Biodiversidad

Se extingue ecosistema de 8 millones de años

Hace 150 años comenzó el deterioro de la isla Guadalupe, ubicada a 250 kilómetros de la costa de Baja California y conocida como la “Galápagos mexicana” por su alta biodiversidad. Ahí todavía quedan especies únicas en el mundo como el lobo fino de Guadalupe, aunque otras ya han desaparecido: es el caso del ave petrel de Guadalupe.

En un pico volcánico con raíces a 4,500 metros de profundidad en el océano Pacífico y altura de 5,800 metros, reside una comunidad de 30 pescadores que son testigos del desastre ambiental que desde 1800 ha provocado la introducción de una especie invasora: las cabras, que se encargaron de depredar el hábitat de coníferas y el matorral costero.

La restauración del sitio sólo podía darse a partir de la eliminación de esa fauna, situación que ha sido cuestionada por grupos ambientalistas. De miles de ejemplares que había en el lugar, quedan unas dos decenas, y ahora se buscará hacer un control de los gatos ferales, depredadores de aves, señalaron científicos que presentaron los avances en la recuperación de esta reserva de la biosfera concentrados en el libro Isla Guadalupe, compilado por Karina Santos y Eduardo Peters, editado por el Instituto Nacional de Ecología.

Esta zona es la última frontera de México en el extremo más occidental y septentrional, y su origen volcánico y lejanía del continente le dan una biodiversidad única y una topografía agreste y abrupta, indican los compiladores.

Expertos estiman que tiene una edad de alrededor de ocho millones de años y fue descubierta en 1602, aunque fue colonizada a principios del siglo XIX con la llegada de cazadores, primero rusos y después ingleses y estadounidenses, quienes casi exterminaron el lobo fino de Guadalupe y elefantes marinos para utilizar pieles y grasa. Después barcos balleneros se guarecían en ese lugar y fueron los introductores de las cabras, que dejaban ahí para tener carne fresca. También propiciaron la propagación de perros, gatos, ratones y semillas de especies ajenas al hábitat.

Esta fauna y flora ha provocado el deterioro de la isla y se estima que la devastación se llevó 150 años. Desaparecieron bosques de pino, ciprés, enebro y palma, así como aves endémicas. Todo eso causó la pérdida de suelo, erosión, reducción del hábitat y propagación oportunista de especies vegetales introducidas. De cinco mil hectáreas de bosque, quedan unas 85.

Se estima que a partir de 1900 se perdieron 26 especies de plantas vasculares; cinco de ellas sólo se encontraban aquí. Se extinguieron aves como el caracara de Guadalupe, el petrel, el chivirín cola oscura, el toquí pinto de Guadalupe y el pájaro carpintero. Es refugio de mamíferos marinos como el lobo marino de California y el elefante marino; de aves como el albatros de Layssan, el mérgulo de Xantus, el pinzón y el junco de Guadalupe, especies catalogadas como en riesgo de extinción.

El año pasado fue decretada como reserva de la biosfera y el único aprovechamiento productivo que hay es la pesca de abulón y langosta. En la isla reside desde hace 35 años una cooperativa de pescadores que viven en el campo oeste, en el área occidental, donde realizan una captura controlada de abulón, uno de los pocos sitios del país donde aún se puede hacer debido a que la producción ha caído drásticamente y en Baja California desde 2003 no se ha reportado la actividad, indica el libro.

El Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI), donde participan expertos mexicanos en erradicación de fauna exótica, ha puesto en marcha las acciones impulsadas por un equipo de expertos del INE, de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad y del Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada para restaurar el ecosistema.

Por el GECI, Alfonso Aguirre, en la presentación de los avances del programa que se concentran en el libro, efectuada en este puerto, y no en la isla, como se había anunciado, detalló que para este año se tiene prevista una inversión total de 11 millones de pesos. Explicó que debido a lo escabroso del terreno y las dificultades de acceso, la eliminación de las cabras se dio desde el aire. Se les disparaba desde helicópteros con la participación de personal que participa en el combate al narcotráfico. Además, se estableció un programa de restauración forestal de pinos y ciprés, ya que se tenía un inventario de cien árboles del primero y ahora hay 3,774, mientras que del segundo había 5,100 y ahora hay 41,418 ejemplares.

El director de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Ernesto Enkerlin, recordó que la preocupación central por la isla fue la extinción de aves; «cuando una especie desaparece, es una mancha de la sociedad humana, es una deuda con la naturaleza. Los humanos somos los orcos de la tierra, el daño que hacen las cabras a la isla lo hacen los humanos a la naturaleza».

Fuente: La Jornada

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