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De la basura al arte “fashion” en España

Tiramos a la basura más que ningún país de Europa, despreciamos cualquier objeto viejo. Preferimos desechar antes que arreglar (a veces sale más barato) y lo curioso es que nos deshacemos de piezas que serán sustituidas por otras parecidas. Por ello los contenedores se llenan de mesas cojas, butacas mancas, sillas paticortas e, incluso, alguna vez caen alfombras turcas o maletas de piel.   leer más

Cada vez es menos raro ver a parejas jóvenes, a ejecutivos con corbata o a “pibones” con ipod rebuscar dentro de contenedores (los de algunos barrios están muy cotizados), y salir abrazados a una estantería. Y es que lo que unos tiramos, otros lo aprovechan, y cualquiera de estas piezas se puede convertir en la base de trabajo para artistas herederos del Arte Povera, que centran su labor en rebuscar entre los deshechos para convertir la “basura” en piezas surrealistas, como las de Gonzalo L. Pelegrín; los viajes más fantásticos, como los de Carlos Díaz de Bustamante, o, en otra línea, como en el caso de Trash & Soul, montar las joyas más delicadas.

Jardines encajados

Las cajas de Carlos D. Bustamante son un viaje al mundo de los sueños y de la fantasía. Viajero incansable, plasma en ellas todas las sensaciones que percibe y las refleja en forma de arquitecturas, de selvas, de jardines formales o de caminos inquietantes. Con luces y restos, se traslada al desierto, al hammam o a la selva del Amazonas, como en su última colección, “Botánica”, donde intenta atrapar en cajas metálicas hasta el sonido del agua que le ha empapado en su estancia en Brasil. “Opium —dice— son hojas de glicinia que parecen flotar entre las amapolas del opio, semillas de roble o plumas, que parecen mariposas o peces de colores”. La sensación de agua se la proporciona el fondo metálico de las cajas. “Y es que me interesa mucho la sensación de los reflejos, pues ahora me da pie para introducir videos sobre plasma.”

Tecnología y restos orgánicos de la playa o de la selva, además de hallazgos en contenedores: “Este marco, por ejemplo, es una cartelera de teatro y esta puerta la tiraron en el contenedor de los Jerónimos cuando hicieron la obra. Pero es que vengo de cada viaje cargado con multitud de cosas que a nadie se le ocurriría ni mirar. Mis amigos se desesperan porque dicen que por la calle voy con los ojos en el suelo, aunque realmente también miro al cielo. Mi lema es volar alto, pero con los pies en la tierra.”

De Brasil regresó con hojas del Amazonas, mariposas de verdad, ramas, piedras… Para hacer sus piezas tiene que ser un poco “mil leches”: carpintero, electricista, jardinero, costurera: “Yo hice restauración y me ha servido muchísimo, porque tengo que ensamblar, pegar, coser, iluminar… Y cuanto más pequeños son los mundos que imagino, más difícil es trabajar en ellos, porque hay que ser más meticuloso, utilizar utensilios de precisión, pinzas para las mariposas e insectos…”. Le gusta el juego de esas hojas de arce que tienen aspecto de mariposas, juega siempre con lo real y lo imaginario: “Ésa es mi historia, hacer girar espacios que nadie sabe si son realidad o ficción y, en definitiva, son una mezcla de las dos.” Alguien podría jurar que ese jardín que aparece en una de sus cajas existe, tiene que existir, cuando realmente se lo ha inventado. “Pero parece que está ahí desde siempre y que cada uno de sus elementos lleva toda la vida ordenado y colocado… Me gusta meterme dentro de mis obras, colocar una referencia mía, como si fuera un pequeño duende que me permita quedarme en ese espacio, en esa caja, para siempre, de alguna manera.”

“Object trouvé”

Vista a la izquierda. Esto no es ni un cangrejo, ni un bolso, es un “cangrejo Hermitage”, y lo de aquí abajo, no es ni un cargador de pólvora, ni un triciclo con brazos de muñeca, es un oso hormiguero al que el artista llama “puerco-gambero-handicapado”. Y la verdad es que es así. Con esta exposición de objetos insólitos, Gonzalo López Pelegrín inaugura y da a conocer por primera vez, en la sala El Amante, su expo-bestiario-imposible, como él lo quiere llamar. No es el primero que lo hace, pues antes estaban los dadaistas, e incluso Picasso, Miró y el propio Dalí, pero sí es la primera vez que se mete en este terreno porque es pintor y hasta ahora famoso por sus retratos, en los que mezcla alegoría y humor como en una coctelera y entre los que podemos reconocer los del marqués de Griñón, Pilar Medina Sidonia, Antonio Carmona o Mariola Orellana. Pero, sí, es la primera vez que se decide a exhibir esta colección de piezas tan especiales que surgen de esos objetos sentenciados como inservibles, serie en la que se reconoce el mismo espíritu crítico que en sus pinturas.

“Síndrome de Diógenes”

Para ello se ha encerrado en su taller con todas las piezas y poco a poco han ido encajando, casi naturalmente. “Este cargador lo compré en un anticuario hace 15 años, me llamó la atención aunque nunca había comprendido qué hacia en mi casa. Lo tenía en el estudio hasta que entendí que, con este jarrón y con un triciclo que encontré roto y tirado, más los brazos que hallé en el rastro y que tenía por ahí sueltos, iba a dar forma a mi oso hormiguero. De hecho, me pasa con los chamarileros, que cuando ven lo que me llevo me miran como si tuviera el auténtico síndrome de Diógenes.”

Sus objetos los encuentra en mercadillos y desvanes de amigos, entre taxidermistas, puestos del rastro madrileño, contenedores, etc., y con ellos da forma a estas piezas que te miran impávidas desde su peana, personajes dobles, bestias imposibles. Todo con la riqueza de un artista renacentista en sus acabados y con evidentes guiños de humor.

“Es que a la hora de hacer objetos me gusta todo el proceso desde el principio. El lienzo o la tabla no tienen volumen, con estas piezas el resultado es más rápido. Lleno el estudio de todas las cosas que he ido encontrado, me hacen mucha gracia los juegos de palabras y dando aire a la imaginación todo sale de forma natural.”

Fuente: ABC

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