Ciencia y tecnología

Manual para cultivar tomate en invernadero

El tomate es un cultivo de alta demanda en mercados locales y de exportación, por lo que si se considera como unidad de negocio es muy rentable. Para tener éxito en su comercialización debe haber un manejo agronómico preciso, porque si se descuida el cultivo en algún aspecto se puede perder o demeritar la calidad de los frutos

Esta planta herbácea es de clima cálido, pero se puede producir de manera adecuada bajo cubierta en invernadero en regiones o temporadas con clima templado.

El manejo racional de factores climáticos es fundamental para el desarrollo adecuado del cultivo, ya que todos se encuentran estrechamente relacionados y la actuación de uno de éstos incide sobre el resto.

Los expertos en el tema anotan que la temperatura óptima de desarrollo de este cultivo oscila entre 20 y 30°C durante el día y entre 1 y 17°C durante la noche. Por el contrario, temperaturas superiores a los 30-35°C afectan la fructificación por mal desarrollo de óvulos, el desarrollo de la planta, en general, y del sistema radicular, en particular. Es importante puntualizar que temperaturas inferiores a 1215°C también originan problemas en el desarrollo de la planta.

Los productores deben saber que con temperaturas superiores a 25°C e inferiores a 12°C la fecundación es defectuosa o nula.
La maduración del fruto está muy influida por la temperatura en lo referente a la precocidad y coloración, de forma que valores cercanos a los 10°C y superiores a los 30°C originan tonalidades amarillentas.

Los valores de temperatura descritos anteriormente son relativos, por lo que hay que tener en cuenta las interacciones de la temperatura con el resto de los parámetros climáticos.

Según el manual El cultivo de tomate en invernadero, elaborado por Heladio Linares Ontiveros, la humedad relativa óptima para esta hortaliza oscila entre 60 y 80 por ciento.

Humedades relativas muy elevadas favorecen el desarrollo de enfermedades del follaje y el agrietamiento del fruto y dificultan la fecundación, debido a que el polen se compacta, abortando parte de las flores.

El rajado del fruto puede tener su origen en un exceso de humedad del suelo o riego abundante tras un periodo de estrés hídrico. Una humedad relativa baja dificulta la fijación del polen al estigma de la flor.

El especialista en producción de hortalizas señala que en el caso de la luminosidad valores reducidos de ésta pueden incidir de forma negativa sobre los procesos de la floración y fecundación, así como el desarrollo vegetativo de la planta.

En momentos críticos del periodo vegetativo resulta crucial la interrelación existente entre la temperatura diurna y nocturna y la luminosidad.

En cuanto a los tipos de suelo la planta de tomate no es muy exigente, excepto en lo que se refiere a drenaje. Aunque los prefiere sueltos, de textura sílice arcillosa y ricos en materia orgánica y se desarrolla perfectamente en suelos arcillosos enarenados.

En cuanto al pH, los suelos pueden ser desde ligeramente ácidos hasta ligeramente alcalinos, cuando están enarenados. El tomate es la especie cultivada en invernadero que mejor tolera las condiciones de salinidad, tanto del suelo como del agua de riego.

Los portes

En el cultivo de jitomate hay plantas de porte bajo, cuya altura es menor a 1.5 metros, a las que se denomina de crecimiento determinado. Su ciclo vegetativo es aproximadamente de 150 a 180 días desde el transplante hasta la cosecha.
Hay plantas de porte alto, conocidas como de crecimiento indeterminado, cuya longitud del tallo asciende a más de cinco metros. Requieren de condiciones más específicas de manejo tanto de humedad, temperatura, fertilización y, sobre todo, de podas. Su ciclo vegetativo se puede extender a más de 300 días después del transplante.

Producción de plántula

Es recomendable que el cultivo se establezca en campo por medio de transplante, ya que por siembra directa es difícil asegurar su establecimiento. La tecnología permite un desarrollo adecuado y puede incrementar rendimientos promedio hasta en un 40 por ciento, con relación al cultivo tradicional.
Para establecer un cultivo se debe producir plántula de calidad en almácigos provistos de tecnología que permitan tenerlas en tiempo y condiciones adecuadas para lograr su sobrevivencia al transplante. También se puede adquirir plántulas con productores que se dediquen a dicha actividad y que garanticen el vigor y sanidad de la planta.

Una vez que el productor cuenta con la plántula procederá a plantarla, por lo que debe realizar un trazo de campo con la densidad de siembra más adecuada. Es recomendable levantar surcos de siembra con cama alta y que, al momento de la plantación, el suelo esté húmedo.

El transplante se realiza cuando la planta ha alcanzado una altura promedio de 10 a 12 cm y un sistema radicular bien formado, el cual le permitirá la absorción adecuada de nutrientes. De esta manera no sufrirá algún estrés que pueda interferir en su crecimiento.

Para la desinfección se puede emplear la esterilización con vapor y/o productos químicos permitidos por la autoridad y la solarización de suelos, que consiste en cubrir el suelo en el cual se trabajará con películas de plástico.
El marco de plantación se establece en función del porte de la planta, que a su vez dependerá de la variedad comercial elegida.
Las dimensiones más frecuentes utilizadas son de 1.5 m, entre líneas, y de 0.3 a 0.5 m, entre plantas, aunque cuando se trata de plantas de porte medio es común aumentar la densidad de plantación a dos plantas por metro cuadrado con marcos de 1×0.5 m.

Cuando se tutoran las plantas con perchas, las líneas deben ser “pareadas” para poder pasar las plantas de una línea a otra, formando una cadena sin fin y dejando pasillos amplios para la bajada de perchas (aproximadamente de 1.3 m) y una distancia entre líneas conjuntas de unos 70 cm.

Conductividad eléctrica

La conductividad eléctrica (CE) es el flujo de energía eléctrica que se presenta en el suelo, debido a la concentración de sales –la unidad de medición se da en mmhos/cm a 25°C–. Mientras mayor sea el flujo, mayor será el contenido de sales y a mayor contenido de éstas, mayor dificultad para la absorción de nutrientes.

Los fosfatos jamás se deben mezclar con otros fertilizantes, principalmente nitratos y magnesios, pues induce a la solidificación de los mismos. Hay que utilizar fertilizantes solubles para evitar taponamiento en el sistema de riego.

Cuando hay carencia de nitrógeno aparecen hojas débiles y de color verdeamarillentas; en el caso de magnesio, hay hojas de colores entre blancos y amarillos con manchas marrones, lo cual puede ser corregido pulverizando sulfato de magnesio; si el fósforo es el problema, las flores se secan prematuramente, además de que tardan en formarse y abrirse. Se corrige abonando después de la floración con superfosfato de cal; si el problema es por potasio, las hojas se doblan por su borde, se quedan pequeñas y amarillean hasta tornarse grises. Si la falta de este nutriente persiste, estos síntomas progresan hasta que alcanzan la parte superior de la planta.

Fertirrigación

En tomate el aporte de agua y gran parte de los nutrientes se realiza de forma generalizada mediante riego por goteo.

El fósforo es determinante sobre la formación de raíces y sobre el tamaño de las flores. En ocasiones se abusa de este producto buscando un acortamiento de entrenudos en las épocas tempranas, en las que la planta tiende a ahilarse. Durante el invierno se tiene que aumentar el aporte de este elemento, así como de magnesio, para evitar fuertes carencias por enfriamiento del suelo.

El calcio es un macroelemento fundamental en la nutrición del tomate para evitar la necrosis apical (blossom end rot), ocasionada normalmente por la carencia o bloqueo del calcio en terrenos salinos o por graves irregularidades en los riegos. Para que este elemento sea asimilado de forma más eficiente se recomienda aplicar mezclado con magnesio en una proporción de dos partes de Ca y una de Mg.

Entre los microelementos de mayor importancia en la nutrición del tomate está el hierro, que desempeña un papel primordial en la coloración de los frutos y en menor medida, en cuanto a su empleo, se sitúan el manganeso, zinc, boro y molibdeno.
Los fertilizantes de uso más extendido son los abonos simples en forma de sólidos solubles (nitrato cálcico, nitrato potásico, nitrato amónico, fosfato mono-potásico, fosfato monoamónico, sulfato potásico, sulfato magnésico) y en forma líquida (ácido fosfórico, ácido nítrico), debido a su bajo costo y a que permiten un fácil ajuste de la fórmula nutritiva.

De igual forma existen en el mercado abonos complejos sólidos cristalinos y líquidos que se ajustan adecuadamente, solos o en combinación con los abonos simples, a los equilibrios requeridos en las distintas fases de desarrollo del cultivo.

Ausencia de hierro

La clorosis férrica es característica de especies que crecen en suelos calizos. La deficiencia en hierro acorta el ciclo vital de las plantas, disminuye rendimientos y los frutos son de peor calidad. El quelato férrico es una de las mejores soluciones para combatir la clorosis férrica, pero su precio es elevado. Sin embargo, si se disminuyen cantidades de aplicación se reducen costos.

También se dispone de numerosos correctores de carencias, tanto de macro como de micronutrientes, que pueden aplicarse vía foliar o riego por goteo, tales como aminoácidos de uso preventivo y curativo, que ayudan a la planta en momentos críticos de su desarrollo o bajo condiciones ambientales desfavorables, al igual que por otros productos (ácidos húmicos y fúlvicos o correctores salinos), que mejoran las condiciones del medio y facilitan la asimilación de nutrientes por la planta.

Dentro de la nutrición del cultivo de tomate se pueden adquirir soluciones balanceadas de crecimiento, floración y fructificación o llenado de fruto. Esto nos permite disminuir costos, ya que los reactivos son difíciles de conseguir en el mercado.

Entutorado

Es una práctica imprescindible para mantener la planta erguida y evitar que las hojas y, sobre todo, los frutos toquen el suelo, mejorando así la aireación general de la planta y favoreciendo el aprovechamiento de la radiación y la realización de las labores culturales. Todo ello repercutirá en la producción final, calidad del fruto y control de las enfermedades.
La sujeción suele realizarse con hilo de polipropileno (rafia) sujeto de un extremo a la zona basal de la planta (liado, anudado o sujeto mediante anillas) y de otro a un alambre situado por encima de la planta (1.8-2.4 m sobre el suelo). Conforme la planta va creciendo se sujeta al hilo tutor mediante anillas, hasta que la planta alcanza el alambre. A partir de este momento existen tres opciones:

• Bajar la planta descolgando el hilo, lo cual conlleva un costo adicional en mano de obra. Este sistema está empezando a introducirse con la utilización de un mecanismo de sujeción denominado “holandés” o “de perchas”, que consiste en colocar las perchas con hilo enrollado alrededor de ellas para dejarlo caer conforme la planta va creciendo (sujetándola al hilo mediante clips). De esta forma la planta siempre se desarrolla hacia arriba, recibiendo el máximo de luminosidad, por lo que incide en una mejora de calidad del fruto y un incremento de producción.

• Dejar que la planta crezca cayendo por propia gravedad y que vaya creciendo horizontalmente sobre los alambres del emparrillado.

• Uso de varas, las cuales se sitúan a todo lo largo de la línea de siembra con espaciamientos de 3.0 a 3.5 m, reforzando las cabeceras de las líneas con un amarre tipo trinquete, posteriormente tensar un hilo de rafia a la altura de la primera horqueta y sujetándola a las varas por medio de un hilo corto de rafia. Esta actividad provee resistencia a la planta y evita el arrastre y la caída de la planta y, en consecuencia, la pérdida de frutos y disminución del rendimiento.

Las podas

La poda de formación es una práctica imprescindible para las variedades de crecimiento indeterminado. Se realiza a los 15-20 días del trasplante con la aparición de los primeros tallos laterales, que serán eliminados al igual que las hojas más viejas, mejorando la aireación del cuello y facilitando la realización del aporcado. Asimismo se determinará el número de brazos (tallos) que se dejarán por planta. Son frecuentes las podas a uno o dos brazos, aunque en tomates de tipo Cherry suelen dejarse de tres hasta cuatro tallos.

El destallado o deschuponado consiste en la eliminación de brotes axilares para mejorar el desarrollo del tallo principal. Debe realizarse con la mayor frecuencia posible (semanalmente en verano-otoño y cada 10-15 días en invierno). Los cortes deben ser limpios para evitar la posible entrada de enfermedades. En épocas de riesgo es aconsejable realizar un tratamiento fitosanitario con algún fungicida-bactericida cicatrizante, como pueden ser los derivados del cobre.

El deshojado es recomendable realizarlo en las hojas viejas o senescentes, con objeto de facilitar la ventilación y mejorar el color de los frutos, por ejemplo: las hojas enfermas deben sacarse inmediatamente del invernadero, eliminando así la fuente de inóculo.

El despunte de inflorescencias y aclareo de frutos son prácticas que están adquiriendo cierta importancia desde hace unos años con la introducción del tomate en racimo y se realizan con el fin de homogeneizar y aumentar el tamaño de los frutos restantes, así como su calidad.

El aclareo sistemático es una intervención que tiene lugar sobre los racimos, dejando un número de frutos fijo y eliminando los frutos inmaduros mal posicionados.

El aclareo selectivo tiene lugar sobre frutos que reúnen determinadas condiciones independientemente de su posición en el racimo; como pueden ser los frutos dañados por insectos, deformes y aquellos que tienen un reducido calibre.

Recomendaciones precultivo del tomate:

• No abandonar residuos vegetales en lugares cercanos al cultivo.

• Aplicar vía riego por goteo un desinfectante de suelos antes del transplante para eliminar fungosis o la posibilidad de algunos nematodos.

• Desinfectar las herramientas con lejía o productos a base de compuestos de cobre.

• Capacitar adecuadamente a los operarios para evitar que sean vehículos de contaminación.

• Realizar un programa de buenas prácticas agrícolas para lograr el aseguramiento de la calidad del fruto.

Una buena fertilización

Los requerimientos nutricionales de la planta del tomate tanto elementos mayores como microelementos deben ser suministrados de forma correcta y oportuna para que la planta complete su desarrollo.
En la etapa inicial se recomienda una relación de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) de 2-1-1. En la etapa de floración, se recomienda una relación de N-P-K de 1-2-1. En la etapa de fructificación, se recomienda una relación N-P-K de 1-1-2.
Algunos de los fertilizantes más utilizados son: fosfonitrato (33% N), sulfato de amonio (20.5% N), superfosfato de calcio triple (46% P), fosfato diamónico (18-46-00), nitrato de potasio (12-00-45), calcio, magnesio, fierro, zinc, boro, azufre, manganeso y molibdeno.

Para el cultivo de jitomate, el rango óptimo de potencial de hidrógeno (pH) es de 6.5 a 7.0.

Selección de la variedad

Los principales criterios de elección de una variedad comercial son: vigor de la planta, características del fruto y resistencia a enfermedades; mercado de destino, tipo de suelo, clima y calidad del agua de riego.

A continuación se describen algunos materiales vegetativos que se pueden utilizar a cielo abierto y en invernadero, la decisión de cuál cultivar se utiliza, dependerá del mercado y de la disponibilidad de recursos naturales, materiales y financieros.

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