Energía

Soberanía energética nacional sí, pero de otra forma

El sistema energético de México está basado en un modelo obsoleto del siglo XIX, y no se ha revisado hasta nuestros días, lo que implica que la energía es transportada en un sistema que no funciona y en el cual se llega a perder hasta el 20 por ciento de la generación, logrando que seamos energéticamente ineficientes

Manuel Vergara*

Ciudad de México, 2 de marzo de 2021.— México es un país con una fuerte dependencia del suministro de gas procedente de Estados Unidos, y en particular de Texas, el mayor productor del país vecino. Cuando en días pasados, una inusual tormenta invernal azotó este estado, los efectos del cambio climático desencadenaron una serie de infortunios que pusieron de manifiesto que, en México, el sistema eléctrico nacional está fundamentado en un modelo obsoleto y que está en nuestras manos poder cambiarlo.

El primer efecto de la tormenta fue provocar un aumento de la demanda de gas para calefacción en Estados Unidos, demanda que no pudo ser abastecida por los pozos de gas texanos, debido a que se congelaron ante el frío extremo. La ley de la oferta y la demanda no perdona, y los precios de tan preciado insumo se dispararon entre un 6,000 y un 10,000 por ciento de un día para otro.

El Gobierno de México tomó la decisión de no comprar gas a Estados Unidos, bajo el entendible argumento de que comprar gas bajo estas circunstancias supondría gastar en un solo mes el equivalente a todo el presupuesto anual destinado a tal fin. Esta decisión implicaba dejar sin gas al 50 por ciento de las centrales eléctricas del país, que generan electricidad a partir de este combustible, del que México importa el 70 por ciento de su consumo total. La funesta cadena de consecuencias no se hizo esperar, y la CFE tuvo que realizar apagones selectivos en lugares importantes para la economía del país.

El comercio y la industria, motores de la economía nacional, se vieron obligados a limitar sus horarios de atención al público y a reducir su actividad productiva, respectivamente.

Todo esto es un efecto inesperado en México del cambio climático, algo que todavía muchos insisten en minimizar.

El pasado jueves 18 de febrero, el presidente de la República en sus habituales comparecencias mañaneras ante la prensa, afirmó que este caso reafirma su convicción de que México tiene que avanzar hacia la “soberanía energética nacional”. Los que vemos en la tecnología una fuerza de innovación constante para el beneficio de las personas y del medio ambiente, podríamos manifestar nuestro acuerdo con la idea de que México debe alcanzar un mayor grado de soberanía energética nacional, pero no del modo en que lo está entendiendo el Gobierno de México.

El sistema eléctrico nacional está diseñado pensando en que la energía solo se puede generar mediante grandes centrales, que queman este o aquel combustible, e inyectan su energía a una inmensa telaraña de cables, que la transportan a lo largo de centenares de kilómetros hasta los hogares y las empresas. Esta manera de producir energía, que inició en el siglo XIX y que no ha sufrido revisión alguna hasta nuestros días, implica que durante su transporte, se pierde una gran cantidad de energía eléctrica, lo que en el argot de la industria eléctrica se conoce como “pérdidas técnicas”. Esta primera fuente de pérdidas coexiste con una segunda, fruto de la picaresca nacional, y que se conoce como “pérdidas no técnicas” y que no es otra cosa que el efecto de todos los diablitos de aquellos usuarios que se cuelgan ilegalmente de la red para aprovechar una energía que nunca pagarán. De este modo, en México se pierde el 20 por ciento de toda la energía que se genera.

Hoy en día, los paneles solares tienen eficiencias mucho mayores incluso que las de diez años atrás, y cualquier hogar o negocio puede generar el 60 por ciento de su consumo energético en el mismo lugar donde esta energía se va a consumir. Producir energía en el mismo lugar de su consumo se conoce como generación distribuida, y representa una gran oportunidad para alcanzar la soberanía energética nacional a la que apuntaba el presidente de México. Los consumidores que generan su propia energía pueden seguir usando la energía que las centrales eléctricas lejanas inyectan en el sistema eléctrico nacional, pero el efecto neto es que se reduce la dependencia del país de los combustibles fósiles extranjeros, ya que los paneles solares tan solo transforman la energía que nos regala diariamente el sol.

El avance de la tecnología ya ha hecho posible que la energía se pueda almacenar en baterías para que podamos usarla durante la noche, cuando no podemos aprovechar la energía del sol. Actualmente ya existen baterías que no son ni tóxicas ni contaminantes, como las baterías LFP o litio-ferro-fosfato, que pueden conseguirse a precios que en este momento hacen muy rentables las inversiones en este tipo de tecnologías.

Ya es posible, por tanto, lograr una soberanía energética nacional, si los hogares y las empresas mexicanas aprovechan los beneficios de generar su propia energía en el lugar donde se va a consumir. También es posible reducir el impacto de los apagones en nuestros negocios, mediante baterías LFP, que además pueden ser utilizadas con el propósito de ahorrar en el recibo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Esto se consigue si cargamos las baterías con la energía de la red en los horarios en los que esta es más barata, de madrugada, y usamos esta energía almacenada en la batería para abastecer al negocio en los horarios en los que la tarifa es más alta, es decir, en las últimas horas de la tarde, evitando consumir de CFE en estos horarios, reduciendo así drásticamente el recibo mensual.

La tecnología existe, y ya es rentable. No deberíamos insistir en un modelo obsoleto, que nos resta soberanía energética nacional y en el que la energía se produce lejos de las ciudades, con combustibles contaminantes en centrales construidas en lugares en los que antes había bosques o campos de cultivo. Como si no estuviesen vacíos los techos de nuestras casas y negocios.

* Licenciado en Física por la Universidad de Valencia, España, y maestro en Administración de Empresas Socioambientales por la Universidad del Medio Ambiente, siendo miembro de su consejo de administración. Actualmente es director de Pireos Power, empresa miembro de la Asociación Nacional de Energía Solar (Asolmex)

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