tema.
Vigilancia ambiental “políticamente correcta”

Con esta medida, todos los programas de estudio de la evolución de la temperatura terrestre, el deshielo en los polos y todos los grandes fenómenos climáticos terrestres, lanzados en 1991 y que operan desde 1999 gracias al despliegue de una red de satélites de observación, serán cancelados.

Bob Walker, consejero de Trump sobre políticas espaciales, afirmó al diario británico The Guardian en noviembre que esta reducción será porque la NASA se dedicará específicamente a la exploración espacial, ya que el nuevo presidente desea explorar el sistema solar entero antes que culmine el siglo XXI.

Walker argumentó que la detención del programa “políticamente correcto de vigilancia medioambiental” se debe a que este nuevo gobierno quiere que la NASA se dedique específicamente a la exploración e investigación del espacio y que la investigación sobre la Tierra “estará mejor en otras agencias cuya misión principal es esa. La investigación climática es necesaria, pero demasiado politizada”, agregó.

La administración de Obama había decidido que el presupuesto de la división de Ciencias de la Tierra de la NASA fuera de dos mil millones de dólares en 2017, en vez de los dos mil 800 millones para la división de Exploración Espacial.
Sin embargo, estas medidas derogatorias serían apoyadas por los legisladores republicanos, quienes serán mayoría en el gobierno de Donald Trump y desde 2015 redujeron en 500 millones de dólares los recursos para el monitoreo climático de la Tierra.

El legado de Obama prevalecerá

Pese a todos estos esfuerzos emprendidos por Trump para desandar las acciones de Barack Obama, incluido el fin de la “Guerra contra el Carbón”, el combustible fósil más contaminante, es probable que el mercado energético no se lo permita. En su campaña, el magnate se regodeó hablando de “derogar el ilegal Plan de Energía Limpia” y otras regulaciones ambientales vigentes. Pero es tan o más complicado modificarlas o eliminarlas, particularmente una vez que fueron revisadas y completadas.

En los últimos dos años, la generación de energías eólica y solar ha crecido de una manera muy importante y sus precios han bajado dramáticamente, al punto de poder competir con los llamados combustibles “sucios”, como lo son el petróleo y el carbón.

Por ejemplo, la capacidad para la generación de energía eólica creció más de 100 por ciento entre 2009 y 2015, y se espera que la tendencia se mantenga, según cifras de la Agencia de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés). Por su parte, la energía solar reporta un incremento de más de un 900 por ciento. Lo que significa que de toda la nueva capacidad añadida a la red eléctrica en 2015, cerca de la tercera parte proviene de energía solar.

Gracias al bajo precio del gas natural así como a las políticas en favor de las energías renovables, el consumo de carbón está decayendo consistentemente. De acuerdo con la EIA, en 2015 las plantas energéticas de Estados Unidos quemaron 740 millones de toneladas de carbón, 13 por ciento menos que en 2014 y 26 por ciento menos respecto a 2005.

En cuanto a la industria automotriz, las armadoras buscan duplicar la eficiencia del combustible en autos y camiones para 2025, por lo que podrían rechazar una nueva regulación, sobre todo tras haber invertido años de investigación para cumplir con las normas actuales.

Según Jody Freeman, director fundador del Programa de Políticas y Leyes Medioambientales de la Universidad de Harvard. “Los vehículos diseñados con arreglo a esas regulaciones llevan ya cuatro años en las cadenas de producción, y los planes de productos para los próximos años ya están en marcha”, de acuerdo con Univisión Noticias.

Por otro lado, las leyes relativas a la regulación de gases de efecto invernadero en el estado de California o el programa Northeast’s Regional Greenhouse Gas Initiative, cuyo propósito es reducir la contaminación provocada por estos gases, continuarán promoviendo políticas que presionen a la industria y los consumidores hacia el recorte de emisiones.

Este tipo de regulación ya aplica en 11 estados de la Unión Americana, que voluntariamente se integraron y no requieren de la intervención del gobierno federal para operar.

En cuanto a infraestructura, las ciudades más importantes del país se ajustan a códigos que reclaman construcciones más eficientes, en cuestiones energéticas, pues desastres como el huracán Sandy en el noreste y las devastadoras inundaciones en el sur, han impulsado a los gobiernos locales a formular planes de adaptación y de mitigación de los efectos climáticos.

Pese a que el discurso de Donald Trump ha sido completamente opuesto a muchas de las políticas que distinguirán el gobierno de Barack Obama —como las relacionadas con el medioambiente—, la conciencia de los ciudadanos y el trabajo serio de los científicos están formulando una nueva visión al problema del calentamiento global.

Este trabajo desarrollado desde hace años ha contribuido a que la gente actúe para mitigarlo, y ahora, esta misma gente está capacitada para cuestionar medidas que vayan en detrimento de la “salud” de nuestro planeta.

imagen: Twitter

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO