Biodiversidad

Nicaragua rescata animales condenados a la muerte

Un albergue es la única esperanza de supervivencia que tienen los animales silvestres que viven en cautiverio

Vivir en Nicaragua, que alberga hasta 10% de la biodiversidad mundial, debería ser un paraíso para las especies silvestres, pero no todos los humanos son amistosos con los animales y al menos tres ejemplares son recibidos cada día en un centro de rescate con estrés, lesiones físicas o a punto de expirar.

Por suerte para ellos, hasta 95% logra volver a los bosques. En el Centro de Rescate de Animales, ubicado a 16 kilómetros de Managua, se logra el milagro de la vida de forma literal, ya que la mayoría de los animales llega casi agonizando, pero logra recuperarse pese a que la institución no cuenta con presupuesto propio para mantenerse.

“Aquí vienen los animales cuando sus dueños no los quieren tener, porque están enfermos, porque los hirieron, porque ya no saben cuidarlos, o porque iban a matarlos”, afirma Eduardo Sacasa, veterinario jefe del centro.

Un 85% de los animales que recibe el Centro son “donaciones” de sus dueños o personas que realmente los salvaron de una situación de peligro, el 15% restante llega de los decomisos del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena), según datos de la administración.

Un promedio de mil ejemplares son tratados diariamente en el lugar. Pasan por inspecciones médicas, curación, alimentación, medicación y rehabilitación. “No es fácil”, dice Sacasa, cuyo personal es en realidad el mismo del vecino Zoológico Nacional, y su presupuesto anual asignado por el gobierno es de 165 mil 745 dólares, aunque consume tres veces la cantidad porque asume los gastos del Centro de Rescate.

Pese a que es un trabajo difícil, se trata de la única esperanza de supervivencia que tienen los animales silvestres que viven en cautiverio, pues cuando son liberados súbitamente sólo les espera la muerte, porque no saben sobrevivir por sus medios, explica el veterinario.

Por esta razón los animales del Centro de Rescate apenas si vuelven a tener contacto con los seres humanos desde el día que llegan a sus instalaciones.

A la entrada, los dueños deben firmar un acuerdo en el que aceptan olvidarse para siempre de sus mascotas. Puertas adentro, éstas son rehabilitadas y entrenadas para ser animales libres.

El entrenamiento es fuerte, e incluye ser temerosos de los humanos, pero también alimentarse solos y huir de los depredadores.

En el caso de los monos, que llegan acostumbrados a estar en el suelo, se siembran árboles con espinas para que se mantengan en las ramas, pues abajo son presas fáciles de sus depredadores. Pero éstos no son métodos de laboratorio.

A veces el personal fracasa. “Al principio metimos un ternero para que ahuyentara del suelo a los monos, pero cuando vimos, éstos más bien lo jineteaban”, dice entre risas el encargado.

La vida de un animal en el Centro de Rescate puede durar de ocho meses a dos años. Solamente un 5% recibe la eutanasia, cuando se sabe que no podrá sobrevivir a la rehabilitación, o cuando su naturaleza no permite su regreso al bosque, como el caso de los tigrillos.

En 16 años de funcionamiento, el centro ha recibido desde pequeños loros hasta el tapir, el mamífero más grande de América Central, según Sacasa. El último tapir recibido, un animal de más de 227 kilogramos de peso y 1.2 metros de largo, sirvió para crear el proyecto más ambicioso del Centro de Rescate hasta ahora: liberar a un mamífero grande en su hábitat natural.

Con información de EFE

Teorema Ambiental

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