Contaminación

La incineración y el desarrollo económico mal entendido

La contaminación producida por la generación de residuos peligrosos industriales y domésticos constituye el talón de Aquiles de una civilización que ha promovido el crecimiento económico y la industrialización como prototipos de la modernización y del progreso económico. Este mal llamado desarrollo se ha logrado a costa de la extracción y destrucción acelerada de ecosistemas y recursos naturales, con una gran ineficiencia energética y con el uso excesivo de materiales peligrosos y sustancias tóxicas en procesos productivos que generan, consecuentemente, un enorme volumen de residuos peligrosos.

Evolución global del problema

En los últimos 30 años, las naciones más industrializadas han respondido a la contaminación y envenenamiento de nuestro planeta de diversas maneras: ignorando o tratando de ocultar el problema, tratando de diluir y dispersar los contaminantes en cada medio del ambiente (aire, agua, suelo) para que sus efectos sean menos dañinos aparentemente y, de este modo, controlar la contaminación y los residuos peligrosos con soluciones tecnológicas al final de la tubería o de la chimenea; o bien, los gobiernos, presionados por la opinión pública, han cambiando de enfoque para atacar el problema en su origen mediante la reducción y prevención de la contaminación y de la generación de residuos peligrosos.

Internacionalmente, dos fenómenos impiden la transición hacia formas de producción más limpia: a) el surgimiento de corporaciones y una industria transnacional que se beneficia con el negocio del manejo de los residuos peligrosos y que transfiere sus tecnologías sucias de tratamiento a las regiones menos industrializadas y en proceso de apertura comercial. Son verdaderos grupos de presión para influir en la normatividad ambiental y en la política pública, y b) el movimiento y comercio internacional de residuos peligrosos. Esto permitió a las empresas de Estados Unidos y Europa enviar sus residuos peligrosos a Asia, África y América Latina, donde se vieron beneficiados por precios más baratos y regulaciones ambientales menos estrictas. Esta situación motivó la denuncia internacional de grupos ambientalistas, la celebración de acuerdos regionales en África y Centroamérica, entre otros, y la firma del Convenio de Basilea respecto al control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación que prohíbe, a partir de 1998, que los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) exporten sus residuos peligrosos a países no miembros, incluyendo aquellos destinados al reciclaje.

Los contaminantes orgánicos persistentes y las propuestas para su eliminación

El volumen mundial de residuos peligrosos está provocando el envenenamiento del planeta y de todos sus ecosistemas, degradando la calidad de vida de millones de seres humanos y provocando serios problemas de salud pública. Ya se determinó como prioritaria la eliminación global de los contaminantes orgánicos persistentes (COP), conocidos en inglés como POP. Los COP se refieren a los compuestos químicos orgánicos que son tóxicos, capaces de causar graves efectos crónicos (cáncer y afecciones del sistema endocrino, por ejemplo) y que, por sus propiedades fisicoquímicas, son de una gran persistencia en el ambiente, no respetan fronteras, pueden ser transportados a grandes distancias por las corrientes atmosféricas, y biomagnificarse y bioacumularse en los organismos vivos (en sus tejidos grasos), afectando las cadenas alimenticias en los ecosistemas.

Las Naciones Unidas han identificado 12 COP de alta prioridad, que incluyen compuestos organoclorados como las dioxinas y furanos, los bifenilos policlorados, plaguicidas organoclorados (DDT, clordano, heptacloro, hexaclorobenceno, aldrin, dieldrín, toxafeno) y mirex.

Esta lista de los 12 sólo es la punta del iceberg, pues los COP comprenden hidrocarburos aromáticos policíclicos que han aumentado su concentración en la biosfera, como resultado de la extracción y consumo de hidrocarburos y gas, principalmente; y los compuestos organohalógenos sintéticos (con carbonos que contienen además cloro, bromo, flúor o yodo); la mayoría de ellos son organoclorados como la lista mencionada. Se han aislado 170 compuestos organoclorados en tejidos humanos, incluyendo dioxinas, resultado principalmente de ingerir productos alimenticios con residuos organoclorados, además de la exposición a fuentes de contaminación atmosférica y de absorción por la piel. En 1996 y 1997 se efectuaron reuniones internacionales para discutir la propuesta de varios gobiernos de adoptar un instrumento legal vinculante entre los países para eliminar globalmente los COP.

Las dioxinas son el nombre genérico de un grupo de compuestos organoclorados que tienen como estructura básica la unión por dos átomos de oxígeno de dos moléculas de benceno con átomos de cloro (número que varía entre uno y ocho), de lo que resulta un total de 75 dibenzo-p-dioxinas policloradas (PCDD) y de 135 dibenzofuranos policlorados (PCDF), conocidos genéricamente como furanos. Las dioxinas, los furanos, los bifenilos policlorados (PCB) y las sustancias que reemplacen el cloro por bromo tienen una toxicidad y conducta similar, aunque no todas son igual de tóxicas. La 2, 3, 7, 8 TCDD es el congénere más potente y estudiado de todas las dioxinas.

La exposición a las dioxinas y compuestos similares ha sido asociada con una amplia serie de efectos crónicos en animales y en humanos relacionados con: la formación de cáncer de diversos tipos, la afección del sistema reproductor masculino (baja en la producción de esperma y atrofia testicular, por ejemplo), del sistema reproductor femenino (endometriosis, por ejemplo), cambios metabólicos y hormonales, daños al sistema nervioso central, al sistema inmunológico, desórdenes en la piel, daños al hígado y los pulmones. Esto ha motivado que grupos ciudadanos organizados de Estados Unidos y Europa rechacen la imposición de límites aceptables en la normatividad ambiental, pues esto significa la permanencia de las fuentes de emisión de dioxinas.

Las dioxinas son un residuo peligroso secundario, no intencionado, resultado de los procesos industriales o del tratamiento de residuos peligrosos donde intervienen compuestos organoclorados, como es la producción de cloro, cloruro de vinilo (necesario para la producción del plástico), el blanqueo con cloro del papel, la elaboración de solventes clorados para las tintorerías o la industria electrónica, la fundición de chatarra con cloro, la producción de plaguicidas clorofenoles. Las que son verdaderas fábricas de dioxinas son la incineración de residuos peligrosos, de residuos biológico-infecciosos de hospitales y la incineración municipal de residuos sólidos urbanos, así como la incineración de residuos peligrosos como combustible alterno en hornos de cemento.

Situación en México

Generalmente, se emplea el término desechos tóxicos como equivalente al de residuos peligrosos. Sin embargo, éstos incluyen otras características además de las tóxicas. En México, la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA) define a los residuos peligrosos como todos aquellos desechos, en cualquier estado físico, que por sus características corrosivas, reactivas, explosivas, tóxicas, inflamables o biológico-infecciosas, representen un peligro para el equilibrio ecológico (artículo 2, fracción XXII).

Los residuos peligrosos se clasifican como aguas de proceso, arenas, tierras y polvos, breas, cabezas, colas, catalizadores gastados, disolventes, efluentes tratados, envases y empaques, escorias, líquidos residuales, lodos de proceso, lodos de tratamiento, materiales de relleno contaminados y lubricantes gastados, entre otros. La lista completa de los residuos peligrosos se encuentra en la NOM 052-ECOL-1993.

Volúmenes, fuentes y tipo de residuos

En México, no existe un inventario completo del tipo y volumen de residuos peligrosos generados en el país, a pesar de los manifiestos que por ley deberían cumplir las empresas y establecimientos generadores. Los cálculos aproximados para 1991, son de 14,500 toneladas de residuos peligrosos al día (cinco millones 292 mil toneladas al año). Para 1996, los cálculos habían aumentado a ocho millones de toneladas anuales de residuos peligrosos en México, sin incluir los jales mineros que también pueden ser peligrosos y que se producen en grandes cantidades (de 300 mil a 500 mil toneladas diarias).

Según los datos oficiales de 1994, de los ocho millones de toneladas anuales de residuos peligrosos y de las cinco zonas en que se clasificó el territorio nacional, prácticamente 54.5 por ciento de los residuos peligrosos se generan en la zona centro del país (cinco millones 67 mil toneladas por año), que junto con la región norte (dos millones 6 mil toneladas por año), incluyendo su franja fronteriza (62 mil toneladas por año) , generan casi 90 por ciento de los residuos peligrosos del país (Programa de Minimización 1996-2000).

En la región Centro destacan, el Distrito Federal (22.98 por ciento) y el Estado de México (17.68); en la región norte Nuevo León (10), Jalisco (7.50) y Coahuila (3.75); en la región del Golfo, el mayor generador de residuos peligrosos es Veracruz (5.73); y de la región sureste es Yucatán, con 1 por ciento nacional.

Entre los principales sectores generadores se encuentra la industria química básica, secundaria y petroquímica (40 por ciento del total); le siguen las industrias metalmecánica y metálica con 10 por ciento y la industria eléctrica con 8 por ciento. De los giros industriales que se espera tendrán mayor crecimiento de 1994 a 2000, con la consecuente generación de residuos peligrosos, destacan en primer lugar la producción automotriz, seguido de la producción de plástico, equipo electrónico y de maquinaria y equipo.

Según los cálculos oficiales por tipo de residuo, los aceites y las grasas, conjuntamente con los disolventes representan más de 45 por ciento del total de residuos peligrosos generados en el país. Las resinas, ácidos y bases representan 10 por ciento y los desechos de pinturas y barnices 8 por ciento (Programa de Minimización 1996-2000).

La industria no es el único sector generador de residuos peligrosos, pues también hay que considerar el uso indiscriminado de plaguicidas químicos en la agricultura y los residuos biológico-infecciosos generados por clínicas y hospitales. También hay que recordar que los hogares, aunque en menor cuantía, son también generadores de residuos peligrosos domésticos, en la medida en que consumen y desechan productos que contienen sustancias y materiales tóxicos.

Se estima que sólo 12 por ciento de los residuos peligrosos generados en el país recibe un tratamiento o son depositados en lugares autorizados. La mayoría son vertidos directamente en la red de drenaje o tirados en las barrancas, ríos, mares, mezclados con los residuos sólidos municipales o almacenados en los patios de las empresas.

En el último informe de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), se señala que ha aumentado a 156 el total de empresas autorizadas para el manejo, tratamiento en el lugar, y confinamiento de residuos peligrosos. Se mencionan 16 empresas recicladoras de solventes usados, nueve empresas para el manejo de aceites lubricantes usados, 60 empresas para el almacenamiento temporal, recolección y transporte; cinco empresas para el reciclado de metales, 26 equipos móviles para el tratamiento in situ

de residuos peligrosos, 10 empresas y plantas de tratamiento de residuos peligrosos de actividades petroleras, dos empresas con plantas incineradoras privadas en sus instalaciones, cuatro empresas cementeras bajo protocolo de pruebas para la recuperación de energía mediante incineración de residuos peligrosos, una empresa de tratamiento de aceites contaminados con PCB, 16 empresas para el tratamiento de residuos biológico-infecciosos (la mayoría incineradores) y cuatro empresas autorizadas para el confinamiento controlado de residuos peligrosos (sólo tres de ellas autorizadas para dar servicio público comercial). La lista parcial de estas empresas se puede encontrar en el Informe de la situación general en materia de equilibrio ecológico y protección al ambiente 1993-1994. Sedesol, INE. México, 1994 (pp. 252-255).

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