Agua

El agua en la obra de Octavio Paz

Anuncia el rescate de las aguas
Carlos Mallén Rivera

Contra el agua, días de fuego.
Contra el fuego, días de agua.
Octavio Paz

Después del reciente Foro Mundial del Agua y de la impresionante afluencia de palabras (que no de ideas) pareciera que no queda mucho por decir sobre el agua. Recuerdo a nuestro poeta mayor y le doy la palabra, él las amaba y las despreciaba. Revisando su poesía me doy cuenta que efectivamente todavía quedaba mucho por decir, y sobre todo verdaderos símbolos que presentar. Entre un itinerario que abarcó Oaxaca, Villahermosa, Chihuahua y Coyoacán me permití robarle a Octavio Paz su poesía, aquella que despierta los furores, los goces y esta angustia que enciende lo que toca. El gobierno de la ciudad de México no quiso quedarse atrás y preparó un festival del agua y entre sus ocurrencias estaba el que destacadas figuras del ambiente de los medios dijeran algunas palabras sobre el agua, Germán Dehesa dijo algo así como que el agua es su mujer, pero el que alcanzó la estratosfera filosófica fue el actor Jesús Ochoa con eso de que “desperdiciar el agua es como fallar un penal” (sic).

¿Por qué el agua en la obra de Octavio Paz? En un homenaje a Octavio Paz organizado por los institutos culturales mexicanos de Washington y Nueva York, junto con la Biblioteca del Congreso y el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York que reunió intelectuales, poetas y artistas como Alma Guillermoprieto, quien escogió para su lectura un poema corto ya que presentaba “de manera sucinta algunas de las palabras favoritas de Octavio Paz”, palabras que en su opinión resultaban “milagrosamente hermosas cuando quedan entretejidas en su poesía”. Dicho poema era:

Viento, agua y piedra
El agua horada la piedra,
el viento dispersa el agua,
la piedra detiene al viento.
Agua, viento, piedra.
El viento esculpe la piedra,
la piedra es copa del agua,
el agua escapa y es viento.
Piedra, viento, agua.
El viento en sus giros canta,
el agua al andar murmura,
la piedra inmóvil calla.
Viento, agua, piedra.
Uno es otro y es ninguno:
entre sus nombres vacíos
pasan y se desvanecen
Agua, piedra, viento.

Para limitar el pensamiento a la sensatez poética que es cordura intelectual llamemos a nuestro noble Nobel para que esclarezca el agua.

El agua habla sin cesar y nunca se repite, por eso tengo que hablaros de ella,/ de su fresca costumbre/ de ser simple tormenta, en “Bajo tu clara sombra” Octavio Paz Mira el poder del mundo, mira el poder del polvo, mira el agua. Luego invita a no perder de vista los fresnos en callado círculo además percibe que en sus verdes ramas de cara al cielo oye cantar sus hojas como el agua. El poder del mundo es el poder del agua, su hermosura inconsciente, luminosa. Inmediata y necesariamente surge el signo erótico del agua: Toca tu desnudez en la del agua,/ desnúdate de ti, llueve en ti misma,/ mira tus piernas como dos arroyos, mira tu cuerpo como un largo río… y continua agua y delicia oscura,/ mar naciendo o muriendo.

El erotismo transfiere al sacrificio, finalmente agua y sangre siempre han sido llamadas en los holocaustos: Ésta es tu sangre, desconocida y honda, que penetra tu cuerpo y baña orillas ciegas, de ti mismo ignoradas. Y de vuelta en “Noche de resurrecciones” Lates entre la sombra, blanca y desnuda: río. Canta tu corazón, alza tus pechos,/ y arrastra entre sus aguas/ horas, memoria, días,/ despojo de ti misma. Y a su vez no es erotismo es sólo energía sexual: Vivimos sepultados en tus aguas desnudas/ noche, gran marejada, vapor o lengua lenta,/ codicioso jadeo de inmensa bestia pura.

El agua es sueño, ablución espiritual, es duermevela fértil:
Sobre esta tierra vivida y arada por los años,/ tendido como río, como piedra dormida,/ yo sueño y en mi polvo acumulado.
Las aguas desatadas del bautismo remoto/ mi sueño mojan, nombran y corren por mis venas.
La tierra calla, el agua en sueños habla./ De un costado del hombre nace el día.

Y pese a todo eso es sólo una palabra, abandonada,/ riente y pura, libre./ Como la nube, el agua,/ como el aire y la luz, como el ojo vagando por la tierra, “Asueto”.

El poeta intuye la razón ecológica de la existencia del agua, que es sólo una razón poética: Como surge del mar, entre las olas,/ una que se sostiene,/ estatua repentina,/ sobre las verdes, líquidas espaldas/ de las otras, las sobrepasa,/ vértigo solitario, y a sí misma,/ a su caída y a su espuma,/ se sobrevive, esbelta… “Delicia”.
Entre montañas áridas/ las aguas prisioneras/ reposan, centellan/ como un ciclo caído.
Nada sino los montes/ y la luz entre brumas;/ agua y cielo reposan,/ pecho a pecho, infinitos.
Como el dedo que roza/ unos senos, un vientre,/ estremece las aguas,/ delgado, un soplo frío. “Lago”.

Una “Niña” hacia la “Medianoche” de una “Noche de verano” nombra el cielo y al convocarlo las nubes pelean con el viento/ y el espacio se vuelve/ un transparente campo de batalla. Nombra el agua Y el agua brota (no se sabe de dónde) brilla en las hojas, habla entre las piedras/ y en húmedos vapores nos convierte. Mientras tanto Un asombrado río/ que se levanta de su lecho/ y fluye, entre los aires, hacia el cielo. Nos dirige hacia una tierra donde un infierno agónico jadea,/ labios en donde el cielo llueve/ y el agua canta y nacen paraísos. Luego “El sediento” poeta escudriña la poesía para buscarse a sí mismo, en ti me busqué:/ deshecho estrella de agua/ se anegó mi ser. Por buscarte, poesía,/ en mí naufragué. Ante “la Caída” de aquel que va hacia su propia búsqueda sólo el agua sacramental le salva: Prófugo de mi ser, que me despuebla/ la antigua certidumbre de mí mismo,/ busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,/ las aguas que lavaron mi tiniebla. Y muchas veces sólo resta la despedida para Octavio Paz “decir adiós a la casa” es decirle adiós al río: tus aguas siempre fueron, para mí, las mismas aguas.
“Frente al mar” hermosos jaicus señalan la profunda brevedad que encierran estas imágenes:

Llueve en el mar:/ al mar lo que es del mar/ y que se seque la heredad.
¿La ola no tiene forma?/ En un instante se esculpe/ y en otro se desmorona/ en la que emerge redonda./ Su movimiento es su forma.

Las olas se retiran/ -anclas, espaldas, nucas-/ pero vuelven las olas/ -pechos, bocas, espumas.
Muere de sed el mar./ Se retuerce, sin nadie, en su lecho de rocas./ Muere de sed el aire.
Y a propósito del mar tal vez la dedicación del poema “Mar por la tarde” a Juan José Arreola aquel fascinante juglar de lengua y ademanes violentos vaticina la propia intimidación del agua:

Altos muros del agua, torres altas,/ aguas de pronto negras contra nada,/ impenetrables, verdes, grises aguas,/ aguas de pronto blancas, deslumbradas.
Aguas como el principio de las aguas,/ como el principio mismo antes del agua,
Las aguas inundadas por el agua,/ aniquilando lo que finge el agua.

El resonante tigre de las aguas,/ las uñas resonantes de cien tigres, las cien manos del agua, los cien tigres/ con una sola mano contra nada.
Desnudo mar, sediento mar de mares,/ hondo de estre-llas si de espumas alto,/ prófugo blanco de prisión marina/ que en estelares límites revienta…

En el “Viento” viajan las casas del agua, Nubes y nubes/ flotan dormidas, algas del aire; todo el espacio/ gira con ellas, fuerza de nadie. Efectivamente “Nubes”: Islas del cielo, soplo en un soplo suspendido,/ ¡con pie ligero, semejante al aire,/ pisar sus playas sin dejar más huella/ que la sombra del viento sobre el agua!

Recordar a los muertos de su casa es la aridez absoluta: Pero no hay agua ya, todo está seco, no sabe el pan, la fruta amarga… La muerte también es guerra y la guerra significa necesariamente desterrados aquellos que como en la gue-rra española cruzan la mar sobre el desierto de las horas pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro, aquel campesino que la guerra lo empuja de su tierra a otra tierra el poeta le dice que no tiene otro remedio: bebe el agua sin memoria, deja tu nombre,/ olvídate de ti, bebe del agua,/ el agua de los muertos ya sin nombre,/ el agua de los pobres./ En esas aguas sin facciones/ también está tu rostro. Allí te reconoces.

Agua nocturna es una franca invitación para un recorrido hacia el interior de la selva íntima del bosque de nuestras ilusiones, el agua por sí misma es una invitación al paseo y a la inmersión.

La noche de ojos de caballo que tiembla en la noche/ la noche de ojos de agua en el campo dormido,/ está en tus ojos de caballo que tiembla,/ está en tus ojos de agua secreta.
Ojos de agua de sombra,/ ojos de agua de pozo,/ ojos de agua de sueño.
El silencio y la soledad,/ como dos pequeños animales a quienes guía la luna,/ beben en esos ojos,/ beben en esas aguas.
Si abres los ojos,/ se abre la noche de puertas de musgo,/ se abre el reino secreto del agua/ que mana del centro de la noche.
Y si los cierras,/ un río, una corriente dulce y silenciosa,/ te inunda por dentro, avanza, te hace oscura: la noche moja riberas en tu alma.

El agua es el inicio de todo, por eso el mar se obstina y crece al pie del horizonte, “Semillas para un himno”, es el hábitat de una mujer de movimiento de río/ de transparentes ademanes de agua,/ “Fábula”; el agua abre los párpados, es la gran seductora se desnuda y salta de su lecho más desnuda que ella misma e invita a la luz que se desnuda y se mira en el agua/ más desnuda que un astro, “Cerro de la estrella”. Es el punto de encuentro del día que comienza/ la niebla que asciende la colina y un hombre que baja por el río. Moja los labios en la piedra que mana inagotable. El es llamado a la alegría madura como un fruto… agua tierra y sol son un solo cuerpo.

Dehesa no estaba equivocado, efectivamente el agua puede ser nuestra mujer, mujer que brilla como una alhaja… como agua fresca con los ojos cerrados … como una cascada detenida a mitad de su salto/ como un río de rápida cintura helado de pronto… como el agua del estaque en verano reposa… Como una piedra blanca reposa la mujer/ como el agua lunar en un cráter extinto… “Estrella interior”.

Las aguas son nuestras raíces más profundas Aguas petrificadas./ El viejo Tláloc duerme, dentro, soñando temporales. Para el poeta todo es agua, malditos poetas siempre adelantándose a los ingenuos científicos. También las piedras son el río… agua de ojos, agua de bocas, agua nupcial y ensimismada, agua incestuosa, agua de dioses, agua de astros y reptiles, selvas de agua de cuerpos incendiados… (el agua dulce en las cisternas de las islas, el agua dulce de las mujeres y sus voces sonando en la noche como muchos arroyos que se juntan…) “Mutra”. Toda el agua a todos nos llama por nuestro nombre propio, el agua es de hecho definitoria y esclarecedora, lleva de un momento a otro, de un instante a otro, de una salvedad a otra el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocerse y recobrarse,/ el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre,/ el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente esta-tua de la lluvia… hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba, más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo…

Al bosquejar este texto no sabía si iniciar con “Piedra del sol” o concluir con este perfecto poema. Una entrevista con Elena Poniatowska me dio señales. Piedra del sol está al principio de la obra mayor paciana –define su madurez– pero también al final. No es gratuita el agua en la obra de Octavio Paz, es de los elementos más inspiradores del vate, es su musa, con el agua inicia y con el agua culmina el más majestuoso de sus poemas:

“Empecé a escribir este poema a principios de 1956. No tenía plan, no sabía lo que quería escribir. «Piedra de sol» se inició como un automatismo. Las primeras estrofas las escribía como si literalmente, alguien me las dictara. Lo más extraño es que los endecasílabos brotaban naturalmente y que la sintaxis y aun la lógica eran relativamente normales. El poema es lento al principio:

“Un sauce de cristal, un chopo de agua,
Un alto surtidor que el viento arquea,
Un árbol bien plantado más danzante,
Un caminar de río
que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre…

“De pronto sobrevino una interrupción: había escrito unos 30 versos y no pude seguir. Salí al extranjero y a mi regreso, al releer lo escrito, sentí la necesidad de continuar el texto. Volví a escribir con una extraña facilidad. (…) Poco a poco el texto se fue haciendo, me fui dando cuenta de hacía dónde iba el texto. Fue un caso de colaboración entre lo que llamamos el inconsciente, y que para mí es la verdadera inspiración, y la conciencia crítica y racional. A veces triunfaba la segunda, a veces la inspiración. (…) Por ser obra de la memoria, «Piedra de sol» es una larga frase circular (como el ciclo hidrológico es circular). El poema acaba donde empieza. Tiene 584 versos. Me asombró la analogía con el tiempo circular precolombino. Tiene 584 líneas porque el tiempo que tarda el planeta Venus —Quetzalcóatl para los antiguos mexicanos— en hacer la conjunción con el sol, es también de 584 días. El planeta Venus aparece como estre-lla de la mañana y como estrella de la tarde y esta dualidad ha impresionado a todos los hombres de todas las civilizaciones. El poema está fundado en esta ambigüedad.

“… y muerte
Pactan en ti, señora de la noche,
Torre de claridad, reina del alba,
Virgen lunar, madre del agua madre,
Cuerpo del mundo, casa de la muerte…”

Postscript

El agua es vida
Mentira fatal
Falso de toda falsedad
El agua es sólo eso agua
Sencillez límpida
Humildad líquida
Sólo los ingenuos e ignorantes creen que el agua es vida
Los perversos la hacen ver con la supervivencia de los hombres
Cuando precisamente es su tirana asesina
El agua es sólo eso, agua
Por eso el agua es transparente
Para que no veamos nada más que agua.

Suscríbete al Boletín

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO