Biodiversidad

Conoce el río hirviente de Perú, lejano de cualquier actividad volcánica

Algunas partes del río son tan calientes, que los animales que caen en él, como ranas y otros anfibios, reptiles y pequeños mamíferos, se cocinan en segundos

Teorema Ambiental/Redacción

Mayantuyacu, Perú, 13 de julio de 2020.— En Perú existe un extraño río de aguas termales. Forma parte del sistema total del Shanay-timpishka (“que hierve con el calor del sol”). Se encuentra en el Amazonas y se prolonga por unos nueve kilómetros, de los cuales los últimos seis, en la parte más baja del río, es donde el agua es realmente caliente, pues va de los 27 hasta los 94 ºC, y aunque de noche es un poco menos caliente, en temporada de secas es verdaderamente “ardiente”.

Hasta hace muy poco tiempo, este cauce era conocido solamente por los habitantes de la zona, pero gracias a los yacimientos de petróleo cercanos, se difundió su existencia desde los años treinta del siglo pasado, aunque no se le prestó demasiada atención.

Andrés Ruzo, científico, conservacionista, escritor, comunicador, educador y explorador de National Geographic, fue el primer científico en obtener permiso para estudiar este río, luego que supo de la existencia de un río hirviente, por parte de su abuelo peruano, así como de diferentes leyendas de cómo los ambiciosos españoles, liderados por Francisco Pizarro, habían interrogado a los incas acerca de cómo y dónde encontrar más oro.

Los incas, en venganza, los mandaron a la selva del Amazonas a buscar la ciudad de El Dorado, hecha de oro. Los pocos que lograron regresar, contaron historias increíbles de serpientes comehombres, poderosos chamanes, guerreros de flechas envenenadas, arañas tan gigantes que se comían a los pájaros y, también, de un río hirviente.

Ruzo, al trabajar en su doctorado decidió estudiar el potencial de la energía geotérmica del Perú, y fue cuando recordó la leyenda del río que hierve, y empezó a preguntar a expertos sobre su posible existencia. Fue dirigido a estudiar el sistema Shanay-timpishka, un río que con estas características sería prácticamente imposible de encontrar en esa zona.

Hay otros ríos hirvientes en el mundo, pero estos están generalmente relacionados con actividad volcánica, pues se necesita una enorme fuente de calor para calentar de esta forma una fuente de agua, pero en la Amazonia no hay volcanes.

Entonces una tía suya le dijo que no solamente el río realmente existía, sino que ella misma había nadado en él porque es amiga de la mujer de uno de los chamanes que lo protegen.

En 2011, el autor del libro El río hirviente: Aventura y descubrimiento en el Amazonas emprendió el viaje a Lima, Perú, posteriormente viajó a la ciudad de Pucallpa, la población principal del Amazonas peruano y, de ahí, recorrió dos horas en caminos de tierra, hasta el río Pachitea, un afluente del Amazonas, donde tomó una canoa motorizada por 30 minutos más, hasta llegar a la desembocadura del ansiado río hirviente.

Ruzo explica que en ese punto el agua del río es apenas tibia, pero a medida que se va bajando por él, se va calentando más y más.

Esto se debe a una serie de manantiales termales que lo alimentan; el río, a su vez, es la fuente de varias cascadas calientes a lo largo de su extensión, la más impresionante de las cuales tiene una altura de siete metros y cae a un estanque termal.

Algunas partes del río son tan calientes, que los animales que caen en él, como ranas y otros anfibios, reptiles y pequeños mamíferos, se cocinan en segundos. De acuerdo con Andrés Ruzo, “lo primero que cambia son los ojos, que se vuelven de un blanco lechoso. Tratan de salir del río, pero la fuerza les va faltando porque su carne se va cociendo a medida que se mueven por el agua caliente, hasta que les llega a la boca y se queman por dentro”.

“Una de las cosas que más me gusta de estar ahí, es que debes dar cada paso con sumo cuidado, porque puede haber consecuencias muy serias si caes al río”, dijo. A raíz de su descubrimiento, Ruzo creó The Boiling River Project, una organización que analiza y protege el río y sus zonas circundantes, incluyendo su flora y fauna, porque además es considerado sagrado para las comunidades locales.

En esa zona también se encuentran el Santuario Huistin y Mayantuyacu, dos grupos de sanadores nativos que por mucho tiempo han considerado al río como un lugar sagrado y de mucho poder espiritual, el cual solamente era visitado por los chamanes más poderosos para “comunicarse con los espíritus y aprender rituales de curación de sus ancestros”.

Sin embargo, este espectacular ecosistema es afectado por la deforestación causada por los habitantes locales. Por ello, una de las metas del proyecto es que el río hirviente sea declarado monumento nacional del Perú, y que así toda el área sea designada legalmente para el uso exclusivo de actividades ecológicas como la conservación y ecoturismo.

“La mayoría de las personas que visitan el río tienen experiencias seguras e inolvidables, sin incidentes mayores. Sin embargo, este recorrido no es para cualquiera, dadas las dificultades de acceso y las condiciones rurales”, advierte el investigador.

“Prepárate para sentir mucho calor y humedad, por la suma del río y el ambiente; para caminar mucho; sufrir picaduras de insectos; no tener aire acondicionado, ni señal de internet o del celular; además de estar a una hora de la clínica más cercana y a tres de un hospital”, advierte.

“Tu seguridad personal es enteramente tu responsabilidad y al entrar a la selva, lo haces bajo tu propio riesgo. No hay senderos hechos, no hay sogas para sostenerse, ni barandales. El área del río permanece, en su mayor parte, en su forma silvestre y original, y así procuramos mantenerla”, señalan por su parte los administradores comunitarios de la región.

Para visitar este lugar puedes contactar los centros Mayantuyacu o al Santuario Huistín.

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