Colaboraciones

Que el consumo… no nos consuma…

Por Carlos Micilio

Cuando hablamos de consumo, solemos caer en consumo alimenticio, informático o toda actividad paralela a una política de marketing, pero poco asociamos a consumo de malos hábitos, de malos ejemplos, malos procederes. Analizando entonces los “otros consumos” nos da la penosa realidad de todavía no entender que ciertas realidades, cambiarían sustancialmente a partir de cambio de comportamientos, a partir de un cambio de hábitos, de conducta, de principios. Saber que debemos modificar nuestros hábitos de consumo, minimizar los mismos.

Siendo que nuestra primera matriz de aprendizaje es nuestro hogar (en el caso de haber recibido ese precepto, y que perdure en el tiempo), uno sigue excusándose y continúa arrojando los residuos en la vía pública… ¿y por qué no lo hace en su casa? ¿Por qué evitamos involucrarnos, nos justificamos, no asumimos nuestra responsabilidad? Las respuestas son variadas: “Nadie lo hace”, “igual, todo se junta en el relleno”, “no hay cestos”. Realmente es un razonamiento muy simplista, ya que detrás de nuestros comportamientos, se esconden diversos factores que hacen que justifiquemos… siempre justifiquemos nuestros procederes y si hacen una lectura macro ambiental, fundamentalmente, en gran cantidad de países de América, nos daremos cuenta que no es casual que todos los países de la región, cumplan con casi las mismas reglas de conducta, que convivan con los mismos problemas, las mismas dificultades. Para este tema… no hay fronteras… somos todos hermanos. Veamos algunos razonamientos.

Hay muchas actitudes que obedecen a un mismo patrón de conducta, y se direccionan hacia un mismo fin: una cuota de cierto machismo, el pensar que la responsabilidad es del otro, argumentar no haber recibido información, que no le corresponde o simplemente se desligan responsabilidades a sectores discriminados desde varios sentidos. Una constante negación de pleno derecho a grupos marcados por diversas diferencias culturales, como si —en el caso de los residuos urbanos— el ensuciar, fuera sinónimo de género, raza, color o estatus social. ¿Quién lo dijo..? ¿O estamos convencidos que ensucia el más pobre, el más negro o la mujer? ¡Por favor! Nada más lejos de la realidad. Entonces vemos que, a pesar de las diferencias culturales, sociales y políticas que caracterizan a las sociedades y a pesar de la multitud de recursos que se pueden disponer, es frecuente encontrar rasgos comunes en la forma de poner en práctica los cambios necesarios para la normal gestión integral, manejo y disposición final de los residuos sólidos urbanos.
Por definición, la idiosincrasia y la cultura misma de cada país están detrás de todos sus planteamientos. Dicho de otro modo, la negación hacia el otro, establece una impronta enfática de una comunidad incompleta en la región.

¿Cómo ser parte del cambio?

En lo personal, me resultaría mucho más sencillo hablar sobre el reciclado y los sistemas de gestión, para que “consumamos automatización”, “consumamos implementación de gestión” o simplemente ser parte de una sociedad que trabaja sobre las consecuencias, que batallar y tratar de poner el tópico de la educación ambiental, concientización urbana y cohesión social ante responsables de gobierno, editoriales, industrias, en congresos internacionales, ante la sociedad. Todos concuerdan… pero nadie hace lo suficiente, nadie quiere impulsar un tema que debería estar en toda agenda política, empresarial y comunitaria. No son temas que interesen (por más que sí lo dicen) y deben sí o sí, acompañar el reciclado, la instalación de una planta de separación, una planta de compostaje… como si ésa fuera la única función en toda la gestión integral, manejo, disposición y destino final de los residuos. No se educa solamente… o lo que es peor… únicamente como creen muchos, a partir de los folletos o los afiches en la vía pública.

¿Cómo modificar ciertos paradigmas?

Debemos enfrentar ciertos estereotipos que hacen a una realidad ineludible. ¿Ejemplos? Si lo dicho, no necesariamente es escuchado; lo escuchado, no necesariamente es comprendido; lo comprendido, no necesariamente es recordado, y lo recordado, no necesariamente es implementado, deja en claro que, al margen de la divergencia de opiniones, uno suele ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio… (San Mateo 7, 1-5). La experiencia nos enseña lentamente, y a base de errores. Si tomáramos este enunciado en forma literal, creo que mejoraríamos en muchos aspectos el escenario ambiental que nos rodea. Claro que deberíamos determinar que la base sea aprender de “esos” errores. Si lo tomamos como consigna que para equivocarse, hay que hacer, y si hacer, también comprende: transmitir, informar, enseñar, comunicar, caeríamos rápidamente en que necesariamente parte de la respuesta es concientizar (concientizarme, concientizarnos, concientizarlos, como lo quieran exponer) y no hace falta que lo formule yo, para darnos cuenta que la humanidad toda, no lleva esta impronta a todos lados.

Veamos qué pasa con la educación ambiental

La educación ambiental debe tener principalmente un carácter integrador, es decir, que se ocupe de la totalidad de aspectos naturales, sociales, culturales, etc. Debe abarcar a toda la población y a su vez, por considerarse interdisciplinar, llevar una línea permanente, un ámbito continuado de aplicación. En la mayoría de los sistemas educativos, la educación ambiental es considerada como materia de carácter transversal en la educación de los alumnos, centrada en algunas asignaturas (Ciencias y Sociales en España y Francia, Ciencias Naturales en Argentina, y Ciencias, Geografía y Tecnología en Inglaterra). En otros países, el modelo tradicional de educación ambiental está estructurado generalmente en áreas curriculares que no satisfacen todas las necesidades formativas que se necesitan. La realidad nos demuestra, día a día, que los problemas urbanos no pasan por las aulas, y ése es un tema que debemos reformular. No existe foro internacional donde no se lleve a esa conclusión, sin embargo seguimos sin hacer nada. Las entidades educativas siguen sin hacer acuse de recibo a este escenario. Por ello, estamos ante la necesidad de implantar una educación como proceso de cambio intencional, individual, cualitativo y cuantitativo, que una persona ha de realizar en su comportamiento, con finalidades adaptativas y de desarrollo personal, con relación al medio sociocultural en que vive. El academicismo centrado en planteamientos ancestrales, al no responder a las necesidades culturales e intelectuales contemporáneas, corre el riesgo de formar ciudadanos con graves carencias educativas, lo cual dificultará su desenvolvimiento en el mundo que les toque vivir, incluso aunque hayan accedido a niveles educativos superiores.

Cohesión social… para el “otro” medio ambiente

La cohesión social, se despliega como tema prioritario, cuando la humanidad traspasa un cambio de época, cuando los escenarios mismos de la vida en común, empiezan a ser discutidos.

Las sociedades que manifiestan mayores niveles de cohesión social, brindan un mejor marco institucional para el crecimiento económico y social. Para fortalecer la cohesión social, es necesario cuantificar la importancia de los sectores informales, identificar su naturaleza, plantear formas de expresión y participación, y desarrollar estrategias para modificar esta inserción laboral precaria y de baja productividad. El integrar a sectores a que tengan una mejor calidad de vida, es todo un tema por resolver, considerando que no sólo se tiene “calidad de vida” desde lo laboral…

Hasta hoy las diferencias sexuales, como expresión cultural, sintetizan el género, y lo que se entiende como umbral de hombres y mujeres, en tal forma que inadecuadas creencias y prácticas en múltiples grados discriminan a las mujeres, a pesar de numerosos e importantes logros obtenidos en algunos planos (podríamos adjudicar entre ellos el educativo).

¿Cómo garantizar la participación pública?

Dicen que para conocer tus propios límites, primero habría que superarlos, ¿no?

Todos y cada uno de los actores que figuran en el manejo de los residuos saben cuáles son sus límites… Ahora me pregunto, ¿realmente intentaron superar esas barreras?

Sabemos que no hay recolección sustentable (separación en origen) sin la participación pública. No hay plantas de tratamiento de residuos sin la aceptación pública.

En una serie de países, la participación pública es un requisito legal. Con frecuencia, la forma de participación adopta la forma de audiencias públicas o procedimientos para que el público ofrezca sus comentarios.

No debemos temer, nosotros, como sociedad, el involucrarnos si exigimos que el Estado cumpla con su función.

Siempre escucho que “nosotros no podemos hacer nada, si los políticos no nos dan la oportunidad, porque ellos tienen el poder”. ¿Qué poder? ¿El que se les dio a partir de un voto? ¿Quién tiene el poder? ¿Quién debe exigir?

Es inevitable no “politizar este tema” y mucha gente no quiere asumir que la política está en todos lados, en la comida que consumimos, en el colegio de nuestros hijos, en nuestra casa…

¿Desde dónde debe comenzar “parte” del cambio?

Debe haber cambio de políticas públicas y es necesario que se contemple a la educación, que no se la separe de toda gestión —aunque se diga lo contrario— a los efectos de considerar que es parte fundamental del acompañamiento que se debe tener en el manejo integral de los residuos. La transversalidad que representa el medio ambiente hace que sea necesario que se contemple el diseño educativo en todos y cada uno de los procedimientos que se hagan con los residuos.

Políticas que respalden y respeten el medio ambiente, que no defiendan otros intereses que no sean los de todos para llevar adelante qué destino se le quiere dar a la basura, si incinerarla, enterrarla en un relleno sanitario, en ecodiseño, utilizarla como fuente energética.

Se maneja con cierta frecuencia, que por llenar de carteles y contenedores la vía pública, la gente saldrá corriendo a buscar el contenedor apropiado para depositar los residuos de cada uno, lamento decirles que no funciona de esa manera. Con ese criterio, deberíamos pensar que por andar por la calle con la constitución y la biblia bajo el brazo nos garantiza que no nos pase algo malo, y no es así.

Hay que decir las cosas por su nombre

Al decir algo, hay que cuidar que las palabras no sean peores que el silencio con que se manejan ciertas actitudes.

Aunque vaya en contra de muchos intereses, la realidad es que la tecnología no es suficiente, pero no porque falte, ya que siempre se están desarrollando mejores estándares de automatización, de ingeniería de avanzada, maquinaria que parecen seres humanos, pero a los verdaderos seres humanos, a ésos, son a los que hay que educar, capacitar y hacerles valer el peso de la ley cuando no la quieren entender como en cualquier contravención penal, civil o laboral.

Deben cambiar las pautas culturales de la humanidad, la sociedad consumista y el paradigma del crecimiento indefinido. Se debe reducir el consumismo absurdo y prescindible. Personalmente colaboro con muchos organismos internacionales y recorro muchos países de la región involucrándome en sus problemas, y descubrimos que todavía hay muchos tecnócratas de escritorio que carecen de contenidos y experiencia y ven la realidad por la fotografías que les muestran, olvidándose que necesitamos saber cómo reparar los daños que ya han sido causados, y cómo evitar que se repitan en el futuro.

Conclusión

Cada vez que alguien habla de los conflictos ambientales se le debe prestar real importancia a la obligación de trabajar sobre las causas, y no sobre las consecuencias. El replantearse el comportamiento urbano, el cuidado al medio ambiente y de qué manera se lo quiere cuidar, es el modelo que debe seguirse.

Como en todos los órdenes, existe una realidad, muchas interpretaciones que serán acomodadas a los intereses de quien lo interprete, pero una sola realidad que supera cualquier discapacidad visual o auditiva de la persona que se le formulen los reclamos.

La responsabilidad es nuestra, de todos, los límites no son obstáculos, y los benéficos, no siempre son económicos, ya que el problema va más allá de ese concepto, y para los que no lo interpreten así, les comento algo que no es de mi autoría, pero merece ser tenido en cuenta, y es un mensaje centenario que dejó una comunidad indígena: “¡El día que hayáis envenenado el ultimo rio, abatido el último árbol, asesinado el último animal, cuando no existan ni flores, ni pájaros, os daréis cuenta que el dinero no se come!”

http://carlosmicilioeducacionambiental.blogspot.com
consultoracarlosmicilio@gmail.com

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO