Legislación Ambiental

El Protocolo de Kioto y la globalización sin freno

Álvaro Cepeda Neri

Colaboración especial

La globalización en marcha devastadora, por cuanto que la mundialización del capitalismo (más o menos racionalista en los países altamente desarrollados, y un capitalismo salvaje desde éstos hacia los países subdesarrollados), continúa siendo un sistema económico predominantemente de expansión comercial, sin descartar el expansionismo territorial (como es ahora el caso de Estados Unidos sobre Irak), donde “el pez grande (las potencias mundiales) se come al pez chico” (las naciones pobres y dependientes).

La globalización, pues, de santo y seña capitalista, se sintetiza como “la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales” (Joseph E. Stinglitz: El malestar en la globalización. Ediciones Taurus, 2003). Libre comercio para la penetración sin límite, desde los grandes centros de gravedad capitalista hacia las economías abiertas de par en par de los Estados más débiles, con la pérdida de su soberanía ante las embestidas del exterior. Y cuanto estos países pueden exportar para competir en los libres mercados de aquéllos, de inmediato irrumpe el proteccionismo disfrazado, por ejemplo, de la Ley de Bioterrorismo.

Y como esa globalización es la punta de lanza de las naciones económica y/o militarmente capaces de imponer unilateralmente su voluntad (Estados Unidos pasando por encima de la ONU), entonces lo que puede ponerle un freno a ese expansionismo económico–comercial, rápidamente recibe la más drástica ofensiva para liberarlo y darle vía libre. El Protocolo de Kioto, cuya convención fue adoptada en 1997 por la ONU, para obligar a los países altamente industrializados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, no esperó siquiera su alumbramiento cuando, primero, Estados Unidos y, ahora Rusia, con otros países capitalistas, no solamente se opusieron, sino que de plano se negaron a suscribirlo.

Las emisiones de gases con efecto invernadero, que ya provocaron cambios drásticos en el clima y generarán peores consecuencias, para la vida en general sobre nuestro planeta, no serán reducidas y con ello el Protocolo de Kioto es una de las grandes esperanzas que ha perdido la humanidad. La única manera de insistir en su puesta en vigor y su cumplimiento, es que las naciones que ya suscribieron la convención impongan sanciones económicas y ecológicas al libre comercio de la globalización que se niega a reducir, en sus países, la emisión de esos gases.

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