Biodiversidad

¿Cómo se busca salvar especies amenazadas durante la contingencia?

La pandemia del COVID-19 tiene en suspenso a importantes proyectos de conservación con especies que tienen alguna categoría de riesgo, en todo el continente

Teorema Ambiental/Redacción

Ciudad de México, 27 de mayo de 2020.— Un millón de especies de animales y plantas tienen algún grado de riesgo de desaparición y hay un grupo de científicos y conservacionistas inmersos en una carrera contra el tiempo para revertir esta situación, pero que debió ser suspendida por la contingencia sanitaria mundial por el COVID-19.

En América Latina, una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta, pero también donde hay una gran cantidad de especies con alguna categoría de riesgo, detener durante más de dos meses los proyectos de conservación puede aumentar el riesgo para una especie. Para todos, el COVID-19 se ha convertido en un nuevo obstáculo, pues será seguido por una crisis económica que puede provocar aún más presión para los hábitats de muchas especies.

Los monos de Bolivia

En las selvas y bosques de este país habitan poco más de 20 especies de primates; pero solo dos son endémicas: el lucachi cenizo (Plecturocebus modestus) y el lucachi rojizo (Plecturocebus olallae), dos pequeños monos que habitan en la zona de pampas y bosques del río Yacuma.

Estas dos especies se reportaron por primera vez en 1939, pero comenzaron a estudiarse a partir de 2002, de acuerdo con el especialista en conservación de primates Jesús Martínez, investigador de Wildlife Conservation Society (WCS-Bolivia), quien junto con el doctor Robert Wallace, también de WCS-Bolivia, han realizado diversos estudios sobre estas especies.

En los últimos 15 años se han identificado sus zonas de distribución, poblaciones, hábitos y amenazas. El Plecturocebus modestus vive en dos áreas cercanas al río Yacuma, en el centro del país, con una población estimada en 20 mil individuos, y está en peligro de extinción. Mientras que del Plecturocebus olallae se estima que no hay más de dos mil individuos que viven apenas en un área de 300 kilómetros cuadrados, por lo que en 2019 ingresó a la lista de los 25 primates más amenazados a escala mundial.

Los investigadores han impulsado proyectos para que la gente de la región los conozca y se sienta orgullosa de ellos, además han trabajado para conservar su territorio. Por ello, en abril de 2019 se creó el Área Protegida Municipal Rhukanrhuka.

Sin embargo, la emergencia ha detenido varios planes como la consolidación de la gestión de las áreas protegidas municipales, los programas de monitoreo de poblaciones y de educación ambiental.

Los científicos han buscado nuevas herramientas para lograr avanzar en los proyectos de conservación: “vamos a desarrollar nuevos métodos que nos permitan, a corto plazo, coordinar las actividades desde la distancia”, porque la conservación del Plecturocebus olallae requiere de una apuesta continua para ganar tiempo.

Carranchina en Colombia

En Colombia habitan 27 especies de tortugas; siete son continentales. Una de ellas, la carranchina (Mesoclemmys dahli), se considera Críticamente Amenazada, con menos de dos mil individuos vivos.

De acuerdo con Germán Forero Medina, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS-Colombia), esta tortuga fue descrita en 1958. Al principio se creyó que solo se encontraba en el departamento de Sucre, al norte de Colombia, pero hace 15 años se encontraron pequeñas poblaciones de carranchina en otras localidades con bosque seco tropical de Colombia, del cual solo queda el 8 por ciento de su cobertura original y el que menos protección tiene.

Se trata de una tortuga semiacuática, cuyo caparazón alcanza a medir 30 centímetros de longitud. Habita en jagüeyes y pequeñas quebradas que, debido a las afectaciones al bosque seco, ya casi no tienen vegetación ribereña.

Las poblaciones que aún quedan son de pocos individuos y están aisladas unas de otras, lo cual está empobreciendo la diversidad genética de la especie. Además, la carranchina solo pone de dos a tres huevos por nido y tardan más de 200 días en eclosionar, por lo que su tasa de reproducción es muy baja y se limitan las posibilidades para su recuperación.

Para salvarla de la extinción, a inicios de 2020, se creó una reserva privada de 120 hectáreas, en el municipio de San Benito Abad, en el departamento de Sucre, dedicada exclusivamente a la recuperación de esta especie.

En este espacio, se ha buscado la recuperación del hábitat, así como un programa de rescate genético de la especie. Sin embargo, los trabajos con las comunidades del municipio de San Benito Abad no pudieron comenzar debido a la pandemia del COVID-19. En este año se buscaba comenzar con la restauración del bosque seco y en otoño llevar a las primeras tortugas de otros lugares.

Ahora, el trabajo debe ser apoyado a distancia, “pues los investigadores no pueden ingresar a las áreas y todo el trabajo recae en el equipo que está en terreno y en los socios locales”.

Cóndor andino

El cóndor (Vultur gryphus) es un ave emblemática de los Andes, en países como Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador, donde se le considera como ave nacional. Sin embargo, se estima que hay unos diez mil cóndores en toda Sudamérica, por lo que se encuentra en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en la categoría de Casi Amenazada.

“Es una especie muy vulnerable a cualquier tipo de amenaza”, explica Robert Wallace, director del Programa de Conservación Gran Paisaje Madidi-Tambopata en WCS-Bolivia y especialista en la iniciativa regional para conservarlo.

Esta gran ave, que puede vivir 70 años en cautiverio, se reproduce hasta que cumple cinco o seis años y solo tiene una cría cada dos años. Eso ha alentado el tiempo para recuperar su población, mientras que su principal amenaza es el comer carne envenenada que se destina para otras especies, como el zorro andino en países como Colombia, Argentina, Bolivia y Perú.

Además, en el norte de Sudamérica su hábitat se ha fragmentado, pues esta ave tiene cada vez menos espacio para desarrollarse y es capaz de moverse en un solo día, en un área de 200 kilómetros.

Países como Argentina han realizado bastantes estudios sobre esta especie, pero faltan datos de otros países sobre sus poblaciones y el área de acción que tiene en determinadas regiones. Antes de la pandemia en países como Bolivia se realizaron algunos proyectos para colocar transmisores con GPS que permitan conocer sus movimientos e identificar las amenazas que hay en esa área. También se pretendía que antes de terminar este año se implementara el Plan de Acción Nacional para la Conservación del Cóndor.

Afortunadamente, la contingencia no ha impedido la publicación de un estudio en donde se hallaron 21 sitios prioritarios para su conservación, desde Venezuela hasta Argentina. Esta selección fue realizada por alrededor de 40 expertos que trabajan desde 2015 en un proyecto regional de conservación.

Los grandes felinos de México

En México habitan seis diferentes especies de felinos. El más emblemático es el jaguar (Panthera onca), así como el ocelote (Leopardus pardalis), el puma (Puma concolor), el lince (Lynx rufus), el tigrillo (Leopardus wiedii) y el yaguarundi (Herpailurus yaguaroundi).

De los seis, tres están considerados en riesgo: el jaguar, el ocelote y el tigrillo, mientras que el yaguarundi se considera una especie amenazada y es uno de los felinos de los que menos información se tiene, aunque hace 40 años se le podía encontrar desde el sur de EEUU hasta Sudamérica. Ahora solo se tiene registro de su presencia hasta Tamaulipas y Sonora.

El biólogo mexicano y maestro en ciencias Horacio Bárcenas señala que es posible encontrar yaguarundis a lo largo las costas del Pacífico y el Golfo. Tamaulipas, Oaxaca, Sinaloa y Yucatán son los estados con el mayor número de registros de la especie. Sin embargo, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) el estado de las poblaciones de yaguarundi en México es “desconocido”.

Pero una de las principales amenazas para estos felinos es el “acelerado cambio de uso de suelo para dar paso a la ganadería y la agricultura”.

A diferencia de otros felinos, el yaguarundí es más diurno: “sus picos de actividades son cuando amanece o antes de anochecer”, dice el experto, pero es necesario realizar más estudios, pero el impacto de la crisis económica, que acompaña a la pandemia de COVID-19, en los ecosistemas y las especies es otro obstáculo para estos esfuerzos.

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO