Biodiversidad

La protección de los ambientes naturales

La mayor parte de las actividades económicas requiere de la utilización y explotación de los recursos naturales y esto, invariablemente, deja una huella profunda en los ecosistemas de la Tierra.

El exceso en la utilización de los recursos naturales provoca que muchos ecosistemas no sean recuperables ni resulten sostenibles. Se trata de pérdidas que afectan fundamentalmente a las personas y sus medios de vida.

Los efectos de la degradación ambiental no siempre pueden reconocerse inmediatamente y como ejemplo está la tala de árboles en las zonas de montaña, la cual provoca inundaciones corriente abajo. Esto significa que con frecuencia los resultados se sienten lejos del origen del problema. Otro ejemplo son las emisiones de gas de efecto invernadero de los países industrializados, que preocupan por la elevación del nivel del mar en el Pacífico sur.

Ya se trate de los océanos que contienen menos peces, de las tierras de cultivo que han perdido su capa superficial y producen alimentos insuficientes, o de arroyos y ríos contaminados y sin agua potable, los ecosistemas degradados son una causa muy importante de empobrecimiento, desastres naturales, hambre y enfermedades en todo el mundo.

Estadísticas esenciales

La desertificación afecta a casi una cuarta parte de la superficie total de las tierras del mundo y casi 70 por ciento de las tierras secas del planeta podría seguir degradándose. Esto sucede con frecuencia por el exceso de pastoreo y por la utilización de las tierras marginales, y está en estrecha relación con la pobreza y el hambre de las zonas rurales. La desertificación amenaza los medios de vida de más de 1,000 millones de personas en 100 países.

Las montañas proveen de agua dulce a la mitad de la población del mundo y, sin embargo, los ecosistemas de montaña están amenazados por la fusión del hielo de los glaciares, la deforestación y las prácticas insostenibles de uso de la tierra.

En el último decenio, el mundo perdió aproximadamente 94 millones de hectáreas de bosques, un área mayor al territorio de Venezuela. El índice de deforestación más alto ocurre en los países en desarrollo de las regiones tropicales, donde se perdió 4 por ciento de los bosques en la última década.

La actividad humana ha degradado más de la mitad de los ecosistemas costeros. En Europa, la cifra es de 80 por ciento y en Asia de 70 por ciento.

Aproximadamente, 80 por ciento de la contaminación marina proviene de actividades realizadas en tierra. En los países en desarrollo, más de 90 por ciento de las aguas residuales y 70 por ciento de los desechos industriales se vierten, sin haber sido tratados, en las aguas superficiales.

Las pesquerías proporcionan medios de vida directos e indirectos a unos 400 millones de personas. Más de una cuarta parte de las pesquerías del mundo se utiliza en exceso y la mitad es explotada a plena capacidad. En total, 75 por ciento de las pesquerías del mundo requiere medidas inmediatas para detener o reducir la pesca y asegurar la reserva futura de peces.

Casi una cuarta parte de los arrecifes coralinos del mundo ha sido destruida completamente y otro 20 o 30 por ciento quedaría destruido en los próximos 10 años. Los arrecifes coralinos son un elemento esencial de la cadena alimenticia de los océanos.

La concentración atmosférica de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, ha aumentado desde un nivel de 270 partes por millón, previo a la etapa industrial, hasta más de 360 partes por millón en la actualidad. Una tercera parte del dióxido de carbono generado por las actividades humanas en los años recientes estará todavía en la atmósfera dentro de 100 años.

El nivel del mar se ha elevado entre 10 y 20 centímetros desde 1900, la mayoría de los glaciares no polares están retrocediendo y en verano se reduce la extensión y el grosor del hielo del mar Ártico, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos.

Este organismo señala también que unos 46 millones de personas por año sufren inundaciones debido a las mareas de tormenta. Si el nivel del mar subiera 50 cm, esta cifra llegaría a unos 92 millones, y si subiera un metro, la cifra llegaría a 118 millones.

Según la última evaluación del Grupo, realizada en 2001, las islas pequeñas y los deltas son particularmente vulnerables a una elevación de un metro del nivel del mar. Si no se toman medidas para contrarrestar la acción del mar, como la construcción de escolleras, las proyecciones indican que el área de tierras que se perderá llegaría a 1 por ciento en Egipto, pasando por 6 por ciento en los Países Bajos y 17.5 por ciento en Bangladesh, hasta aproximadamente 80 por ciento de las Islas Marshall, con lo que decenas de millones de personas serían desplazadas y, en el caso de los pequeños Estados insulares de baja altitud, desaparecerían naciones enteras.

Se han registrado más de 11,000 especies amenazadas de extinción y ya se han extinguido más de 800 especies, sobre todo debido a la pérdida o la degradación de su hábitat. Otras 5,000 especies podrían estar amenazadas si no se realizan importantes tareas para protegerlas.

Por un nueva actitud

Por un lado, la degradación ambiental puede ser causada por la pobreza, porque las poblaciones y los gobiernos de dichas naciones se ven obligadas a dar prioridad a las necesidades de supervivencia de corto plazo, en detrimento de la conservación de los recursos de largo plazo. En el otro extremo del espectro, en los países ricos, la degradación de los ecosistemas suele ser el resultado de modelos de consumo insostenibles, que promueven el consumo de cantidades excesivas de recursos naturales y que generan grandes cantidades de desechos.

La lucha contra la pobreza y la protección del ambiente van mano con mano, en particular en las zonas rurales de los países en desarrollo. Un mejor manejo de la tierra produce una oferta estable de alimentos. Debido a que más de la mitad de la madera que se recoge en África se utiliza como leña, si se desarrollaran otras fuentes de energía, se promovería la conservación de los bosques. De manera especial, en los países pobres debe buscarse la forma en que las personas valoren la protección de los recursos naturales y que, en lugar de cazar las especies en peligro de extinción, se beneficien de su protección, por ejemplo, mediante el turismo.

Muchos acuerdos multilaterales que se han negociado en el ámbito internacional para proteger los ecosistemas, ni se han aplicado ni se han hecho cumplir. Uno de los acuerdos más efectivos en materia ambiental —el Protocolo de Montreal, relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono— contiene la amenaza de sanciones comerciales en caso de incumplimiento y también establece un fondo para ayudar a que los países en desarrollo dejen de utilizar los clorofluorocarbonos (CFC), la principal sustancia que agota la capa de ozono. Entre 1986 y 1998, el consumo total de CFC se redujo de un millón 100,000 toneladas a 156,000 toneladas, como resultado de la aplicación del Protocolo de Montreal.

La mayoría de los acuerdos o convenios ambientales carecen de mecanismos para hacerlos cumplir o reciben poco financiamiento. Por ejemplo, para impedir la pesca excesiva y la deforestación son necesarios reglamentos y medios de coerción, y es imprescindible la cooperación internacional para limitar los efectos del cambio climático. La protección de los ecosistemas naturales es una esfera particular del desarrollo sostenible donde son necesarias medidas concretas —y no más convenios— para que se pueda revertir la degradación de los ecosistemas naturales de los que depende, en última instancia, la especie humana.

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