Biodiversidad

Tortugas marinas, rápido camino a la extinción

A fines de la década de los sesenta se llegaron a cazar 300 mil tortugas marinas al año. Hoy las siete especies de tortugas que anidan en playas mexicanas siguen en peligro de extinción
César Angulo

Playa Escobilla, Oaxaca.- La luna llena ilumina la arribada de la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) que como cada año llega a estas apacibles playas para sembrar vida. La luz de la luna es acaso la única aliada de las tortugas marinas que en las últimas décadas han caído en sus poblaciones debido a la matanza que para su comercia-lización y consumo realiza el hombre.

La tortuga golfina viajó cientos o quizá miles de kilómetros en las aguas tropicales del océano Pacífico, buceando en el mar para buscar su alimento y saliendo a la superficie para respirar. Hace unos 15 años (el promedio que tardan en alcanzar su edad productiva) las miles de tortugas que han llegado en los últimos tres días para anidar y dejar sus huevos bajo la arena, nacieron aquí mismo, en las playas aledañas a este campamento tortuguero que opera en Centro Mexicano de la Tortuga (CMT).

En esta región de la Costa Chica que comparten los estados de Oaxaca y Guerrero han tenido lugar los mayores crímenes contra las poblaciones de tortugas que antaño eran capturadas para enviarlas a rastros operados por cooperativas pesqueras y particulares. A fines de la década de los sesenta se llegaron a cazar 300 mil tortugas marinas al año, y antes del establecimiento de la veda total en 1990, se capturaban y sacrificaban en promedio 100 mil tortugas anuales. Sus huevos, carne, piel y caparazón eran comercializados y consumidos en México y exportados a Japón y otros paí-ses asiáticos.

«En los años en que se permitía la matanza y aprovechamiento, México era el primer país exportador de tortugas en el mundo», dice Manelik Olivera Martínez, director del CMT.

Explica que precisamente en el poblado Mazunte, en Oaxaca, donde está ubicado el CMT, institución que dirige y asesora los esfuerzos de conservación de las tortugas marinas en el Pacífico mexicano, hasta 1990 operaba uno de los mayores rastros tortugueros de la región.

Aquí tiene lugar el complejo reto que representa la conservación de siete especies de tortugas marinas que se reproducen en las costas mexicanas y que emigran a diversos países. Y aquí mismo están latentes las mayores amenazas para las tortugas, las que se encuentran catalogadas en peligro de extinción.

La apacible y extraordinaria belleza de estas playas que comparten el paisaje con selvas bajas, esteros, lagunas y acantilados, contrasta con las duras condiciones sociales de las comunidades locales, quienes ofrecen servicios y se dedican al comercio en los modestos y poco desarrollados destinos turísticos mientras llega la temporada de pesca.

Así se explica que el saqueo de huevos de tortuga ha sido y sigue practicándose por las comunidades adyacentes a donde llegan los quelonios, lo que puede convertirse en ingresos económicos fáciles y rápidos después de venderlos en el mercado negro que distribuye estos productos en los principales centros urbanos de la región y que incluso son enviados hasta la ciudad de México.

La eliminación de estas prácticas y el involucramiento de los vecinos de las zonas de anidación en tareas de conservación es una esperanza para la sobrevivencia de las tortugas marinas, que al regresar al mar después de desovar se enfrentan a los peligros de quedar atrapadas en redes de pesca, ser capturadas por pescadores o morir después de alimen-tarse de desechos que flotan en el agua.

«Tenemos que demostrarle a la gente que las tortugas valen más vivas que muertas, que son importantes en el ecosistema y que hay que cuidarlas», dice Laura Sarti, científica me-xicana especialista en la tortuga laúd, especie es peligro crítico de extinción.

Menciona que a la par de los esfuerzos que las instancias gubernamentales, organizaciones civiles, academias y conservacionistas realizan en pro de la supervivencia de las dife-rentes especies de tortugas marinas, es necesario que las comunidades costeras dejen de una vez por todas las prácticas depredadoras y trabajen en la conservación y protección de las tortugas.

«Las tortugas marinas son emblemáticas, si las protegemos a ellas protegemos también su ecosistema que a la vez puede salvar a muchas especies de la extinción», recalca Sarti.

La noche de los quelonios

Es medianoche en playa Escobilla. Un viento fresco y húmedo golpea la costa en donde hay un incesante movimiento de quelonios que salen del mar en busca de un pedazo de playa para cavar un nido, depositar entre 90 y 120 huevos, cubrirlos con arena y enseguida regresar al mar.

Una corta serie de movimientos, uno tras otro, de sus aletas que se arrastran y avanzan en la playa mojada y más adelante en la arena, para en seguida tomar un leve descanso y recuperar el aliento, marcan el pausado pero invariable ritmo del rito de reproducción de la especie: Despacio que tenemos prisa.

Las tortugas permanecen casi toda su vida en el mar y han desarrollado modificaciones anatómicas para adaptarse y sobrevivir en el medio acuático. Sin embargo, como vestigio de su origen terrestre incursionan sobre las playas arenosas para incubar sus huevos, y es aquí, alejadas del agua, cuando corren más peligro.

Los saqueadores de nidos se amparan en la oscuridad para llevarse miles de huevos que son vendidos de manera ilegal en cinco pesos en promedio cada uno. El consumo es alentado por la creencia popular y errónea de que los huevos tienen propiedades afrodisiacas, se les considera «un Viagra natural».

La playa Escobilla está ubicada en el tramo comprendido entre Puerto Ángel y Puerto Escondido y es una de las zonas que tiene mayor afluencia de la tortuga golfina con unos nueve kilómetros de zona de anidación.

De noche puede ser un sitio peligroso pues algunos saqueadores de nidos llevan armas de fuego y en más de una ocasión han enfrentado a los inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) que vigilan las playas aledañas al campamento tortuguero.

Militares de la Secretaría de Marina que visten uniformes negros y portan armas largas apoyan la vigilancia de este santuario de la tortuga, que en temporada de arribazón mantiene un acceso restringido sólo con la autorización del CMT que coordina los trabajos de monitoreo y vigilancia de los nidos.

Pero la vigilancia es insuficiente: todos los días los inspectores encuentran nidos saqueados y las autoridades reportan un promedio de una persona detenida en posesión de huevos de tortuga cada semana. El Código Penal Federal en su artículo 420 establece penas de uno a nueve años de prisión y sanciones de 300 a tres mil días multa a la persona que «capture, dañe o prive de la vida a algún ejemplar de tortuga o mamífero marino, o recolecte o almacene de cualquier forma sus productos o subproductos…»

Esto porque es materialmente imposible vigilar todas las playas en donde anidan las tortugas marinas, por ello los conservacionistas le apuestan a la sensibilización de las propias comunidades costeras. El reto actual y futuro, destaca Manelik Olivera, el médico ve-terinario director del CMT, es lograr la interacción entre las comunidades y las tortugas.

Y advierte que «si no logramos revertir la falta de trabajo social y comunitario en pro de la conservación de las tortugas, la especie seguirá en riesgo de desaparecer».

Las principales amenazas para la golfina son la extracción de huevos y tortugas en las playas. En alta mar son afectadas por la pesca ilegal y la captura incidental por artes de pesca destinadas a otros recursos marinos.
«Todavía hay gente que se dedica al aprovechamiento ilegal de las tortugas marinas, de sus partes y derivados, por ello hace falta mucho trabajo de educación ambiental principalmente en la zona del istmo de Tehuantepec», dice Olivera

Especie milenaria

De acuerdo con el estudio Genética poblacional y filogeografía de las tortugas marinas golfina y laúd en el Pacífico mexicano, coordinado por el doctor Federico Abreu Grobois, la preocupación por la extinción de las tortugas marinas está fundada en las evidencias ampliamente documentadas de la extirpación completa de muchas poblaciones y dramáticos colapsos en otras.

La persistencia de las tortugas marinas a lo largo de millones de años, explica Abreu Grobois en su documento, refleja un éxito evolutivo, sin embargo muchos de los rasgos observados en los ciclos vitales de las tortugas marinas revelan que bajo condiciones de explotación, son muy vulnerables a la extinción.

Excepto en el caso de la tortuga golfina, las poblaciones de quelonios en nuestro país no han mostrado una recuperación, por lo que todas se siguen considerando especies en peligro de extinción según la Norma Oficial Mexicana, NOM ECOL 059 2002.

El caso más dramático es el de la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), la más grande de los quelonios que llega a tener una longitud de más de dos metros y a diferencia de las otras especies de caparazón duro, el suyo es de una gruesa piel.

En el informe final del Proyecto para la Conservación de la Tortuga Laúd, compilado por Laura Sarti y Ana Barragán, y publicado en julio de 2006, se menciona que la población de esta especie clasificada en Peligro Crítico de Extinción en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), ha caído dramáticamente en los últimos 15 años.

Concluye que la población de laúd está altamente mermada debido al saqueo de sus huevos en la temporada de anidación, lo que ha impedido un adecuado reclutamiento a la edad adulta, aunado a la matanza de hembras en las playas para la obtención de sus huevos, a la pesca dirigida ilegal en el mar así como a la pesca incidental por diversos artes de pesca como son las redes de arrastre, los palangres (líneas de las que penden anzuelos con cebo) y las redes de deriva.

México, indica el texto, debe tomar acciones inmediatas para prevenir el colapso total de la tortuga laúd en el Pacífico oriental, esto de acuerdo con la importancia que las playas anidadoras mexicanas tenían a inicios de los años ochenta en las poblaciones de esta especie, por lo que urge el establecimiento de programas efectivos de protección de huevos en las playas y producción del mayor número de crías.

El estudio resalta la necesidad de establecer programas de educación ambiental en las comunidades locales para aumentar el interés de la gente en el adecuado manejo de la tortuga marina y crear conciencia sobre la importancia de protegerlas.

«El saqueo de huevos ha sido practicado por las comunidades adyacentes a donde llega la tortuga; lo que se pretende con el trabajo en estas comunidades es el involucramiemto de los pobladores en los programas de protección, que de haber sido depredadores, ahora sean conservadores de la tortuga marina», dice Sarti.

Gente común, logros extraordinarios

Si un fenómeno a favor de la conservación de las tortugas marinas ha ocurrido en esta región costera, ha sido la reinvención de los propios pobladores. De modestos pescadores o incluso participantes en alguno de los procesos de aprovechamiento de los quelonios antes de su veda total, decenas, cientos de lugareños ahora son entusiastas conservacionistas que trabajan en pro de las tortugas.

Tal es el caso de Javier Mayo Huerta, de oficio pescador y responsable del campamento tortuguero «El Sirenito Macho», en playa Peñitas, Guerrero, quien por iniciativa propia y con el apoyo de su familia y amigos trabaja desde hace cinco años en la protección de las tortugas laúd y golfina que cada año acuden a anidar en las playas de su comunidad.

«Cuando yo fui niño jugaba con esos animales, crecí con ellos y hace unos cinco años me di cuenta que estaban escaseando y nadie hacía nada. Nos dimos cuenta que la tortuga laúd, que era la que más teníamos en nuestras playas, ya no llegaba a depositar sus huevos», platica.

Así fue como gestionó el apoyo de las autoridades federales del medio ambiente para monitorear los lugares en que la tortuga anidaba y proteger sus huevos, lo que en pocos años se ha traducido en un mayor número de tortugas que llegan a desovar.

El tortuguero Mayo Huerta recuerda que hace unos 30 años, en un tramo de 800 me-tros de playa se tenía una anidación de 25 a 30 tortugas laúd por noche. En la última temporada se registraron 12 anidaciones en promedio por noche.

Es optimista por el futuro de la laúd, la que ahora ya no es utilizada para la preparación de comilonas en bodas y fiestas masivas.

Por su parte, el tortuguero Pedro Franco, originario de la comunidad costera de Cerro Hermoso, San Pedro Tututepec, Oaxaca, sentencia que el reto más difícil que ha tenido en la atención del campamento tortuguero que opera con el apoyo de su comunidad ha sido crear conciencia entre la gente.

«Queremos hacerles entender las cosas que estamos viviendo porque hay mucha gente que le gusta el saqueo, le gusta matar al animal. A través de las pláticas la gente nos escucha, aunque otros nos ignoran, piensan que uno está loco cuando les hablamos de conservación», expresa.

Menciona que todavía algunas personas de las comunidades costeras se dedican al saqueo de nidos y venta de los huevos como una manera desesperada de obtener ingresos económicos. También la práctica de preparar comilonas con la carne de las tortugas en las grandes fiestas está quedando atrás.

«Nosotros vivimos en una comunidad marginada, nos faltaba información, pero nos hemos acercado a la gente que tiene la información y lo que queremos hacer es transmitir la información sobre por qué es importante conservar las tortugas… Yo antes no sabía de esto (la conservación), pero ahora pienso diferente, a los animales y a las plantas que yo siembro o que están en el monte yo las veo como si fueran mi familia», agrega el pescador.

Para el coordinador de campamentos tortugueros del Centro Mexicano de la Tortuga, Cuauhtémoc Peñaflores, los esfuerzos en la conservación de las tortugas marinas deben orientarse a la búsqueda de opciones de trabajo y ocupación para las comunidades locales.

Aunque en un lapso de cuatro días, estas playas de la Escobilla fueron visitadas por unas 120 mil tortugas golfinas que dejaron miles de huevos que eclosionarán liberando nuevos individuos de esta especie, la batalla por la sobrevivencia aún no ha sido ganada por esta especie guerrera.

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