Biodiversidad

Hacia un moderno manejo forestal

Hemos perdido el sentido de urgencia para llegar a la modernidad. Preguntémonos cuál es el fantasma de la modernidad; lo de menos es tener miedo, lancémonos a la modernidad
Federico Reyes Heroles

Si México quiere ser tendrá que ser moderno
Octavio Paz

Enrique Beltrán, pionero de la protección ambiental, advirtió en 1964 que el problema forestal en el país consistía en: conocer los recursos bióticos de que dispone la nación; establecer las reglas fundamentales para su correcto manejo considerando tres funciones: la conservación del suelo, el agua y la fauna silvestre; el esparcimiento y la producción de madera y otros productos; así como lograr con ese buen manejo —que se asienta en consideraciones de carácter básico (ecología), de depurada técnica (dasonomía) y de correcta orientación humana (economía)— obtener del bosque el mayor rendimiento sostenido, es decir, la mayor cantidad posible de productos, lo cual puede lograrse sin poner en peligro la conservación del recurso.

Estas premisas que en 2004 cumplieron cuatro décadas continúan condicionando el ahora Manejo Forestal Sostenible (MFS), cuyos conceptos y principios derivados, son centrales para planear programas de conservación y aprovechamiento de los recursos naturales.

Sin embargo, de Beltrán a la fecha también los problemas se han incrementado: inseguridad de la tenencia de la tierra, organización insuficiente de los ejidos y comunidades como unidades de producción forestal comercial; sobreexplotación localizada del recurso; comercio exterior de productos forestales con un balance negativo de 12 mil millones de pesos por año, un sector privado con una crisis de competitividad; degradación del ambiente y un inadecuado marco institucional y legal para promover la producción, lo que resulta en altos costos de transacción, además de una falta de continuidad administrativa y de políticas.

Asimismo, México ocupa uno de los primeros lugares en deforestación en el mundo con tasas que fluctúan entre 75 mil a cerca de 1.98 millones de hectáreas por año (ha/año). Las estimaciones oficiales muestran una pérdida en los últimos años de cerca de 1.08 millones de ha/año, cifra que se reduce a 775,800 ha/año si sólo se consideran bosques y selvas (Torres, 2002).

El mayor y más reciente soporte a la sostenibilidad del manejo forestal lo constituye la Agenda 21, donde se acuerda que los recursos forestales deben manejarse de manera sostenible para satisfacer las necesidades sociales, económicas, ecológicas y culturales de las presentes y futuras generaciones.

Esa intención es integrada en el Programa Estratégico Forestal para México 2025 (PEF-2025), que establece que la estrategia forestal nacional a largo plazo se debe basar en que el MFS es un instrumento central para superar la pobreza rural, la inversión en el MFS se tiene que realizar por el sector

privado, y que en el futuro el sector público será facilitador de condiciones para la inversión y la sustentabilidad.

El modelo de manejo forestal

Mendoza Briseño señala que el manejo forestal mexicano sufre de los efectos de cambios internacionales, pero moldeados por la historia nacional y por la forma en que los mexicanos han planteado la función social de los recursos naturales. El que las cualidades de los diversos bosques meta perseguidos anteriormente ya no sean coherentes con las demandas sociales ni con la empobrecida constitución del bosque, explica la falta de función de su normatividad actual que queda reducida a un calendario silvícola que apenas cumple las restricciones vigentes.

Por otro lado, novedosos manejos especializados dominan ya la vanguardia internacional: plantaciones, bosques de usos múltiples, restauración, silvicultura comunitaria, agrosilvicultura, arboricultura urbana, servicios ambientales y recreación.
La falta de competitividad de los bosques mexicanos, así como su deterioro histórico, empujan a la actividad fuera de los ámbitos de la producción forestal, y más hacia temas de manejo de paisaje. La multiplicidad de cambios recientes en la dasonomía nos da una perspectiva equivocada de las tendencias que se avizoran. El hecho más evidente es el abandono de los diversos modelos teóricos de bosque regulado (Cfr. Davis & Jonson, 1987). Estos cambios pronostican la desaparición del manejo forestal como un componente necesario en la práctica de la dasonomía al tiempo que surgen nuevos intereses que lo acercan a su fuente natural a saber: la administración (Mendoza 1994).
Manejo forestal es entonces una aplicación de la administración. Existe una tradición europea, y recientemente en Estados Unidos y Canadá, en que los aprovechamientos forestales en terrenos privados no necesitan planes de manejo, sino tan sólo una ejecución impecable de prácticas de cultivo silvícola que se saben eficaces (Vgr. Vézina, 1981; Ministry of Forests, 1990).

Los esquemas clásicos de la regulación por área y volumen ya son inviables porque los propósitos finales de la regulación del bosque no ofrecen cualidades de interés, y de éstas la más inútil es el rendimiento sostenido, principal propiedad de los bosques normales y los regulados.

Por otro lado, cualidades de la programación matemática introducen una distinta lógica acerca de las operaciones de aprovechamiento donde la condición del bosque desaparece del objetivo y es reemplazada por un propósito de mejorar y hacer eficiente el uso posible de los insumos por lo que cuentan ahora las salidas del bosque y no su estado (Church y Daugherty 1999).

En la actual concepción del manejo forestal el problema central es la coordinación de actividades en función de la eficiencia económica de la asignación de insumos. Esto se conoce como el sentar objetivos múltiples y evaluarlos con criterios múltiples. Una solución exacta para estos planteamientos sólo es posible para los casos más simples, y por la vanguardia se interesa en estudiar el tema en segmentos siguiendo una secuencia jerárquica desde el nivel estratégico hasta el táctico y operativo (Lippke et al. 1998).
Aunque no es un asunto nuevo, la coordinación que asegure soluciones coherentes entre los distintos niveles de planeación es donde hoy existe gran actividad de desarrollo, y donde aparecen la mayoría de propuestas novedosas sobre algoritmos con aplicación en planeación forestal (Vgr. Boston y Bettinger 1999).

En los nuevos planes de manejo que siguen modelos de investigación de operaciones una cualidad distintiva es que su aplicación no intenta organizar al bosque, pues tiene un control apenas perceptible sobre el arreglo de los rodales y su condición. Los productos y salidas solamente son programables a plazos cortos en comparación con el turno y, por tanto, el plan de manejo no contempla el ciclo completo y con ello se olvidan las preocupaciones sobre la frecuencia de cada estadio de desarrollo en el bosque metaconceptual.

Los avances en modelaje geográfico son modestos, apenas atendiendo asuntos de adyacencia o de fragmentación, pero de ninguna forma controlando la estructura final deseada (Borges et. al., 1999). Este descontrol de resultados de la planeación reconoce las dificultades de atender simultáneamente limitaciones del equipo de extracción, metas de eficiencia y conservación de valores diversos del bosque, más los usuales problemas de administrar proyectos de producción con salida de productos múltiples.
Actualmente es dispensable pensar más que en paradigmas para el bosque, en definir actividades de corto plazo medianamente satisfactorias a los distintos agentes forestal (Sample, 1994; Schelhas et al. 1997).

La frontera internacional del estado del arte del manejo forestal, además de consignar el desinterés en los modelos de regulación tradicionales, y en la idea misma de ordenar al monte, ha desarrollado, en respuesta a las demandas de la práctica, formas de especialización a partir de los temas tradicionales: plantaciones, restauración, bosques naturales multipropósitos, manejo de amenidades y vida silvestre, silvicultura comunitaria, arboricultura, agroforestería, donde cada especialidad ha generado sus esquemas de trabajo y modelos para el manejo del bosque.

La dasonomía mexicana

Desde su primera versión de 1926 la ley forestal mexicana estableció su finalidad de defender los intereses públicos intrínsecos en el carácter forestal de las tierras así designadas. Las etapas principales son denotadas por las formas de organización de los servicios técnicos, así tenemos: postulancia, métodos europeos, madereros individuales, unidades industriales, método mexicano, grupos industriales privados pero con participación estatal, empresas estatales descentralizadas, unidades de administración forestal, método de desarrollo silvícola, silvicultura social, unidades de conservación y desarrollo forestal, silvicultura social, bufetes técnicos, no manejo, productores empresarios y mercado libre de productos forestales (Musálem, 1998; Sosa, 1998).

Con excepción de las últimas leyes forestales se definió como obligación del Estado el proporcionar servicios técnicos forestales, sea directamente como en los distritos forestales o delegando autoridad en entidades dentro de las empresas forestales, como en la Unidades de Conservación y Administración Forestal (Ucodefo).

Lo nuevo en la ley de 1997 es que ya no hay ninguna obligación que afecte directamente la planeación forestal, o sea, el programa de corta (los cuánto, dónde, cuándo y cómo cortar), y por tanto, en un competido mercado de servicios técnicos forestales, la tendencia al costo mínimo lleva en forma racional al no manejo (Mendoza, 1999).

Diversos planes de manejo específicos han servido para introducir innovaciones en materia forestal generalmente como prototipos que a partir de ellos se elabore la definición teórica del método de manejo. Sin embargo, luego de su cuidadosa ejecución inicial su posterior aplicación se desvía ampliamente de las consideraciones piloto. Por ello es menester poner atención en una visión general del paisaje regional donde los métodos operaron, ver los efectos de largo plazo en el grueso de los macizos forestales, en la actividad industrial forestal, en la población rural, y en los efectos sobre la sociedad.

Partiendo de un total de bosques de 54 millones de hectáreas (Sosa, 1998), de los cuales 10 millones de hectáreas son productivas y accesibles, hay que tomar en cuenta que la etapa de métodos europeos afectó únicamente a los macizos más accesibles y con mejores existencias comerciales estos aprovechamientos pusieron la actual infraestructura de acceso al bosque.

Evidentemente, en tanto se basaron en cortas selectivas, aunque hayan removido arbolado extracortable de alto valor económico y ecológico, e irremplazable, fue escaso el impacto de su tecnología manual o poco mecanizada, excepto por facilitar con infraestructura la llegada de intereses de cambio de uso del suelo. En este tiempo los terrenos forestales sin potencial inmediato en general se dejaron en manos de la naturaleza.

En la época de las unidades industriales se logró entrar a todos los macizos productivos y a los de altas existencias, pero se mantuvo el carácter selectivo de las cortas que hizo que la cobertura residual fuese similar a la original.

A diferencia de la época de la postulancia, la necesidad de presentar informes detallados de sus operaciones permitió un control geográfico de las áreas de corta, aunque la autoridad generalmente no requirió que se aplicara el programa propuesto en ci-clos completos; i.e. era usual volver sobre áreas de corta antes del término de su periodo de recuperación, especialmente por ser un manejo multipredial.

Esta continuación del desorden de la postulancia tuvo un lado positivo al favorecer el reconocimiento de que hay radios económicos de extracción y, por ende, tierras marginales en virtud no tanto de su potencial biológico, sino de su ubicación.

También la etapa de unidades industriales fue el inicio de la severa declinación del monto y valor de las existencias en pie que caracterizó al bosque. Esta época coincide con la etapa conocida como desarrollo estabilizador, cuando la economía empujó al sector agrario a desmontar enormes áreas forestales, destruyendo irremisiblemente la mayoría del patrimonio de áreas silvestres del país.

Las empresas paraestatales sirvieron como transición que facilitaría a los campesinos el desarrollo de habilidades para la gestión empresarial de sus aprovechamientos, haciéndose cargo del trabajo de extracción, y finalmente, de la gestión administrativa, la industria de transformación, e incluso los servicios técnicos forestales. La etapa de la silvicultura social, administrada por Unidades de Administración Forestal (UAF) y Ucodefo apareció cuando ya no era económico volver a cosechar en las mismas áreas donde había habido tres o más pasos de corta.

Ante el empobrecimiento de la masa, los silvicultores redescubrieron los métodos de regeneración,

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