Contaminación

Ciudad, población y contaminación atmosférica

Las islas de calor urbano son aquellas zonas donde predomina el cemento y la edificación de altura, son centros que condicionan la circulación solenoidal; es decir, se trata de una circulación convectiva a partir del mayor recalentamiento producido por la masa urbana (generalmente pavimento y edificaciones de cemento en altura), la cual va en ascenso y al descomprimirse se enfría y se desplaza hacia la periferia.

En la periferia desciende para iniciar nuevamente su trayectoria hacia la isla de calor inicial. Esta convección puede facilitar la purificación del aire si la periferia no está construida, pero a su vez, puede generar áreas de inversión térmica por compresión.

De acuerdo con su tamaño, del volumen de la población y de la urbanización, una ciudad puede tener una o varias islas de calor urbano. La periferia y las zonas rural-urbanas tienen efectos directos e indirectos sobre la contaminación de la ciudad. Por una parte, pueden ser fuente de contaminación (industrial o agrícola), y por otra, pueden actuar como un efectivo mecanismo de purificación del aire, por efecto de la vegetación.

En general, las zonas, barrios y cordones industriales suelen instalarse en la periferia de las ciudades. Esto es con el fin de no entorpecer el desarrollo normal de las actividades de la población y evitar la contaminación atmosférica por los gases emitidos, por el ruido propio de la industria y por los problemas de transporte.

En las épocas de calma de los vientos planetarios, la situación puede tornarse adversa a la intención del planificador, debido a que el aire descendente llegará a la zona industrial, donde no sólo no se purificará, sino que adquirirá nuevos contaminantes que serán llevados hacia la isla de calor urbano inicial.

Los vientos locales

Los vientos locales se asocian a los grandes cuerpos de agua y al relieve, lo cual genera desigual calentamiento a lo largo del día y la noche. Conocidos como vientos térmicos, tienen más influencia en el verano, ya que la mayor temperatura genera gradientes más pronunciados y, por tanto, es superior la fuerza o velocidad de ellos entre los centros locales de alta y baja presión.

Las ciudades ubicadas en las costas o bajo la influencia del mar, presentan estos vientos que colaboran a la dispersión de los contaminantes. El relieve influye en este fenómeno, debido a que un cordón montañoso próximo al litoral puede obstaculizar su normal desarrollo, imprimiendo a una ciudad un carácter mediterráneo, aunque esté a pocas decenas de kilómetros del mar.

Por otra parte, una ciudad localizada en una planicie amplia, sin relieves interceptores y ubicada a cientos de kilómetros del océano, puede recibir vientos de velocidades adecuadas para la disipación de la contaminación atmosférica. Las ciudades ubicadas entre montañas, donde el ángulo de incidencia de los rayos del sol varía a lo largo del día, pueden tener condiciones adecuadas para la ventilación, ya que se generan vientos locales.

El tamaño de una ciudad es incidente en los procesos de contaminación urbana, debido a que implica mayor población, actividad y más desplazamientos. Sin embargo, hay ciudades que regulan su crecimiento privilegiando la construcción en altura. La forma de una ciudad también influye en los parámetros antes mencionados, ya que los desplazamientos dentro de ella están condicionados por los ejes de conexión.

Por ejemplo, una ciudad alargada tendrá ejes longitudinales primarios y numerosos secundarios. En cambio, una ciudad irregular implica ejes radiales, que en teoría deben ser más eficientes. El emplazamiento en relieves planos o inclinados también genera diferencias en los movimientos de la población y en la localización de la infraestructura urbana.

Actividades de la población urbana

La contaminación atmosférica en una ciudad es producida por las actividades de la población. En primer lugar se da por las actividades primarias, que aunque son las menos, la contaminación que se relaciona con ellas se deriva de las emisiones de polvo en suspensión producidas en las faenas del transporte y por los insumos utilizados como fertilizantes y pesticidas.

Las actividades secundarias, principalmente las industriales, son las que emiten mayor cantidad de contaminantes debido a la naturaleza misma de los procesos involucrados. En general, las plantas de energía eléctrica, la siderúrgica y otras derivadas de la petroquímica son las que producen mayor contaminación.

Por lo general, existen regulaciones para que éstas se ubiquen en barrios industriales o en la periferia, donde pese a todo generan altos niveles de contaminantes que pueden desplazarse por la ciudad a merced del viento.

Por último, las actividades terciarias o de servicios, en general son inocuas, como las labores del gobierno, el comercio y la banca. Sin embargo, el transporte es una de las mayores fuentes de contaminación de las ciudades. Sus efectos se definen según el tamaño del parque automotor, los desplazamientos diarios y estacionales de la población y el estado de las calles.

La recreación, una actividad que por naturaleza no es contaminante, puede generar episodios de fuerte contaminación en los periodos en que la población se desplaza masivamente a centros vacacionales. Esto sucede en forma generalizada en el mundo, especialmente los fines de semana que se prolongan cuando son feriados.

En estos casos, el problema se genera por el gran número de vehículos que circulan a la misma hora y por la gran congestión que se produce en los puntos de conflicto, por lo general en la salida de las grandes ciudades.

El desequilibrio del mundo moderno

Una verdad de Perogrullo es que el aire constituye uno de los elementos básicos de todo ser vivo. Sin embargo, el mundo actual parece olvidar dicha sentencia. Mientras nuestros pulmones filtran diariamente al menos 15 kilogramos de aire, solamente absorbemos 2.5 kilogramos de agua y menos de 1.5 kilogramos de alimentos.

Desde tiempos remotos, el ser humano ha estado consciente del peligro que representa una atmósfera contaminada, tanto la que se origina de modo natural como una erupción volcánica, como la creada por el hombre al hacer arder un bosque o encender una antorcha para iluminarse en el interior de las cavernas donde vivía.

Con el advenimiento de la era industrial, el problema de la contaminación o de la polución atmosférica adquiere toda su magnitud, llegando en nuestros días a constituir un motivo de inquietud creciente en las zonas urbanas e industriales. Todas las definiciones de contaminación atmosférica relacionan los elementos químicos de la atmósfera con efectos nocivos para la salud de la población, de los animales y de las plantas.

Numerosas situaciones catastróficas relacionadas con episodios de contaminación han ocurrido a lo largo de la historia reciente de la humanidad. En general, se han derivado de procesos industriales, especialmente relacionados a las fundiciones y refinerías de metales, a la generación de energía eléctrica y a las industrias químicas.

Por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX, las fundiciones de metales produjeron grandes problemas de salud en la población. Conocido fue el caso de Bélgica, cuando en 1930 las emanaciones de un complejo industrial situado en el Valle del Mosa dejó un saldo de 63 muertos por envenenamiento de flúor. La tragedia se produjo durante un corto evento de inversión térmica baja y niebla.

También en Estados Unidos, concretamente en Pittsburgh, en 1948, ocurrió algo semejante en un grupo de industrias procesadoras de acero y cinc que en presencia de características meteorológicas similares, dejó a más del 40 por ciento de la población enferma y 19 personas muertas por envenenamiento por dióxido de azufre.

Toma de conciencia

De los episodios causados por accidentes industriales, sobresale el ocurrido en 1976 en Seveso, Italia, donde se liberaron 3 kilogramos de dioxinas, elemento altamente tóxico. En Bhopal, India, 2,000 personas murieron por emanaciones de matilisocianuro. La compañía Union Carbide denunció que había sido un sabotaje a su empresa. Estos dos casos dieron origen a movimientos de la población para sensibilizar a las autoridades respecto a este tipo de riesgos.

En 1986, el reactor nuclear de Chernobyl (Ucrania) tuvo un serio accidente durante el cual abundante material radiactivo fue liberado a la atmósfera. Se calcula que en ese momento hubo alrededor de 100 personas muertas, pero las secuelas que trajo afectaron a la población que sobrevivió y pusieron en riesgo a gran parte de Europa y Asia. A la fecha, todavía se contabilizan personas con deformaciones y otras enfermedades, producto de dichas emisiones.

El episodio produjo grandes cambios en las políticas ambientales en el hemisferio norte pero sus efectos repercutieron en todo el mundo. Se mejoró la seguridad de estas plantas de energía y se perfeccionaron las regulaciones internacionales.

En Chile, en 1995, en la comuna de Lo Espejo hubo un incendio en una industria química que dio origen a un hongo de humo negro durante varias horas y causó alarma entre la población. Si bien se han hecho investigaciones y seguimientos a los vecinos de dicha industria, no se ha comprobado el daño causado.

Sin embargo, el episodio nuevamente desencadenó una toma de conciencia importante en la población y en las autoridades chilenas respecto de los accidentes tóxicos, su prevención y reparación.

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