Colaboraciones

El agua, un bien codiciado

Por: José Carlos García Fajardo*

Primero fue una lucha por el oro y otros minerales estratégicos. Después, fue por el petróleo (oro negro). Y ahora, por el agua (oro azul). Las guerras futuras tendrán lugar en Asia Central y en otros lugares donde esos recursos siguen siendo abundantes y los gobiernos demasiado débiles para protegerlos, afirma Michael Klare, analista de la doctrina estratégica de Estados Unidos. Pero sus efectos más apremiantes ya se dejan sentir en el Medio Oriente: el Jordán, que quieren controlar los israelíes, y el Éufrates y el Tigris donde EU mantiene una guerra desde hace cinco años para controlar Oriente Medio.

Klare, profesor de la Universidad de Hampshire, advierte de que no sólo EU está inmerso en esos conflictos, sino que todas las potencias regionales desarrollan planes para aumentar su acceso a recursos vitales para la próxima generación. Así lo explica en su libro Guerras por los recursos: El nuevo paisaje de conflictos mundiales.

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta 1990, el objetivo principal de la estrategia norteamericana consistía en mantener un sistema mundial de alianzas capaz de contener y, si era necesario, derrotar a la Unión Soviética.

Con el fin de la guerra fría, la cuestión de los recursos recuperó su papel central en la planificación militar. Una señal importante de ese cambio es el aumento de ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos con ejércitos de países centroasiáticos ricos en petróleo o gas natural, como Kazajstán, Kirguizistán y Uzbekistán. Sin olvidar el designio establecido sobre Ucrania y otros países de la antigua URSS, sirviéndose de la OTAN como ariete en el nuevo concierto estratégico que pretende prescindir de la antigua Rusia, conflicto de máxima actualidad.

La razón de esos ejercicios no es sólo fortalecer a los ejércitos de esos países y apoyar su independencia de vecinos más poderosos, como Rusia, China e Irán, sino también para afirmar la presencia militar estadounidense en una región que guarda una quinta parte de las reservas mundiales de petróleo comprobadas.

Klare considera el despliegue permanente de la fuerza naval estadounidense en el Golfo, tras la guerra de 1991, como ejemplo de las prioridades políticas de Washington, pero señala que no sólo Estados Unidos trata de asegurarse sus futuros recursos energéticos. De ahí el apoyo que tuvo de tantos países europeos que no podrían subsistir más de tres meses sin el petróleo de la zona; aun a costa de sostener regímenes feudales que violan los derechos humanos como en Arabia Saudita y los emiratos del Golfo.

El mar de China Meridional —que según parece alberga grandes reservas de petróleo— se ha transformado en el objetivo de una nueva “carrera armamentista naval” de media docena de países que reclaman derechos sobre él.

Pero el petróleo y el gas no son los únicos recursos que pueden ser causa de conflictos. La lucha por el agua dulce puede hacerse crítica en los próximos años en vastas áreas que se extienden desde el norte de África hasta Asia meridional. Hay estudios que demuestran que, en la misma Europa, se están comprando y privatizando todos los recursos hídricos.

Las cuencas fluviales donde la situación es más grave se encuentran en regiones donde el rápido crecimiento de la población presiona los recursos existentes y el calentamiento del planeta puede agravar las condiciones de sequía. Como ejemplo tenemos el Nilo, que fluye desde Etiopía hasta Egipto, pasando por Sudán; el Jordán, compartido por Israel, Jordania, Líbano y la Autoridad Nacional Palestina; el Tigris y el Éufrates que fluyen desde Turquía a través de Siria hasta Iraq; y el Indus, cuyos afluentes atraviesan partes de la India y Pakistán.

“Con el crecimiento de la población y el consiguiente aumento de la demanda de agua y alimentos, cada uno de los Estados ribereños intentará utilizar al máximo los recursos disponibles”, afirma Klare. “Y cuando las acciones de uno de esos Estados provoquen una disminución en el suministro de alguno de los otros, las condiciones estarán dadas para un conflicto por la distribución del agua”, añade.

Mesopotamia, “tierra entre ríos” con ricas tierras y enormes posibilidades de desarrollo, sufre una disminución del cauce del Éufrates y del Tigris. Pero ya nadie ignora que en Turquía se están construyendo unas presas formidables que forman parte de un plan maquiavélico para, llegada la ocasión, cortar el agua a uno de los países con mayores reservas de un petróleo vital para Estados Unidos y la Unión Europea.

La guerra por el agua ya ha comenzado aunque todavía sólo se hable de los hidrocarburos. Como resultado, los conflictos se trasladarán cada vez más a regiones con recursos naturales abundantes, que habían sido olvidadas durante la guerra fría.
El resultado, dice Klare, es una nueva geografía estratégica, definida por la concentración de recursos y no por las fronteras políticas. Los Estados no importan tanto como los intereses en esta ciega escalada de los poderes económicos sobre los sociales. Padecerán los seres humanos reducidos a meros recursos útiles para ser explotados.

* Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias

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