Legislación Ambiental

La conspiración del silencio de la Casa Blanca

Que se recuerde, ningún otro presidente de Estados Unidos malbarató en tan poco tiempo su capital político, su popularidad. Luego de obtener el apoyo de sus gobernados después de los atentados del 11 de septiembre, con el respaldo suficiente para invadir Irak y permanecer en Afganistán so pretexto de acabar con el mal, George W. Bush pierde cada vez más adeptos y sus promesas se derrumban estrepitosamente.

Cuando su liderazgo va en picada dentro y fuera de Estados Unidos, trató en su reciente Informe a la Nación ganar respaldo público y restar importancia a sus fracasos militares. Y nada mejor que colgarse del tema ambiental y anunciar la producción de etanol para disminuir la dependencia de los hidrocarburos, y admitir, luego de atribuirlo a fenómenos naturales, que es necesario afrontar el cambio climático.

En el primer caso, pronto tuvo la respuesta de los especialistas, quienes han mostrado las desventajas de producir etanol en Estados Unidos con base en maíz. Resulta un mal negocio en términos de rendimiento. Mejor obtenerlo de la caña de azúcar, como en Brasil. Las ventajas climáticas de las áreas tropicales son claves en este caso. Pero además, Bush no ha divulgado los programas que, según él, apoyará para impulsar las fuentes alternas de energía. Y mucho menos mostró plan alguno para reducir el consumo de hidrocarburos en su país, el más elevado del planeta y el generador de la cuarta parte de los gases de invernadero. En pocas palabras, seguirá el derroche energético mientras Estados Unidos trata de garantizar a largo plazo el control de los yacimientos petroleros de Medio Oriente, México, Venezuela y Colombia, por ejemplo. Hoy la potencia vecina lleva de otros países 60 por ciento de los hidrocarburos que consume internamente.

Tampoco le creyeron su promesa de duplicar para el año 2025 las reservas internas de petróleo para casos de emergencia. El las calculó en mil 500 millones de barriles. Pero es una operación muy costosa. Mucho mejor sería racionalizar el consumo de energía. Sobre este asunto, silencio. Menos mal que no habla ya de apoyar las intenciones de la Exxon Mobil y otras compañías de extraer el petróleo del Artico, un proyecto suficientemente impopular entre la población y los congresistas, habida cuenta los efectos ecológicos negativos que causaría.

Y para contribuir aún más a la debacle del mandatario, el representante demócrata Henry Waxman, quien preside la comisión legislativa sobre el cambio climático, reveló que la administración de Bush nunca ha querido entregar al Congreso los documentos sobre la estrategia oficial para frenar dicho fenómeno.

Por su parte, el senador John Kerry habla de «una conspiración del silencio» de la Casa Blanca para minimizar el debate público sobre dicho calentamiento. Además de que el gobierno sabe perfectamente sus causas y efectos, en vez de hacer algo positivo se dedica a silenciar y a censurar a los expertos gubernamentales que dicen la verdad y exigen un cambio de rumbo en política energética.
En paralelo, se conocieron más detalles de la estrategia de las trasnacionales petroleras para desacreditar el informe que los expertos presentaron hace dos semanas en París sobre las causas y los efectos del cambio climático. Es financiada por la mayor empresa petrolera del planeta, la Exxon Mobil, e incluye el pago a científicos y economistas para que escriban textos o dicten conferencias que aseguren que el hombre, el modelo económico vigente, no son la causa de lo que ahora es tema central en la agenda mundial.

Las denuncias de Waxman y Kerry, así como la divulgación de datos que muestran la forma en que las petroleras buscan aliados en la academia, se unen a las intenciones ya expresadas por algunos integrantes del Congreso, dominado por los demócratas, de ratificar el Protocolo de Kyoto y dar así un giro radical a la política energética estadunidense.

Y mientras a Bush las cosas no le salen como desearía, es decir, a gusto de las grandes empresas, en México elaboran a las volandas el programa gubernamental para enfrentar el cambio climático. Por supuesto, sin la participación efectiva de la sociedad. Los funcionarios no aprenden del pasado.

Fuente: La Jornada

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