Colaboraciones

La naturaleza del papa

Por: Carlos Mallén Rivera

La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.
Benedicto XVI

No fue una sorpresa para Leonardo Boff la renuncia del papa Benedicto XVI, de hecho para el ex fraile franciscano brasileño y connotado exponente de la Teología de la Liberación, el gran legado de este pontífice será su misma renuncia, como un gesto inédito, pero lleno de significación simbólica en la historia reciente de la iglesia. Sin embargo, para Thomas J. Reese, S. J., académico del Woodstock Theological Center, de la Universidad de Georgetown, también es inédita tanto la preocupación ideológica como la atención práctica de los temas ambientales de Benedicto XVI, de tal suerte que también podrá ser conocido como el primer “Papa verde”.

Mientras que su antecesor Juan Pablo II, mandó construir una alberca, Benedicto XVI hizo instalar paneles solares para la generación de electricidad en el Vaticano. También logró que esta minúscula nación sea el primer Estado neutral en emisiones de CO2 a través de la reforestación. Los esfuerzos por reciclar y apoyar las tecnologías verdes han impresionado a analistas como Mark Hopkins, director de la política energética de las Naciones Unidas, el cual que señala: “ellos están haciendo lo que algunos sólo dicen que hay que hacer”.

Caridad y verdad

El señalamiento teológico de Joseph Ratzinger de la protección de la naturaleza ha sido un tema reiterado y cuyo más puro ejemplo es su encíclica Caritas in Veritate, sobre el desarrollo humano integral
en la caridad y en la verdad, promulgada en 2009, y cuyos postulados iniciales parten de la problemática de la polis, espacio por excelencia para alcanzar “el bien común”. El papa señala que amar a alguien “es querer su bien y trabajar por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social: el bien común. Un bien que se busca por sí mismo, para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad, es cuidar y utilizar el conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social. Se ama al prójimo, cuanto más se trabaja por un bien común, que responda a sus necesidades y tiene un valor superior al compromiso meramente secular y político”.

Para el saliente papa en una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar por fuerza a toda la familia humana, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre. Reconoce que aunque la iglesia carece de “soluciones técnicas que ofrecer”, tiene una misión que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre y de su dignidad. “Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad y de la posibilidad de un desarrollo humano integral.”

Una visión articulada del desarrollo

Partiendo de la encíclica Populorum progression del papa Pablo VI en la cual se dicta que “el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones” y de la carta apostólica del mismo Pablo VI Octogesima adveniens en la cual se denuncia la ambivalencia de la técnica pero se declara como un grave error despreciar las capacidades humanas de controlar las desviaciones del desarrollo o ignorar incluso que el hombre tiende constitutivamente a “ser más”. Para Benedicto XVI son trascendentes las palabras de Pablo VI “El desarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos: ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidad humana”.

También retoma a su antecesor Juan Pablo II en su denuncia sobre que “la riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más depauperadas, algunos grupos gozan de un tipo de súper desarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo, el escándalo de las disparidades hirientes”.

La apertura a la vida está en el centro del desarrollo

Para Benedicto XVI “cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida”, acaba por perder la energía para esforzarse en “el servicio del verdadero bien del hombre”. “La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.” Así, el gran desafío que tenemos, por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y crisis financiera, es mostrar que no sólo no se deben debilitar los principios éticos, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, deben tener espacio en economía. “Exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma.”

Para el saliente papa “el tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural”. Reafirma en la creencia de la creación “la responsabilidad en las conciencias”. “Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o al contrario por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza.”

La naturaleza, expresión de un proyecto de amor y verdad

Benedicto XVI advierte que la naturaleza está a nuestra disposición no como un “montón de desechos esparcidos al azar”, sino como un don del Creador “que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para ‘guardarla y cultivarla’ (cf. Gn 2,15)”. Pero subraya que es “contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma”.

Y aunque rechaza actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo, también refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, “sino obra admirable” que lleva en sí una gramática que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. “Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de estas maneras de pensar distorsionadas. Reducir completamente la naturaleza a un conjunto de datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la propia naturaleza humana. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura. La interpretación del ambiente mediante estar guiada por la moral. Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural.”

Para el papa el ambiente es un regalo para satisfacer nuestras legítimas necesidades, materiales o de otra índole, sin embargo, en el uso que le demos tenemos una responsabilidad “hacia los pobres, hacia las generaciones futuras y hacia la humanidad en su conjunto”. De esta manera Benedicto combina su preocupación por los pobres con su preocupación por el medio ambiente.

En su encíclica aplica su visión a la política energética: “Las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir sus consumos domésticos de energía —argumenta—, ya sea a través de la evolución en los métodos de producción o a través de una mayor conciencia ecológica de los ciudadanos”. Esta sensibilidad ecológica debiera llevar a la adopción de nuevos estilos de vida “en los cuales la búsqueda de la verdad, la belleza, la bondad y la comunión con los otros a favor del crecimiento general sean los factores que determinen las opciones de los consumidores, el ahorro y la inversión”.

También está preocupado por “aquellos países que carecen de los medios económicos ya sea para obtener acceso a fuentes existentes de energía no renovable o para financiar la investigación sobre nuevas fuentes”. Se queja que “algunos estados, grupos de poder y compañías acaparan recursos energéticos no renovables” y esto “representa un grave obstáculo al desarrollo de países pobres”. Se trata —escribe— de problemas relevantes que, para ser afrontados de manera adecuada, requieren por parte de todos una responsable toma de conciencia de las consecuencias que afectarán a las nuevas generaciones, y sobre todo a los numerosos jóvenes que viven en los pueblos pobres, los cuales “reclaman tener su parte activa en la construcción de un mundo mejor”.

La paz de los hombres salvará a la naturaleza

“El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo”, esto exige que la sociedad revise su estilo de vida, hedonista y consumista. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que ya no constituye una variable independiente. La desertización y el empobrecimiento de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su atraso. Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. “La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza.” El acaparamiento de los recursos naturales, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades.

Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta la propia vida humana, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. “Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas.” “Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad.”

Nuevos aires

Volviendo con el teólogo Leonardo Boff en una entrevista señalaba que la renuencia del papa Benedicto XVI obedecía a un gesto de desesperación personal conjugado con sus limitaciones físicas y psicológicas que ante un mundo religioso y un mundo laico inmersos en enormes crisis, por lo cual ya no podía seguir conduciendo la iglesia, dimitiendo con valentía y humildad, pero con elegancia y advirtiendo a la curia y al mundo que debe ahora esperar profundas reformas quiera o no quiera.

Boff es implacable con Benedicto XVI al tacharlo de intransigente e inquisidor al condenar a una centena de los mejores teólogos especialmente los liberales, lo cual lo condenó a él mismo ante los anales de la historia de la iglesia católica. Por otro lado, también señala que la iglesia necesita muchas reformas, es demasiado occidental, patriarcal, machista, antifeminista y (añado) placentera con los poderosos, los mismos que han devastado el planeta y sus recursos. Para salir de su ghetto tiene que dialogar con el mundo, hoy globalizado y aprender mucho de él. Más que nada necesita de una reforma del pontificado. Ya Juan Pablo II lo reconocía que en el diálogo ecuménico; el gran obstáculo era la forma como la iglesia católica entiende y ejerce el poder papal. La primera característica de un papa es que tenga un fuerte y buen sentido de las cosas de la vida, de la sexualidad, de la familia. Que no sea un hombre de la burocracia religiosa sino un amigo de otros hombres, que sepa alimentar la esperanza de que vale la pena vivir y luchar por la salvaguardia de la creación y de la vida; que tenga proximidad con las masas, sin especular con la fe. En el fondo, que sea pastor y no un doctrinador y moralizador.

Carta Encíclica
Caritas in Veritate
del Sumo Pontífice 
Benedicto XVI
a los obispos
a los presbíteros y diáconos
a las personas consagradas
a todos los fieles laicos
y a todos los hombres de buena voluntad
sobre el desarrollo 
humano integral
en la caridad y en la verdad

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html

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