Energía

Renace la energía nuclear

Argentina, Brasil y México anunciaron la creación de nuevos reactores atómicos, para generación eléctrica. Ambientalistas advierten sobre potenciales riesgos de seguridad.

Apenas 3.1 por ciento de la energía eléctrica de América Latina proviene de fuentes nucleares, pero si prosperan los planes de expansión de Argentina, Brasil y México, esa proporción podría más que duplicarse en una década, para preocupación de los ambientalistas.

Encaramados a la ola mundial favorable a la energía nuclear impulsada por los altos precios del petróleo, Brasil se propone instalar su tercer reactor, mientras Argentina y México pasarán de dos a cuatro.

Brasil, uno de los nueve países del mundo que enriquecen uranio ―insumo esencial de la energía nuclear―, busca hacer viable una producción mayor. Y Argentina intenta retomar actividades de enriquecimiento iniciadas en la década de 1980 y detenidas en 1992.

Las centrales en funcionamiento, con tecnologías de segunda generación, tenían estimaciones de vida útil de 15 y 20 años en el caso de México y de 30 y 40 en Argentina y Brasil. Pero los planes implican prolongarlas incluso hasta 60 años en algunos casos.

Las críticas de ecologistas, encabezadas por la organización Greenpeace, apuntan al peligro de accidentes, la acumulación inevitable de desechos peligrosos y la poca transparencia que suele rodear a la actividad nuclear.

No hay afán de ocultamiento, pero “por tratarse de industrias estratégicas que involucran cuestiones de seguridad nacional hay datos que no es apropiado que se den a conocer a la población en general”, dijo en entrevista el subsecretario (viceministro) de Electricidad de México, José Acevedo.

El gobierno de este país anunció a inicios de este mes un plan para construir dos reactores que estarían funcionando en 2010, y abrió una licitación para incrementar la capacidad de otros dos activos desde los años noventa, en la central de Laguna Verde, 290 kilómetros al noreste de la capital. El 5 por ciento del consumo eléctrico mexicano es aportado por estas centrales.

El gobierno argentino lanzó un plan similar en agosto, que incluye terminar la construcción de una central inconclusa, estudiar la factibilidad de erigir una nueva y producir uranio enriquecido.

Las dos plantas argentinas suministran 7 por ciento de la electricidad que consume el país suramericano: Atucha I, a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, y Embalse, en la provincia de Córdoba, centro-norte del país.

Construida en 1974, Atucha I fue la primera central nucleoeléctrica de América Latina. Su vida útil es de 32 años, pero las autoridades estiman prolongarla a 42.

Embalse se sumó en 1984 y su licencia de operación expira en 2014. El plan del gobierno es invertir 600 millones de dólares en la terminación de Atucha II, que comenzó a construirse en 1981 y quedó paralizada en los años noventa.

Brasil, poseedor de la sexta mayor reserva de uranio del mundo, desea incluso convertirse en un importante productor del estratégico combustible nuclear.

En ese país operan dos centrales instaladas en la playa de Itaorna, municipio de Angra dos Reis, 130 kilómetros al oeste de Río de Janeiro. Se trata de Angra I, inaugurada en 1985, y Angra II, en 2000. Ambas proporcionan cerca de 4 por ciento de la energía eléctrica consumida. Además tiene comprados los equipos para Angra III.

Las centrales son de segunda generación, con una vida útil original de 40 años, pero nuevos estudios la ampliaron a 60. Son más seguras que las primeras construidas en el mundo, y serán superadas por las de tercera generación, que Estados Unidos comenzará a construir en los próximos años, dijo el profesor de ingeniería nuclear de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Aquilino Senra.

El científico nuclear Juan Luis Francois, de la Universidad Nacional Autónoma de México, considera que éstas son buenas noticias.

“Hay actualmente 435 reactores en el mundo funcionando de manera eficiente y segura, a pesar de señalamientos como los de Greenpeace, grupo que hace un manejo de la información bastante tendencioso y no muy limpio”, opina el experto.

En cambio, Guilherme Leonardi, coordinador de la campaña de clima y energía de Greenpeace Brasil, sostiene que las fallas y los accidentes son “inherentes a la tecnología nuclear”.

Embalse y Atucha I han sufrido desperfectos y accidentes a lo largo de los años. La mexicana Laguna Verde tiene fallas administrativas y de seguridad, así como algunas fisuras en sus instalaciones, según reportes de la Organización Mundial de Operadores Nucleares, citados por Greenpeace.

Pero el gobierno afirma que sólo fueron observaciones menores ya corregidas.

La basura de las centrales será siempre un problema, con el riesgo de accidentes o robo, lo que a entender de Leonardi define a la industria como “sucia, peligrosa y superada por fuentes alternativas como la eólica y solar”, además de “muy cara”.

En los tres países, los desechos se van acumulando en depósitos instalados en las mismas centrales, y no está definida su disposición final, pues los gobiernos aseguran contar con capacidad de almacenamiento para varias décadas.

Pero hay casos, como el de Laguna Verde en México, “una central muy insegura”, donde los depósitos están saturados, dijo Arturo Moreno de Greenpeace México.

El subsecretario de Electricidad de México aseguró que “en todo el mundo los desechos se mantienen en depósitos adyacentes a las centrales, hasta tanto se desarrolla una política definitiva”, que aún no existe “en ninguna parte del mundo”, alegó.

Francois mencionó estudios “muy avanzados” para transmutar los desechos (reducir y hasta eliminar su radiactividad), con tecnologías que podrían estar disponibles en 15 o 20 años.

Pero eso no convence a los ecologistas. Juan Casavelos, coordinador de la campaña de energía y clima de Greenpeace Argentina, sostuvo que en “el área nuclear todo es muy preocupante”.

Hay falta de transparencia en la información oficial, y las evidencias de fallas y accidentes en las plantas se ocultan, afirmó.

Además del inevitable vínculo con sus usos bélicos, el desarrollo nuclear cayó en descrédito en 1986, cuando colapsó un reactor de la central ucraniana de Chernobyl, causando el peor accidente de la industria, con una secuela de cientos de miles de víctimas y la contaminación del agua y el suelo de una amplia zona.

A partir de entonces, el activismo ambiental cerró filas contra la energía atómica. Pero ahora, ese movimiento muestra fisuras.

Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace, y el fallecido Hugh Montefiore, quien fue fideicomisario de la red internacional Amigos de la Tierra, se pronunciaron en los últimos años a favor de la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles vinculados al cambio climático.

La Agencia Internacional de Energía, que reúne a los países ricos y grandes consumidores de petróleo, propondrá poner fin a la virtual suspensión mundial del desarrollo nuclear en su próximo informe anual de noviembre, dijeron en entrevista fuentes cercanas a la organización.

Varios países europeos y Estados Unidos se han vuelto a esta tecnología para hacer frente a los costos de los hidrocarburos y reducir emisiones de gases invernadero, argumento también esgrimido en América Latina por Chile, cuya presidenta Michelle Bachelet dispuso estudiar la factibilidad de esta fuente.

El 16 por ciento de la electricidad del mundo procede de plantas nucleares, mientras los seis reactores operativos en América Latina proporcionan 3.1 por ciento de la de la región, según la Organización Latinoamericana de Energía.

Para Francisco Carlos Rey, vicepresidente de la estatal Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina, las reacciones negativas obedecen a mitos, sembrados en parte por Chernobyl.

El grado de seguridad de las centrales es ahora de cien por ciento, afirmó.

Fuente: Tierramérica, Inter Press Service, Federación Internacional de Periodistas Ambientales.

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