Colaboraciones

La disputa mundial por la energía / I

Por Miguel Valencia

El accidente de Fukushima ha sumido en una gran frustración y perplejidad a los gobiernos ricos y poderosos, así como a muchos científicos y profesionistas igualmente ávidos de poder y dinero, pues ha quedado demostrado que la energía nuclear está muy lejos de ser la maravilla que han pregonado en los últimos años: una energía limpia, segura y barata; se comprueba, una vez más, que la energía nuclear es contaminante, riesgosa y costosa, por lo que se consolida como última alternativa al carbón —la forma más sucia de obtener energía— y a los hidrocarburos (gas, petróleo) que —hay que reconocerlo— son colosales productores de gases de efecto invernadero(GEI), demasiado contaminantes y cada día más caros. Alemania, el país con mayor educación ambiental en el mundo, abandona la energía nuclear y Japón frena su expansión nuclear. Se confirma que el costo de una planta nuclear limpia y segura es infinito.

La extracción de carbón implica desde una minería extremadamente peligrosa, intolerable, como la de Coahuila, hasta destazar y nivelar montañas como sucede en los Apalaches en Estados Unidos; la quema de carbón libera al ambiente venenos como el dióxido de carbono (CO2), el mercurio, el arsénico que matan a decenas de miles de personas cada año por la abominable operación de las plantas de generación eléctrica con carbón; esta quema de carbón es la principal fuente individual de GEI creada por el hombre de GEI que alteran el clima de la Tierra. No obstante, en EU se ha lanzado todo un programa en gran escala (editorial Scholastic) para educar a los niños en los “beneficios del carbón”; en el “carbón limpio”. Pero, las protestas de las comunidades, habitualmente de gente de color o migrantes, cercanas a las plantas de generación eléctrica con carbón, van en aumento por la evidencia científica de su muy alta nocividad.

Por otra parte, urge abandonar el consumo de gas y petróleo en el menor tiempo posible, para evitar devastadoras crisis políticas y económicas. La energía nuclear no puede ser, entonces, una alternativa frente al desastre climático, el fin del petróleo barato y la quema de carbón. Tampoco lo son las hidroeléctricas y los agrocombustibles que tienen enormes efectos contraproducentes. Las hidroeléctricas destruyen la ecología de las cuencas, provocan la destrucción de cientos de comunidades cada año, con el consecuente deterioro del tejido social y crean enormes riesgos de desastre. Los agrocombustibles no sólo representan un gran atentado contra los bosques y selvas (extinción masiva de especies) y la alimentación de los más pobres, sino que fomentan el despilfarro energético y la producción de GEI.

Esta situación ha generado una gran euforia entre los promotores de las energías renovables (solar, eólica, biomasa), en tanto cuentan ahora con perspectivas muy promisorias de aceptación social, a pesar de que no podrán sustituir los consumos energéticos excesivos (energía producida por peso y volumen de combustible líquido) que ofrecen los hidrocarburos, fundamento de las modernas sociedades de crecimiento y de su dependencia de la contaminante y antisocial tecnología verde (industrial).

Los grandes consumidores de energía en el mundo sufren inenarrables agonías ante la perspectiva de limitaciones a su creciente consumo energético. Las exigencias cada día mayores en la reducción de emisiones de carbono en la generación de electricidad, en la agricultura, en la industria y en los transportes(gases efecto invernadero, GEI: desastre climático), el agotamiento de los hidrocarburos baratos (planes de extracción petrolera en el Ártico, a grandes profundidades, en costas protegidas; extracciones de muy alto impacto ambiental: arenas bituminosas: tar sands, fracking: shale gas), y el fracaso de la energía nuclear, como alternativa a los hidrocarburos, han provocado una crisis energética mundial; una guerra mundial por los energéticos que obliga a los gobiernos poderosos y a las transnacionales a enfrentar muy peligrosas decisiones en los próximos años. Nunca han encontrado grandes ventajas en el uso de las renovables, que no ayudan a sus ambiciones políticas y económicas (crecimiento económico) por lo que se niegan rotundamente a abandonar el consumo de carbón, hidrocarburos y la energía nuclear, aunque con ello lleguen a ocasionar una catástrofe nuclear o un desastre climático apocalíptico, en las próximos años.

El fracaso de las cumbres climáticas de las Naciones Unidas: la COP15 de Copenhague y la COP16 de Cancún, tienen en gran parte su origen en el rotundo rechazo de los gobiernos ricos y poderosos a considerar un mundo de severas limitaciones en el consumo energético; a un mundo de bajo consumo energético, virtualmente sin aviones, trenes rápidos, automóviles, carnes, alimentos importados, casas y edificios nuevos, tubos y bombas, focos, papel, plásticos en abundancia. Para engañar al mundo algunos años, los gobiernos ricos y poderosos han lanzado en Cancún 2010, los programas REDD+, los nuevos Mecanismos de Desarrollo Limpio(MDL), el Fondo Climático Verde (CGF) que servirá para sobornar y chantajear a países empobrecidos, científicos, ONG, organizaciones y movimientos locales con relación a programas para enfrentar el desastre climático.

La demencial competencia por el crecimiento económico de las últimas décadas ha provocado la aparición de un conjunto ominoso de crisis mundiales —crisis ecológica, crisis climática, crisis energética, crisis alimentaria, crisis social, crisis cultural, crisis financiera, crisis económica— que alimentan una peligrosa crisis del sistema político mundial que engendra y desencadena acciones militares cada día mas insidiosas (guerras regionales, contra el narcotráfico o el terrorismo, virales, financieras, bacteriológicas, alimentarias, climáticas). Las potencias militares del mundo, principalmente Estados Unidos y la Unión Europea (UE), se debilitan por la falta de energía barata (crisis financiera de 2008); la economía mundial también se frena por los asuntos energéticos, por el fin del petróleo barato. La crisis del sistema político mundial abre la puerta a cambios muy profundos que no deben hacerse sin la participación informada de los pueblos y comunidades.

El crecimiento económico se confirma otra vez como la mayor fuerza destructiva sobre la Tierra. Las ilusiones creadas por el progreso y el desarrollo se revelan como fantasías históricas creadas por los ricos para explotar a los pobres, por medio de un creciente consumo energético. La ciencia y la tecnología, ahora fusionadas en tecnociencia (apoyada por el Estado y el mercado), contribuyen al agravamiento de estas crisis, por su estrecha relación con la promoción del crecimiento económico y del creciente consumo energético. La tecnociencia ha estado íntimamente ligada a la difusión de las fantasías atribuidas a la energía nuclear, al “carbón limpio”, al fracking, a la extracción de petróleo a grandes profundidades, a los agrocombustibles, así como a las manipulaciones genéticas OGM, a la nanotecnología y a la geoingeniería, tecnologías de riesgo excesivo, ampliamente denunciadas por científicos y tecnólogos responsables.

Frente a la crisis energética producida por las olimpiadas mundiales del crecimiento económico del ultimo medio siglo, los gobiernos ricos y poderosos, los grandes representantes de la tecnociencia y las grandes patronales han preconizado la eficiencia energética o ecoeficiencia (esa gran ficción llamada desarrollo sustentable) como solución a esta crisis, no obstante, esta política energética no ha dado resultado significativo alguno debido a que los ahorros conseguidos por las nuevas tecnologías se nulifican rápidamente por el aumento en el consumo de las mismas (paradoja de Jevons). En el infierno del crecimiento, como lo señala Francois Schneider citado por Serge Latouche (Le pari de la decroissance), el tren TGV va más rápido, entonces, se viaja más lejos y con mayor frecuencia. La casa está mejor aislada, se ahorra dinero, se compra entonces un segundo auto. Los focos ahorradores gastan menos electricidad, se les deja mayor tiempo prendidos. El internet desmaterializa el acceso a la información, se imprime más papel. Hay más vías rápidas, el tráfico aumenta…

Los gobiernos ricos y poderosos(Al Gore, Obama, Merkel), los grandes representantes de la tecnociencia (Hansen, Lovelock, Molina) y las grandes patronales (Bildenberg, Foro de Davos, Banco Mundial, FMI, OCDE, Concamin) carecen de propuestas que realmente sirvan para enfrentar con ventaja el desastre climático y el fin del petróleo barato; para enfrentar con provecho la crisis energética. El desconcierto de los gobiernos ricos y poderosos por los retos que impone el desastre climático que cada año devora más puntos del Producto Interno Bruto (PIB); por la decadencia de los pozos petroleros tradicionales (Arabia Saudita, Iraq, Irán, Rusia, Venezuela, México, Nigeria) que implica precios cada año mayores del gas y el petróleo; por el fracaso de la energía nuclear; por las reclamaciones cada día mayores de los pueblos originarios y comunidades afectadas por las plantas nucleares, las minas y extracciones de carbón y plantas de generación eléctrica con carbón; las extracciones petroleras, de arenas bituminosas, fracking; las presas hidroeléctricas, los monocultivos de caña de azúcar y otras plantaciones para producir etanol, las instalaciones gigantescas de solares, eólicas y otras.

Las energías renovables, tan glorificadas por los ambientalistas, medran y sirven ahora de sostén al declinante sistema político mundial, por su aplicación en consumos energéticos marginales, con muy importantes daños sociales y ambientales, pues han quedado en buena parte bajo el control de poderosas transnacionales. Las energías renovables juegan un papel ambiguo sino es que reaccionario: ayudan a conservar el crecimiento del consumo energético y del crecimiento económico; fortalecen la ilusión de que la tecnociencia (el Estado y el mercado) puede resolver con tecnología de reparación (tecnofix) los predicamentos del desastre climático y el fin del petróleo barato. Las energías renovables no sólo culminan (se convierten en mito, fantasía o leyenda urbana) el espectro de opciones energéticas recomendadas por los ambientalistas, y también por los gobiernos que se dicen interesados en la defensa del medio ambiente. En las energías renovables concluyen las propuestas “positivas”, “ofertistas”, “propositivas” o “constructivas”, convencionales, en los asuntos del desastre climático y el fin del petróleo barato; propuestas que habitualmente ignoran las opciones espirituales, filosóficas o culturales que tienen mucho mayor potencia.

ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México

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