Especies

Derrame petrolero en el Golfo hace 8 años dejó secuelas en las rayas

El accidente ocurrido en una plataforma en 2010 afectó a cientos de animales marinos. Pero las rayas sufrieron secuelas graves

El 20 de abril de 2010, la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, de la compañía British Petroleum, explotó en el lado estadounidense del Golfo de México, dejando un saldo de 11 personas muertas y el hundimiento de la estructura dos días más tarde.

Los siguientes 87 días se vertieron 780 millones de litros de crudo, es decir, unos 8.9 millones de litros al día a una profundidad de mil 500 metros, para ser considerado el mayor desastre ecológico de la historia de Estados Unidos, con una afectación de mil 773 kilómetros de costa.

Además, se cree que unos 37 millones de litros permanecen como sedimento del fondo del mar, con la posibilidad de provocar graves daños fisiológicos a la vida marina, un aspecto poco explorado hasta ahora.

Ocho años después, un equipo de la Florida Atlantic University (EEUU) midió por primera vez los efectos del crudo en la función olfativa de un vertebrado marino: la raya del Atlántico (Hypanus sabinus).

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Los resultados publicados en la revista Scientific Reports, demuestran que el derrame ha perjudicado el sistema sensorial de este pez. Los científicos confirman que, solo 48 horas después de la exposición al petróleo, la función olfativa de la raya se deterioró significativamente, lo que podría afectar negativamente su capacidad para desenvolverse de manera natural y llevarlo a una muerte prematura.

“Los elasmobranquios son famosos por sus sistemas sensoriales bien desarrollados, que son imprescindibles para alertarlos de la presencia de depredadores, presas, posibles parejas y condiciones ambientales desfavorables. Cualquier deterioro de estos sistemas sensoriales podría tener un efecto perjudicial en su supervivencia y condición física”, señaló Stephen M. Kajiura, coautor del trabajo.

Los investigadores realizaron un ensayo electrofisiológico para comprobar las respuestas olfativas de las rayas mantenidas en agua limpia y de otras en agua con petróleo. Estas últimas exhibieron una respuesta menor, con un inicio más lento y una duración más larga.

“A diferencia de otros sistemas sensoriales en los que las células receptoras no están en contacto inmediato con el medio ambiente —como el ojo, el oído interno, la línea lateral (que permite detectar los movimientos y las vibraciones del agua en animales marinos) y los electrorreceptores—, las células quimiosensoriales del órgano olfativo están directamente expuestas, a través del moco, al agua de mar”, especifica Kajiura.

Los contaminantes ambientales dañan las células receptoras y afectan a la función olfativa. “En estado salvaje es probable que los animales encuentren concentraciones de exposición variables que pueden ser más altas o más bajas que la concentración utilizada en nuestro estudio”, explica el experto.

Pero la exposición aguda puede agravar los efectos adversos de la función olfativa alterada. “Incluso si el petróleo no causara la muerte inmediata, algunos efectos podrían reducir la aptitud física o llevar a la muerte prematura”, concluye el investigador.

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