Colaboraciones

Agua: cuando el destino nos alcanzó en el DF

Por: Ing. Carlos Álvarez Flores*

colaboracion_aguaEn 1993, durante una reunión de la Comisión Metropolitana para el Control y la Prevención de la Contaminación de la Zona Metropolitana del Valle de México —presidida por Manuel Camacho Solís y a la que acudí en mi carácter de secretario de Residuos Tóxicos— se discutían las medidas para mejorar la pésima calidad del aire ambiente que respirábamos los capitalinos en aquellos momentos.

Las gasolinas todavía se fabricaban con un antidetonante denominado tetraetilo de plomo, causante de miles de muertes, que, por supuesto, nuestro gobierno no aceptaba. Ahora, la autoridad local ya reconoce que mueren más de 20 mil capitalinos a causa de la pésima calidad del aire ambiente de la zona metropolitana del Valle de México.

Hace 16 años, en el encuentro mencionado anteriormente estaban también representantes de Petróleos Mexicanos (Pemex), Comisión Federal de Electricidad (CFE), Instituto Politécnico Nacional (IPN), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Secretaría de Educación Pública (SEP), Secretaría de Salud (SSA), Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (Concamin), así como de los sindicatos de trabajadores y algunos sectores más.

Durante las reuniones —que duraban alrededor de dos horas— se discutieron temas como el programa No Circula, que iba a ser sólo una medida temporal. Se pidió hacer más esfuerzos: carros eléctricos, más transporte colectivo eléctrico, más bicicletas, verificentros sin corrupción, cambio de camiones “carcachas” del Departamento del Distrito Federal (DDF), prohibición de circulación de camiones de servicio público federal en el día, etc.

Acusábamos a la CFE y a la Refinería Azcapotzalco de ser las principales fuentes de contaminación del aire ambiente, por sus emisiones en el Valle de México. El tiempo nos desengañó. No fueron, como acusábamos, las causantes principales, ya que años después, cuando la Refinería de Azcapotzalco cerró y la Central Valle de México de la CFE, dejó de usar combustóleo (con azufre) por gas natural, los índices de contaminación no descendieron como lo esperábamos.

Dichos índices comenzaron a ser medidos mediante ese engendro matemático, inventado por el DDF, denominado Imeca, Índice Metropolitano de la Calidad del Aire.

Así en lugar de explicar simple y llanamente cómo estábamos respecto a los límites máximos permitidos a escala internacional de los contaminantes: SO2, Ozono, NO2, PPM10 y plomo, expresado en partes por millón por metro cúbico, nos engañaban y actualmente seguimos igual, engañados con este Imeca, que no nos dice mucho.

Después de no ponernos de acuerdo en dicha reunión sobre las medidas urgentes que se debían tomar para corregir y mejorar la calidad del aire ambiente en el Valle de México, me dirigí a Manuel Camacho Solís, otrora poderosísimo regente del DF, cuasi presidente de la República, para comentarle que si de algo se iba a morir el DF era por la falta del agua y no por el problema del aire.

A este señalamiento contestó enérgicamente: “los problemas se resuelven de uno por uno. En estos momentos estamos tratando de resolver el problema del aire y más adelante veremos lo del agua.”

Recuerdo perfectamente que en algún mes del año de 1993, posiblemente en julio o agosto, el mismo Camacho Solís, anunció que el DDF había decidido privatizar la administración del agua; que se iba a dividir el DF en cuatro megarregiones, se iba a licitar públicamente y podrían participar compañías extranjeras asociadas con empresas nacionales.

Fue solamente el anuncio, jamás se llevó a cabo esta importante decisión en aquellos tiempos y el principio de la solución del grave problema del agua del DDF, se postergó. Luego vinieron Oscar Espinosa Villarreal, Manuel Aguilera, Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador, quienes irresponsablemente “olvidaron” empezar a resolver el gran problema.

Mejor, el señor López Obrador construyó “el segundo piso” al Periférico Sur antes que tomar las verdaderas decisiones importantes para la ciudad: invertir en la red secundaria del DF, la cual distribuye el agua en tuberías, que, en algunos casos, tienen 50 años de edad, ayudando así a que se pierda, dicen sin comprobarlo, más de 40 por ciento del líquido vital que nos llega del Sistema Cutzamala.

Porque invertir en obras de este tipo no reditúa políticamente a corto plazo y como todos ellos a lo que fueron es a disfrutar del poder y escalar posiciones políticas y no a resolver de fondo los problemas básicos de la ciudad, hoy el destino nos alcanzó: ya no regresará jamás ese 30 por ciento de agua.

Ahora sí, juntos, los ingenieros José Luis Luege Tamargo, director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), y Ramón Aguirre Díaz, director del Sistema de Aguas del GDF, con la cara llena de preocupación, anunciaron que esta importante reducción del volumen que venían recibiendo del Sistema Cutzamala es irreversible.

Desde hace 16 años todos los ambientalistas, los técnicos, los expertos y los académicos hemos insistido en la reutilización, ahorro y uso eficiente del agua, mediante acciones como: la educación ambiental, el cambio de instrumentos como las regaderas, tazas de baño, la reposición de la red secundaria, revisión y eliminación de fugas en casa, la promoción de salida de las industrias que consumen grandes volúmenes de agua del Valle de México, el control y autorización minuciosa de desarrollos inmobiliarios e industriales, la instalación de plantas de tratamiento de agua, de tercera generación.

Asimismo, hemos sugerido que se recicle y reutilice el agua, no solamente que esté dentro de la norma NOM-002-Semarnat-1996 y arrojarla al drenaje; la recarga de los acuíferos mediante pozos de absorción y el aprovechamiento del agua de lluvia y, por supuesto, la instalación no de una, sino de varias plantas de tratamiento de aguas.

Todo esto con tecnologías modernas que permitan la biodegradación de la carga orgánica en más de 90 por ciento, no con las tecnologías que “recomienda” el ingeniero Roberto Contreras, gerente de potabilización y tratamiento de la Conagua, que son del siglo pasado y generan miles de toneladas de lodos orgánicos.

Y lo más importante: que el señor Marcelo Ebrard Casaubon —en virtud de que sus ambiciones políticas de llegar a Los Pinos, prácticamente están canceladas— se decida a cobrar el agua a los capitalinos con un precio más acorde con la realidad de nuestros tiempos ya que sin ella, no habrá viabilidad de la ciudad en el futuro.

Además, los capitalinos debemos entender de una vez por todas que es necesario cambiar de actitud en el manejo, cuidado y consumo del líquido vital y una de las mejores formas de hacerlo es mediante el precio, que aunque jamás será el costo real del líquido que nos permite vivir. Esta reflexión también aplica a las decenas de ciudades de nuestro país que todavía creen que falta mucho para que ellos tengan crisis como ésta.

* Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.

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