Energía

México y su maldición del petróleo

México es un país con abundancia de recursos petroleros, pero, igual que al rey Midas, esa riqueza puede haberle traído una maldición: la maldición del carbono

Amapola Nava/Agencia Informativa Conacyt

maldicion-petroleoLa maldición del carbono es una nueva hipótesis económica que establece que los países con mayor cantidad de combustibles fósiles —petróleo, carbón, gas natural y gas licuado— tienden a emitir, en el mediano plazo, mayor cantidad de dióxido de carbono (CO2) por cada unidad de su Producto Interno Bruto (PIB), es decir, para mantener sus actividades productivas, el país emite mucho más carbono a la atmósfera por unidad productiva que otros países.

Esta maldición tiene consecuencias para las políticas públicas, pues los países ricos en combustibles fósiles deberán tomar acciones concretas si pretenden cumplir sus metas de mitigación del cambio climático, establecidas en el Acuerdo de París. Y justamente, dar herramientas a los países que dependen de la extracción y exportación de petróleo, para desarrollar una economía baja en carbono, es el objetivo del trabajo de posdoctorado de Katya Pérez Guzmán.

La doctora en ciencias políticas realiza su trabajo en el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA), un instituto internacional dedicado a la investigación mediante el análisis de sistemas. IIASA tiene convenio con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para la realización de posdoctorados, pero IIASA también está abierto a realizar proyectos de investigación con diferentes instituciones en México.

—¿Por qué se hereda la maldición del carbono?

—Existen cuatro razones principales: En primer lugar, la extracción y exportación del petróleo y otros combustibles requieren de una gran cantidad de energía y generan bastantes emisiones de gases de efecto invernadero.

En su tesis de doctorado, Katya Pérez evidenció que en México, durante el descubrimiento del Complejo Cantarell, con la consecuente exportación de crudo, incrementaron en 50 por ciento las emisiones de carbono por actividad productiva.

Por otro lado, la facilidad con que los países obtienen el combustible fósil les hace parecer innecesario evitar las prácticas derrochadoras como la quema de gas o invertir en energías renovables y en mejorar la eficiencia energética, lo cual puede ser alimentado por la corrupción y la falta de visión o transparencia en las instituciones. En tercer lugar está el alto nivel de subsidio a los combustibles que existe en estos países, que aumentaría el consumo del recurso por los ciudadanos y por las industrias altamente emisoras de CO2, como la del transporte o del cemento.

Por último, está la enfermedad holandesa, que ocurre cuando las exportaciones de un producto aumentan el valor de una moneda y esto hace más difícil para los productores de otros bienes vender sus productos en el extranjero, con esto se afectaría la manufactura y la agricultura de la nación.

Sistemas complejos

Pero las razones exactas por las cuales la riqueza petrolera de un país lo puede llevar a una producción excesiva de gases de efecto invernadero por unidad de producto no son fáciles de determinar.

El reto en este momento es encontrar una forma de cuantificar de manera global y comparativa qué tanto depende un país de la extracción y exportación de combustibles fósiles, para poder entonces investigar cómo esta medida se relaciona con su intensidad de carbono, otra medida alternativa sobre cambio climático.

Lo que la doctora en ciencias sociales pretende hacer es analizar cómo se modifican las cantidades de emisiones de las diferentes industrias de un país cuando cambian las ganancias monetarias obtenidas de las exportaciones de combustibles fósiles, y comparar esta relación con la que existe en países sin el recurso energético.

Por ejemplo, los recursos fiscales provenientes de la venta del petróleo se podrían utilizar desproporcionadamente para la construcción de carreteras o infraestructura que podría beneficiar a industrias como la del cemento o del acero, que son grandes emisoras de carbono; estas industrias también podrían beneficiarse de los subsidios y los bajos precios de los combustibles. Todas esas relaciones entre sectores productivos afectan las emisiones finales de CO2.

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