Agua

Premios Nobel buscan preservar agua dulce

Dieciocho premios Nobel reclamaron que el agua dulce, un recurso escaso “y mal distribuido” entre una población mundial que crece anualmente en cien millones de personas, sea considerada Patrimonio de la Humanidad.

La petición está incluida en una declaración que fue presentada al inicio de la jornada de deliberación de la vigésima edición de los premios Rey Jaime I, en la ciudad española de Valencia, y de cuyo jurado forman parte los firmantes del texto.

Entre los Nobel que apoyan la reclamación están los de medicina Ferid Murad (1968), Gerald Edelman (1972), Edmond Fischer (1993) y Marshall Nirenberg (1998), también los de química Aaron Klug y Mario Molina (1992 y 1995), y Murray Gell-Mann y Jerome Friedman, galardonados con el de física en 1969 y 1990, respectivamente.

Los premios Jaime I serán fallados en sus seis modalidades: investigación básica, economía, investigación médica, protección del medio ambiente, nuevas tecnologías y urbanismo, paisaje y sostenibilidad.

La “gran preocupación” por los problemas de disponibilidad de agua dulce, “que condicionan el futuro de la Humanidad”, ha llevado a los jurados de los premios a plantear un llamamiento a la conservación “por parte de todos de un bien tan preciado”, señala la declaración.

El coordinador de los premios, Santiago Grisolía, compareció en una rueda de prensa acompañado por el investigador mexicano y premio Nobel de Química en 1995 Mario Molina y el astronauta Miguel López-Alegría, antes del comienzo de las reuniones sectoriales que elegirán a los galardonados.

Molina reclamó un gran pacto internacional que fije medidas concretas para mejorar la eficiencia energética y ahorrar más agua, especialmente ante las consecuencias del cambio climático que ya se perciben “en los cinco continentes”, como el creciente deshielo, el aumento de las inundaciones y la gravedad de las sequías.

“No hay una solución mágica ni única” para solucionar los problemas derivados de la escasez hídrica y los riesgos del calentamiento global, señaló el físico atmosférico.

A su juicio, hay “un desfase muy importante” en cuanto al liderazgo mundial que debería existir para promover tanto la limitación de las emisiones de gases que provocan el “efecto invernadero” como una mayor eficiencia energética, lo cual pasa por una mejor seguridad de las centrales nucleares y una incentivación de las energías renovables.

También dijo que las concentraciones urbanas, “en principio” y si están bien administradas, pueden contribuir al ahorro de agua y a aprovechar mejor los recursos energéticos.

“No tienen por qué ser una raíz del problema”, añadió, mientras que para Grisolía, la presión urbanística “es muy difícil de controlar” porque 60 por ciento de la población mundial vive en las ciudades.

López-Alegría señaló que las sucesivas series fotográficas de la Tierra que se han tomado en los últimos años desde las misiones espaciales constatan un progresivo descenso de la superficie de agua en lagos y montañas.

Fuente: El Economista

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