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Cítricos, agrio momento

La zona conocida como la Huasteca tuvo un auge –manera particular en cuanto a la producción de cítricos se refiere–, en la década de los sesenta, gracias a la gran demanda tanto en el mercado local y como en el nacional.

Sin embargo, los productores cultivaron sus huertos sin apoyo técnico y con la carencia de una planeación de mediano y largo plazos. Los trabajadores del campo obtuvieron plantas injertadas de Veracruz, con patrones de naranjo agrio.

Además, al no contar con una asesoría técnica especializada cometieron un error más: sembrar las plantas a una distancia inadecuada entre una y otra. Con el paso del tiempo, los huertos se sobrepoblaron e impidieron el paso del sol, lo cual trajo como consecuencia una deficiente calidad y baja producción.

Para colmo, las campañas fitosanitarias que son responsabilidad de las autoridades “competentes” brillaron por su ausencia, de manera que la mosca mexicana de la fruta atacó de manera sistemática a los huertos.

En la actualidad, los productores tienen que enfrentar los bajos precios del producto, resultado a su vez de la baja calidad generada. El síntoma de la desorganización se observa también en la carencia de paquetes tecnológicos que mejoren la calidad de la producción y la complicación para transportar la mercancía por caminos rurales de difícil acceso.

Las maniobras para recolectar el producto son muy rudimentarias, y esto eleva los costos de la cosecha. El resultado: hoy en día, para el productor ya no es rentable la actividad y los huertos se encuentran abandonados. Plantas parásitas como el escápalo han invadido la zona Huasteca, y esto ha afectado tanto el desarrollo del árbol como al fruto.

Muchos productores consideran que ya es muy tarde, pues están concientes de la necesidad de aplicar prácticas de fitosanidad, pero el problema es que no cuentan con los recursos necesarios para ello. El producto, al ser atacado por la mosca mexicana cae al suelo y ello acelera la reproducción de este insecto; además, los intentos por organizarse han resultado infructuosos, porque es más poderosa la necesidad que agobia al individuo, que una organización que no rendirá frutos de manera inmediata.

Para revertir esta situación, algunos productores proponen que el Estado otorgue asesoría técnica y que al mismo tiempo se apoye económicamente con recursos destinados a una capacitación adecuada, a mejorar la calidad del fruto y a desarrollar organizaciones formales.

Esto ayudaría a desarrollar esquemas que permitan tener acceso a los centros de acopio donde puedan entregarse las cosechas y que se comercialicen los productos a precios más atractivos. Así, el productor podría recibir un apoyo adicional en el precio del producto por tonelada; esto animaría a todos los involucrados a vender su producto por la misma vía.

Asimismo, el consejo de administración del centro de acopio tendría la oportunidad de ofertar su producto a empresas que requieren y exigen de la certeza de recibir el producto de calidad pactado en un convenio.

En resumen, se propone que el productor tenga acceso a capacitación permanente y a asistencia técnica especializada para mejorar los huertos, que el trabajador del campo reciba apoyo gubernamental para poder organizarse y enfrentar con éxito los retos del mercado.

Por último, se recomienda que el Estado aplique subsidios directos a la producción al momento de la entrega de las cosechas y que mediante el Programa Alianza para el Campo otorgue al agricultor productos agroquímicos que estén disponibles al momento en que se requieran.

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