Ciencia y tecnología

Una aspirina para las plantas

Como en el caso de otros seres vivos, algunas plantas tienen la capacidad de generar sus propias defensas. El algodón elabora una sustancia, similar a la contenida en la aspirina, para combatir ciertas enfermedades que ocasionan severos daños a este cultivo.

Ante el marchitamiento bacteriano, la planta de algodón reacciona como un mecanismo de defensa que implica al ácido salicílico, una especie de aspirina vegetal, y al ácido jasmónico, revelan estudios realizados por el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD).

Dicha enfermedad es responsable de importantes estragos en algodonales y el descubrimiento podría contribuir en el corto plazo a concebir nuevos medios de lucha biológica contra este tipo de males.

Los ácidos jasmónico y salicílico constituyen elementos clave en la comunicación entre los órganos y las células para desencadenar este tipo de defensa de manera equilibrada y eficaz.

Estas investigaciones, que permiten entender mejor ciertos mecanismos de resistencia del algodón, podrán contribuir -a corto plazo- a concebir nuevos medios de lucha biológica. Los  investigadores estudian principalmente la posibilidad de estimular la producción de estas hormonas en ciertas plantas con el fin de mejorar su resistencia a los parásitos y reducir, por lo tanto, la utilización de pesticidas.

El equipo de científicos del IRD estudia cómo estas dos moléculas permiten al algodón resistir al marchitamiento bacteriano provocado por la bacteria Xanthomas.

Los investigadores han encontrado que como respuesta a la agresión de esta bacteria el algodón produce ácido salicílico, una molécula de estructura química muy similar a la aspirina, que constituye un verdadero «punto neurálgico» de las defensas, tanto local como sistémica.

La síntesis del ácido salicílico en el sitio de la infección permite a la planta prevenir a las zonas indemnes de un eventual ataque y desencadenar diversos sistemas defensivos. Esta «aspirina» vegetal elabora entonces una protección contra nuevas infecciones ulteriores, a semejanza de la inmunización en el animal o en el hombre.

Los trabajos realizados por los investigadores del IRD ponen de manifiesto el papel estratégico en la resistencia del algodón, al marchitamiento bacteriano, del ácido jasmónico, conocido desde hace largo tiempo por su función en la germinación de las semillas y los procesos de senescencia de las plantas.

El ácido jasmónico, cuya producción es estimulada por una herida, se revela cada vez más como un signo detonador de defensa contra microorganismos.

Los investigadores del IRD demostraron que este ácido es producido entre 90 y 120 minutos después de la infección del algodón y que precede a mecanismos de defensa. Esta acumulación precoz confiere a esta hormona un lugar estratégico en la resistencia a la bacteria.

Sin embargo, la intervención de dos hormonas en la resistencia resulta compleja: varía de una especie vegetal a otra y en función de la naturaleza del agresor. Las reacciones de defensa que controlan las hormonas pueden de esta manera ser inhibidas o estimuladas de manera indistinta, revelando la intervención de un sistema de regulación muy sutil.

El etileno, hormona implicada en la floración y la fructificación, actúa de manera concertada con el ácido jasmónico que puede, a su vez bloquear los mecanismos activados por el ácido salicílico.

La resistencia de las plantas a los parásitos es resultado de diversas estrategias de defensa, cuyo objetivo consiste en limitar la propagación de la enfermedad, incluso de eliminar al agente infeccioso. Una de estas estrategias se asemeja a una forma de suicidio celular que conduce a la planta a sacrificar una parte propia para defenderse.

Esta resistencia contra hongos, bacterias, virus, nematodos o insectos puede, por una parte, expresarse en el sitio de ataque mediante una reacción de hipersensibilidad (resistencia local), que recuerda a la respuesta inflamatoria en los animales. Por otra parte, llega a traducirse en una reacción de toda la planta (reacción sistémica) que se protege contra ataques posteriores.

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